domingo, 17 de febrero de 2013

DISTOPÍA Sensacional de Cultura No. 0 - PDF


   Y en efecto un blog más, más ideas en un mundo lleno de ellas (sus consecuencias son responsabilidad de quienes les piensan, de quienes les ejecutan, de quienes les desechan), atascado de ellas. En los últimos tiempos parece que nuestras realidades se dilatan, se contraen buscando la posibilidad de parir un algo: el resultado –regularmente- suele solidificarse en un ser deforme habido de la finitud. Descree de lo idealizado, busca acoplarse (más no homogenizarse), busca ser escuchado, siempre enfrentándose al rechazo, a la media vuelta, sin embargo ante su desdibujada –mal lograda- esencia nos acompaña. No sé ustedes pero este mundo, a esta idea en totalidad, le falta aún una determinación, y si bien el sentido de este espacio no es fumigar con netas o verdades absolutas, sí existe en éste y en las participaciones de cada uno de los involucrados el convencimiento de” hablar”, opinar, compartir, conformar criterios y presentar por consecuente otras posibilidades. Aquí no hay doctos, no hay jefes de la razón –ni de nada- y mucho menos petulantes del ocio, somos un grupo de amigos, un colectivo que consideramos que las redes sociales tienen un emanación en las masas (ajá, no hallamos el hilo negro) ¿Qué efecto o consecuencia buscamos? Su tarea será averiguarlo si así lo desean y sobre todo si amablemente no lo conceden.

Distopía es nuestro bebé deforme, nuestro consuelo en letras y lucubraciones varías (ensayo, cine, análisis, música, cómic, arte, literatura). Distopía son ustedes, aquellos, los otros, así que por tanto también es su vástago, apóyenos alimentándole, visitándolo. El compromiso lo tomamos (gustosos), la segunda parte será en virtud de sus visitas, de sus opiniones.

Aquí nuestro retoño; hoy lo presentamos formalmente a la sociedad, todos están invitados al pastel y a acompañarle en su primer vals, su primer holocausto desdeñado en letras albergadas en nuestro interior, ahí y ahora comienza Distopía.

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domingo, 10 de febrero de 2013

A MANERA DE PRESENTACIÓN:


Distopía:

    No es una advertencia, quizás sí una sátira. No creemos en finales apocalípticos, ni hacemos referencia a una sociedad ficticia. ¿Transcurre la realidad en términos antiéticos? ¿Existe la distopía?
              
Leer el mundo no es un acto de fuerza, sino de disposición al flujo de la experiencia. Trata de una cierta sensibilidad a las diversas realidades que se entrelazan día a día en el quehacer social, las cuales dan como resultado aquello que aun pensamos y sentimos como cultura. Empero, la industria también es capaz de producir sentido a partir de la mediatización a escala global. La realidad virtual querámoslo o no, existe en tanto que sueño materializado con tecnología onírica. El reino del signo y la representación construye lo real desde el consumo audiovisual. Entre la vida y la simulación, no queda tiempo para el tiempo mismo puesto que los intervalos de la pantalla solo reconocen el presente. Por ende, las cosmovisiones dejan de ser atemporales y son recreadas en la inmediatez de la moda comunicacional. Somos en esta lógica, lo que nuestros productos y bienes culturales dicen que somos.

Desde la subjetividad, nos reconfiguramos a través de vivencias compartidas proporcionadas por el cine, la música, la red y los programas televisivos, entre otros tantos. Es así que las fronteras entre lo verdadero y lo ilusorio quedan difuminadas y el "desierto de lo real", de la cultura de masas es ahora el hábitat de muchos. El espectáculo de la realidad fabricado por la mediosfera, no sólo es expresión del lenguaje del mercado, es el régimen de significación imperante. Lo distópico refiere entonces a la existencia en general transpolandose en sempiterno Reality Show. La cultura-mundo actual es de imágenes y mensajes, mas no de transmisión de saber, parece que hay una negación del entendido más claro, más humano de la concepción cultura: conjunto de concepciones intrínsecas en el conocimiento. El papel distópíco en esto será entonces innegable, es acompañante incómodo para algunos, placentero para unos, negado para otros. Al final es una realidad que se destruye y que se crea al mismo tiempo.

Te invitamos a que no desistas a la deconstrucción, a la innata y bendita "teorización", a la transformación del mundo en sus arrecifes bautizados como cultura, ¿culturalismo? Llámemosle cómo sea, el ismo es al final la consecuencia de nuestra propia acción, es distopía eterna concebida en letras.

SIMPLIFICACIÓN DISTÓPICA


       La condición humana busca generalmente —a modo de adaptabilidad e interpretación— la figuración del ideal; uno de los constructos que sirven como defensa innata es precisamente la idealización, configurándose del yo ideal al ideal comunitario. Es inevitable apartarse de esta idea, el hombre lo ha hecho aun antes de haber conformado una conciencia, su área de confort es —y será— el espacio ajeno a riesgos, teniendo un propósito y función perecedera. La religión misma es una figura colectiva de la idealización, es quizá una de las primeras representaciones utópicas (utopía ejemplar, utopía popular, utopía del nuevo mundo, utopía socialista, etc.), y es precisamente en esta conciencia religiosa en donde se determina una perversidad de la figura armónica, al menos en un principio buscada.

Refiere Fromm la analogía del paraíso judío cristiano como ejemplo de esto. La simplificación del pecado es entendida entonces como el primer elemento de la auto conciencia, el libre albedrío y por consecuente la decisión del hombre sobre el mundo; la armonía no es la opción, ahora será definido por el control hacia éste, ”El mundo, definido no por su idealización, sino por su destrucción”. Freud definiría ese estadio como nuestra pulsión de muerte, nuestro Thánatos. Podemos hallar aquí la función introspectiva de la distopía.

La distopía es a partir de la colonización, el imperialismo y de la revolución industrial (sic) el capitalismo. Podría ser ahora el conjunto de ambas, podría ser llamada “tecnología y futuro”, pero al dictar esto correríamos el riesgo de caer en pleonasmos y absolutismos patológicos; podríamos entenderle más desde la condición de hibridación que tenemos para con la tecnología, pudiendo entender así la función natural-techné de la distopía. La función de nuestra antinaturaleza, que en palabras de Jung definiríamos como la represión de una conciencia subjetiva, la cual se presentará o claudicará en una conciencia colectiva, dando como resultado al hombre masa, ese que se define en consecuencia al espíritu de una distopía.

La función y determinación de ésta dependerá en gran medida del contexto socio-político, de la época que le defina, aunque independiente de los tiempos y los sistemas de control: Estado, monopolios, hegemonías, iglesia, etc. Será la proyección quien juegue un papel definitivo en la (s) distopía (s), dado que la proyección sublima las pasiones y tendencias del hombre, aquellas que repugna pero en las que tiene la necesidad de solidificar, alejando de él la culpa y otorgándosela a otros —u otras cosas— en figuración de desarrollo y progreso, ocultando realmente un tumulto de violencia, autoritarismo y control.
 
Las conceptualizaciones del racionalismo y la determinación del bienestar en otros serán diversas, aunque bien tiene un origen único. Retomando la analogía expuesta por Fromm, esto sería un espacio definido por lo indeseado, el antagonismo del bienestar y la felicidad, el infierno es la figura distópica ejemplar y su función yace a manera de arquetipo, es decir es arcaica,  reiterativa en la diversidad cultural, lo cual nos conduciría a esa función de destrucción, de sufrimiento y malestar. La distopía se halla en nuestro interior, en nuestro inconsciente, es algo que puede volverse en nuestra contra y destruirnos; es su objetivo. Sin embargo es también la opción a la reflexión, al análisis colectivo, a la ruptura de la pasividad ante la manipulación política, mediática, cualquiera que fuese (es tangible, real), y por ende a la acción, la acción de construir sobre ruinas. Eso sería el carácter dubitativo y final de una distopía.

“Pero yo no quiero confort. Yo quiero a Dios, quiero la poesía, quiero el verdadero peligro, quiero la libertad, quiero la bondad. Quiero el pecado.” A. Huxley

Roberto Juanz: Psicólogo que discurre entre lo clínico, lo social, lo cultural (le gusta el mote –autodenominado- de psicoanalista culturalista), por tanto hijo no perecedero de la psicología Junguiana y forzado en los quehaceres simbólicos y lingüísticos. Sus hobbies han definido su complicada y neurótica personalidad: dibujante por herencia (mimetizador, no creador por el momento), narrador, “escritor” y “ensayista” (fetichista de la cotidianidad, obsesivo del inconsciente colectivo y visitante constante del onírico), lector asiduo- enajenado del comic, la ciencia ficción, la prensa y de lecturitas libres (eso sí bien selectivo, al menos eso dice). Disperso, ficcional pero no por ello ausente de destellos, ya dirán.

ATRAPADOS


     La idea de utopía halla a su gemelo malvado en la distopía o anti-utopía, es decir, una sociedad donde la realidad transcurre en términos totalmente opuestos al sueño ideal y en donde las situaciones totalitarias más ruines tienen cabida como moneda corriente para el control de una masa. Dentro de la novela anti-utópica nos pueden servir como referentes ese par de oráculos (por mencionar los más socorridos) 1984 de George Orwell (1903-1950) y Un mundo feliz de Aldous Huxley (1894-1963).

A través de su  narrativa podemos asomarnos a una visión desoladora en donde la manipulación del individuo, la deshumanización del sistema, los excesos de la ciencia, la vigilancia constante, el consumismo desmedido como premisas básicas nos llevan de la mano a  una aniquilación de toda posibilidad de estadía en un mundo armónico. Cada uno hace uso de paradigmas distintos para aplicar sus fundamentos teóricos; por ejemplo: Orwell hace énfasis en los abusos de los adelantos científicos como previo aviso de la amenaza del progreso sin mesura que nos lleva a formar autómatas carentes de principios morales, es decir, bajo esta dinámica nos muestra cómo se puede ir degenerando una sociedad en pro de una utilización del progreso y la ciencia sin reparos.

Por otro lado Huxley nos muestra con su crítica de extrema dureza a través de sus páginas la preocupación constante por la pérdida de los valores familiares (tan en boga hoy día), la tradición cultural y  la religión, sin embargo, Huxley no deja de lado la esperanza de una sociedad que despierte de los efectos opiáceos de la tiranía y sea consciente  de ese peligro; generando como resultado nuevas rutas  sociales en pro de una armonía colectiva para cada uno de los que cohabitamos el globo.

Ambas críticas poseen una doble dimensión de atemporalidad y de universalidad, pues lo que plantean afecta a cualquier tipo de hombre que viva en cualquier tipo de sociedad. Son novelas que punzan a cada instante pues asemejan espejos en los cuales nos vemos reflejados diariamente, invitando al escrutinio personal y formar juicios severos sobre estas formas de vida “distópica” que están ya no en sus páginas, más bien, están insertas y  rebasadas por nuestra cotidianidad  dando la sensación de estar atrapados en un desaliento constante hacia cualquier punto donde elevemos la mirada. ¿Realidad o ficción? Invito a lector a que dé un viaje trepidante por estas páginas analizando y haciendo crítica constructiva que buena falta hace en estos tiempos que corren obteniendo así sus propias conclusiones.
"La libertad consiste en afirmar sin limitaciones que dos más dos suman cuatro. Si se admite esto, lo demás vendrá por añadidura."
Winston Smith, 1984 George Orwell.

Paco Payán. Licenciado en Administración de profesión. Lleva un blog personal y colabora en otro alterno. Dibuja y toma fotos de vez en cuando, se recarga en la literatura, el cine y esas cosas denominadas “no productivas” cuando no alcanza a comprender el mundo en el que vive.

V DE VENDETTA: CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES MERA DISTOPÍA


          Es 1997. Un régimen totalitario y fascista ha hecho que el reino unido prevalezca entre los restos de un mundo hecho cenizas por el apocalipsis nuclear. Un gobierno que cabalga sobre su pueblo, tirando de las riendas, enarbolando a la “sociedad de control” y el “estado de bienestar” como obscuros estandartes y falsos ídolos que velan la mirada de la razón y enmohecen la libertad de sus súbditos. Esta es la premisa de, dicho por muchos, la mejor obra de un autor inglés bastante peculiar y único. Alan Moore nos obsequia un guión visceral, crudo, denso; pero no por eso menos trascendental en lo que a condición humana se refiere: y es que tal vez su novatez de principios de carrera provoque ciertas “faltas” en el planteamiento de una supervivencia no tan dura a un invierno nuclear, pero logra allanar el camino con una ideología bien definida en su situación cronológica del momento.

“V de Vendetta” es una historia dura, difícil de tragar por la contemporaneidad de su estructura; a pesar de ser una trama creada en los 80’s y ubicada en un futuro apocalíptico de los 90’s. Cuando la lees, te das cuenta de que es atemporal: bien puede acontecer en la época victoriana, en la revolución mexicana o en el siglo XXXVI…y es que Moore nos plantea un tema aún muy tabú en nuestra sociedad actual: la convulsiva relación entre el libre albedrío y la anarquía.

Y es que muchos podemos ver en “V”, el protagonista, a ese redentor mesíanico que desde lo profundo de nuestras mentes, desde el corazón; se abre paso ante la opresión, ante el miedo y nos permite alzar la voz, gritar al unísono nuestra discordancia hacia las situaciones opuestas al bienestar humano en un mundo postmodernista; donde cosas como la intolerancia, la violencia de genero, la mentira o el racismo no se supone debieran existir aun. Así es como este “héroe”, o mas bien “antihéroe”, lucha en esa realidad horripilante, para que a través del caos; lleguemos al ordung: el verdadero y voluntario orden.

David Lloyd logra, a través de sus trazos sencillos y manejo del blanco y negro, ubicarnos en una Inglaterra realmente hundida en la depresión y sofocada por el smog. Al avanzar entre las viñetas y globos de dialogo, podemos sentir a toda la constelación de personajes creados por Moore: sus desalientos, su dolor, su esperanza, sus miedos. Su valor. V de Vendetta es uno de esos raros ejemplares que trascienden su medio de nacimiento para tocarnos de una manera extrasensorial: nos da una lección de vida al recordarnos que, aun cuando nos puedan quitar nuestras vidas, nuestras posesiones; nos queda un pequeño rincón, una pulgada que es nuestra integridad, donde podemos ser libres y absolutamente nadie nos puede arrebatar.

Cuando Alan Moore finalizó V de Vendetta en 1988, prometió irse de Inglaterra junto con su familia. El país al que tanto había amado presentaba una realidad cada vez más similar a la que el escritor había descrito en su obra. La aventura policial, que originalmente había ideado, se había convertido en ciencia ficción; y ésta en una involuntaria metáfora de la realidad. El género ganaba así una nueva dirección y adquiría otra faceta al convertirse en vehículo ideológico y artístico al mismo tiempo. Por eso, al leer los diez capítulos que la conforman; no se puede dejar de sentir cierta familiaridad con nuestra realidad, cierto sabor agridulce que depende de nuestro cambio individual e interno la posibilidad de canjearlo por mieles más dulces.

Los invito, pues, a leer V de Vendetta; a vivirla y sentirla desde el primer cuadro, desde la portada misma. Y así, meditarla y masticarla, para poder comenzar nuestras luchas y liberaciones de las propias distopías esclavizantes y llegar entonces a un nuevo despertar, propio y colectivo; encausado a la edificación (¿porqué no?) de una nueva humanidad. Me despido con una cita del protagonista V. que, a su vez, es una cita de Fausto: “Vi Veri Veni Versum Vivus Vici”…”Mediante la verdad, mientras viví, conquisté el universo”. 


Gabo Sosa: Ingeniero de profesión, comicquero de corazón. Artista frustrado, lee y reseña comics mientras repara Transformers.

LA VUELTA AL FUTURO EN 11 FILMS


         Recuerdo que de niño tenía una percepción distinta del futuro a la que tengo ahora, y creo que, conforme fue transcurriendo el tiempo, se fue distorsionando. Pasó de ser alegre y armónica, a caótica y peligrosa; buena parte de ese cambio fue producto de las películas que vi, el cine se presentaba ante mí con versiones sumamente diferentes del futuro en ese momento, me mostraba planetas dominados por simios, donde el humano era controlado por estos por ser considerado una amenaza, ya que tiempo atrás en ellos había estado el control del planeta (Planet of the Apes, Franklin J. Schaffner, 1968).

Sociedades adictas tanto a drogas de diseño como a la hiperviolencia, ciudades repletas de bares donde esos estupefacientes se consumen con la mayor normalidad, pandillas juveniles que tienen como diversión violar jovencitas y buscar bandas rivales para protagonizar salvajes golpizas en ciudades en donde, el Estado ha implementado nuevos métodos de control del delito a través de shockeantes terapias visuales (A Clockwork Orange, Stanley Kubrick, 1971). Presencié vertiginosas persecuciones entre brutales motociclistas y desquiciados patrulleros del camino, que lo único que buscan es descargar toda esa adrenalina velocista que corre por sus venas, en un mundo donde los primeros saquean pueblos y cometen todo tipo de atrocidades (Mad Max, George Miller, 1979).

También pude ser testigo de cómo un hombre es abducido por una computadora para llevarlo a un mundo virtual, donde sorteará toda clase de obstáculos y saldrá avante de todas las amenazas que lo acechan, ayudado por un programa rebelde que quiere terminar con la tiranía del programa maestro (Tron, Steven Lisberger, 1982). Mientras, un grupo de cyborgs conocidos como replicantes, muy parecidos a los humanos, son enviados a cumplir misiones a planetas distantes para que, al finalizarlas, sean descontinuados y eliminados (Bladerunner, Ridley Scott, 1982). Ciudades vigiladas por súper policías, cuasi invencibles, capaces de llevar a cabo operaciones de alto riesgo por sí solos, (Robocop, Paul Verhoeven, 1987).

Viajes a Marte para recorrer sus enormes desiertos rojizos, conocer personas que habitan ese planeta y han sufrido mutaciones por la falta de aire, empresarios aliados con gobernantes codiciosos y corruptos que limitan el abasto del vital elemento para controlar y mantener a raya a la población (Total Recall, Paul Verhoeven, 1990). Sociedades anárquicas que vaticinaban la llegada del nuevo milenio, en las que ex policías venden equipos de realidad virtual para revivir experiencias únicas, como asesinatos, asaltos, recuerdos placenteros o relaciones sexuales (Strange Days, Kathryn Bigelow, 1995).

Vivir en una ciudad oscura secuestrada, donde hombres y mujeres son conejillos de indias para razas extraterrestres moribundas que buscan una cura para un vacío extra existencial (Darkcity, Alex Proyas, 1998). Ser parte de un mundo sin saber que este es creado por impulsos electromagnéticos que van directo a nuestro cerebro, impulsos envíados a humanos por gigantescas computadoras y máquinas que recrean mundos utópico (Matrix, Larry y Andy Wachowsky, 1999). Pertenecer a sociedad donde las prohibitiva, donde el arte es un delito, con el fin de evitar sensaciones como rencor, dolor, avaricia, envidia, o amor (Equilibrium, Kurt Wimmer, 2002).

Ver como policías encubiertos se vuelven adictos a sustancias creadas por empresas multinacionales, mismas que a su vez se encargan de su rehabilitación, encubriendo un enorme negocio redondo ya que, dentro de sus instalaciones, hombres y mujeres que buscan superar su adicción se dedican a cosechar la droga por la cual se han vuelto irreconocibles para todos sus amigos (A Darkly Scanner, Richard Linklater, 2006).

El futuro, tal como es visto en el cine después de este breve recorrido por algunas de las muchas películas que hablan de él, es oscuro y desolador, la desesperanza habita en la mayoría de sus temas: políticos déspotas y codiciosos; humanos alienados y controlados por el sistema; hombres y mujeres decadentes sin mayor ambición en la vida que conseguir una dosis más de droga para poder sacar el día; la manipulación de la información por parte de las televisoras y tabloides que en el único punto donde convergen es en cuidar sus propios intereses. Vale la pena preguntarse, qué tan lejos estamos de ese futuro, porque todo parece indicar que lo tenemos más cerca de lo que pensamos, los movimientos sociales que están teniendo lugar en buena parte del mundo son una muestra de ello, así como la crisis económica que está viviendo buena parte del mundo y lo que pareciera ser el colapso del sistema capitalista, el derrocamiento de longevos regímenes dictatoriales, la poderosa fuerza que los medios de comunicación, sobre todo, la televisión e Internet, tienen sobre la colectividad, la proliferación y legalización (en algunos países) de drogas, la despersonalización de los individuos a través de las redes sociales mismas que conllevan a la poca o nula interacción personal entre hombres y mujeres.

Hoy, después de escribir este artículo, volteo años atrás a ver a ese niño que soñaba con un futuro esperanzador, ese infante que jugaba con canicas y juguetes de madera; hoy ese niño a desaparecido, su lugar lo ocupa un adulto sentado en un café, pensando en el futuro, viendo a un niño a su lado jugar con su PSP y mandar mensajes a sus contactos de Facebook a través de su celular, al ver esto, me pregunto ¿cómo se imaginará el futuro este niño?

Escenas iniciales de BLADE RUNNER

José Huerta: Empresario cinéfilo, realizador “progresivo” de la imagen y de su construcción en movimiento. Licenciado en ciencias de la comunicación, hecho que no ha sido impedimento para aventurarse en proyectos que viven en sus pesadillas, en su estilo – cada vez más propio- de lo que es el mundo; acuñado en la lectura, el cine, la fotografía y en últimas fechas la novela gráfica (vale la pena revisar sus análisis que van desde la cuadratura técnica a las bondades de la significación). En resumen un hijo putativo de Lynch defensor de la imagen, el “buen gusto” y de la creación voraz.

IRONÍA DE LA DISTOPÍA


              En el año 1997 dentro del marco de la famosa Bienal de Venecia fue retirado el trabajo del artista polaco Zbigniew Libera titulado “Lego, Concentration Camp”. Dicha obra perteneciente a la serie “Dispositivos Correctivos” consistía en una edición de siete cajas de tres juegos de Lego para construir campos de concentración en miniatura. Cada una de las siete cajas de la serie de los juegos de Lego, mostraba, además, un aspecto diferente de los campos de concentración: crematorios, reclusos llevando un cadáver proveniente de las cámaras de gas, mini tanques que adornan la entrada de un mini Auschwitz,  calaveras obtenidas del juego de Lego “Piratas” que aparecían tras vallas electrificadas de los campos de concentración de juguete e incluso presos marchando en línea dentro y fuera del campo.

Rediseñando los juguetes, en la serie de “Dispositivos Correctivos”, Libera intentaba articular una protesta clara contra la cultura polaca del consumismo que empezaba a gestarse fuertemente en los años ochentas. Si antes un totalitarismo, como lo fue el nacional socialismo, marcó la historia polaca; para finales de los años ochentas lo que dominaba era la restitución de este sistema por otro casi-totalitario  dentro de la cultura consumista. Auschwitz ha sido la gran distopía de Occidente proveniente de la gran luz utópica  europea. Tras la promesa del progreso y los ideales ilustrados, al final del camino, aquel mundo prometido nunca vio la luz y lo que se encontró fue la guerra y su destrucción. Si la utopía idealista/nazista era tan perfecta fue precisamente porque en su origen llevaba impregnado su final, o como lo dicta la misma Biblia, tras la utopía deviene el apocalipsis.

“No habrá de repetirse” fue el imperativo que se oía, ninguna barbarie tan ominosa como la de los campos de concentración debía repetirse, ningún futuro tan distópico podría ser posible después de Auschwitz. Tras el final de la guerra, la distopia es sacralizada, el Holocausto deviene intocable y memorable, la memoria del horror de la guerra tiene que tratarse con respeto. A Zbigniew Libera se le olvida lo sagrado del Holocausto y frente al miedo de la repetición de aquel apocalipsis, se da cuenta que se esconde una receta mucho peor de control y repetición, el Holocausto queda en la memoria como algo del pasado, irrepetible, mientras que la ideología que nos llevó a ello, se mantiene firme en otros dispositivos de control (como lo es la propia proyección del futuro como utópico o distópico).

Frente a Auschwitz no hay utopía que pueda ser engendrada ni una mayor distopía que la misma pesadilla de los campos de concentración, no hay arte utópico ni distópico, el futuro del arte se ha dibujado crítico en ese espacio, como bisagra entre la utopía y la distopía, articulación crítica de la caída de los grandes sueños de Europa, no respeto a lo memorial sino critica de una historia pasada que aún no ha sido escrita. Pero el trabajo de Libera más que transgredir la memoria sagrada y única del Holocausto, lo que hace es mostrar la posibilidad de su repetición, enseña mucho más de él que los propios monumentos honrosos de las víctimas, ironiza el genocidio para mostrar que los elementos de semejante atrocidad existen dentro de nuestra civilización. Libera desacraliza el genocidio, como menciona Stephen Feinstein, y entonces muestra que los elementos de un holocausto potencial nos rodean, todo lo que falta es alguien que lo arme y que le diga a los demás como usarlos.


Nadia Cortés: Mtra. en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid, ha realizado estudios en el área de historia del arte contemporáneo y actualmente se encuentra desarrollando su tesis doctoral.

El MAÑANA SERA DISTÓPICO


"El mundo es cruel, y la única ética en un mundo cruel, es el azar: Objetivo, imparcial… justo."
Two face en The Dark Knight
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          Difícil resulta calificar los tiempos actuales como distópicos o como una suerte de distopía. En primera instancia porque el carácter fugaz del presente solo da cierto margen para registrarlo, mas no para asimilarlo (y si a eso le sumamos la velocidad de la invención técnica y su capacidad transformadora del mundo, lo que hoy tratamos de discernir queda simplemente en un intento con conclusiones parciales). Sólo entendemos el aquí y el ahora en forma plena desde una perspectiva futura, tanto colectiva como individualmente.

Una anti-utopía es una irrupción en el espacio-tiempo que da lugar a un fin de la historia: un totalitarismo anárquico, no propiamente un apocalipsis. Nuestro mundo afortunadamente aun es convulso y reboza pus de convulsión, empero, los términos "crisis de la democracia", "crisis económica" "crisis de confianza" no son gratuitos y las palabras decadencia, nihilismo e individualismo crónico, también rebozan por el planeta como humo negro de locomotora (la maquina simbólica del progreso). Y cierto es que ni todas las innovaciones tecnológicas de esta primera década del siglo XXI han alcanzado a llenar la ya conocida Era del vacío (denominada así por Gilles Lipovetsky).

Debido a este desdibujamiento global, el tiempo ha dejado de ser unitario y se fragmenta en diversos instantes: retrocediendo en la mayoría de los casos, detenido definitivamente en gobiernos dictatoriales, estancándose en sociedades subdesarrolladas, y adelantándose al futuro en el dominio tecnológico a gran escala de la economía. Por ende, lejos de estar viviendo el fin de los tiempos, más bien experimentamos una corriente desbordada de incertidumbre (una sensación de tiempo distópico). El futuro ya no es un lugar "ideal", pues los deseos, los anhelos y los sueños a alcanzar de una sociedad, son sustituidos desde el presente por la desesperanza.

El mañana será distópico, porque la mayor perturbación que se le puede ocasionar al ritmo natural del tiempo es el alejarse de lo socialmente justo. Sin embargo ¿cómo terminar de entender esto cuando vemos en la otredad todo aquello que detestamos? (Nosotros que no somos aquellos otros). El caos presente evoca la sensación confusa de estar perdido en una casa de los espejos. Nos quedamos paralizados ante el horror de aquellos otros yo deformados que refractan realidades muy dispares pero al mismo tiempo constituyen solo una. Formamos parte de ella tanto en sus sórdidas narraciones como en su abigarrada dureza: todos somos todos en una compartida discontinuidad temporal.

Más allá del gobierno y las multinacionales como explicaciones simplistas de nuestro devenir, y sin llegar a soluciones imposibles como el esperar de la noche a la mañana un cambio de mentalidad a nivel planetario, prever y encontrarnos en la prudencia (entendiendo esta última en su significación como cautela y preparación ante sucesos venideros) es posiblemente la defensa más razonable ante un porvenir borroso. Reencauzar y recuperar el tiempo perdido dependerá nuevamente de nuestra habilidad para imaginar algo diferente a lo que está, en otras palabras, de volver a generar utopías.


Sobre el autor: ha trabajado en medios donde nadie más se atrevería a hacerlo y ha visto cosas en ellos que más de una vez le han hecho exclamar: "pues mientras me paguen". Analista político del multiverso y al mismo tiempo fiel seguidor del profesor Caos, el autor se declara toda una autoridad lógica en el tema del sin sentido.

RUSH - HEMISPHERES (1978)


“We can walk our road together
If our goals are all the same.
We can run alone and free
If we pursue a different aim.”

Son los propios integrantes de la banda; Neil Peart, Geddy Lee y Alex Lifeson los que relatan en “Rush: Beyond The Lighted Stage” (Dunn & McFadyen, 2010), que después de haber creído vencer la siempre existente batalla por un estilo y sello propios, se presionaron a tal modo durante el proceso creativo de lo que sería su sexta entrega de estudio, que decidieron jamás volver a hacerlo.

Y es que lejos de ser uno de los discos más encantadoramente densos en la discografía de la banda (junto a “Caress Of Steel” y “2112”), así como uno de los más gustados por sus fehacientes más cercanos, el trabajo excesivamente detallista y pulcro de las piezas a componer vendrían a ser de un esfuerzo tal, que los miembros de la agrupación contundentemente aprendieron la sutil diferencia entre la calidad de una obra y el exacerbado dominio para con ésta. Una lección que otras agrupaciones, de mayor o menor riqueza que la propia asociación canadiense, jamás han estado cerca de tener.

“Hemispheres”, entonces, resulta ser un parteaguas en la historia de Rush. En el alejamiento a ciertas composiciones (responsables de todo un lado del álbum) para con sus consecuentes entregas. En un giro a la madurez de sus temas recurrentes; sus inquietudes, y a su atmosfera –tan peculiar en esta primera etapa de su historia– que marca un fin a ciertos preceptos estilísticos que naturalmente divagaron en el laberíntico recorrido autocrítico del “¿quienes somos?”, “¿a qué sonamos?”, pero que a su vez fundaron una escuela para las futuras generaciones, de la cual bebieron tanto músicos como los de “Primus” como los de “Dream Theater”.

Contextuada gráficamente en los hemisferios del cerebro humano (bella portada diseñada por Hugh Syme), el álbum nos relata en su primera parte la creación de una civilización bajo ciertas aproximaciones libres de algunos relatos griegos. Dionisio y Apolo entregan a los hombres el arte, la risa, el conocimiento, las lagrimas, la verdad y demás valías desatando así la batalla entre la razón y el corazón. Una batalla que concluye hasta que el  equilibrio se entiende a partir de la ambivalencia misma de la creación.

Para su segunda parte, y en un tono más autobiográfico por parte de Neil Peart (escritor de todas las letras del álbum), la cotidianidad de una meta no alcanzada encuentra su efugio en la propia inocencia como escape de la realidad. Asimismo, en un segundo corte, los Arces y Robles de un bosque imaginario desatan una batalla –incluso sindical– por obtener el mayor sol posible, misma que concluye pésimamente para todas las criaturas que lo habitan… Aunque interpretada erróneamente en distintas ocasiones por sus connotaciones políticas y sociales, la canción originalmente fue inspirada en una caricatura.

Y basada en varias pesadillas de Alex Lifeson, una de las piezas fundamentales del rock instrumental se da paso con su incandescente energía en la conclusión de los propios hemisferios del álbum. Es Incluso el mismo Portnoy (ex-baterista de Dream Theater) él que afirma que todos aquellos músicos que se vanaglorian de poder ejecutar otra de las piezas emblemáticas de la banda, “YYZ”, no deberían de hacerlo sino hasta intentarlo con ésta. Su energía y cambios de estilos –jazz, blues, rock, flamenco e inclusive una inserción del tema “Powerhouse” de “Raymond Scott”– marcan su legado.

Hemispheres, entonces, resultar ser uno de esos discos que no figuran, tal vez, entre los más representativos de una discografía básica. Pero es sin lugar a dudas uno de los que guardados, e incluso hasta  silenciosamente escondidos, guardan ese polvo de añejamiento que sólo la historia es capaz de brindarle a los más gratos ecos del pasado. Es una extraordinaria experiencia musical. Una experiencia de pura energía, puro talento, y sobre todo, puro Rock puro.

Tracklist:

I.- Hemispheres (18:04)

II.- Circumstances (3:40)

III.- The Trees (4:42)

IV.- La Villa Strangiato (9:35)


Sobre el autor: En ocasiones reservado, en otras tantas un poco más (si es que no se aparece una Botella), músico de cuarto (sólo toco en lugares cuadrados), escritor por patología (en el sentido de terapia automedicada), ocurrentemente fotógrafo y realizador audiovisual; para no dejar de lado eso también. Rock and ronero de alma y corazón: me gusta el grunge, el jazz, el progresivo clásico, así como el cine, los periodicos y las revistas gruesas. Odio a los políticos y a los que creen en ellos. Soy pacifista, callado y un poco (o tanto) bohemio. Soy reliquioso (de reliquia) y un tanto modesto - y un tanto no. Ambivalente como cualquier humano, y como bien dijeran los tacubos: (…) "me gusta aventar piedras, me gusta recogerlas, me gusta pintar bardas y después ir a lavarlas. Y en las tocadas la neta es el slam, pero en mi casa sí le meto al tropical."

viernes, 8 de febrero de 2013

NEURÓTICA DISTOPÍA


          En el panorama musical, puede decirse que la esencia es comunicarse con otros y poder exaltar esos sentimientos que nos provoca la naturaleza, el contacto con nosotros y hasta el contacto con los dioses. Por eso no fue extraño que mucha de la música compuesta entre los siglos IX y XIX estuviera dedicada, por mucho, a la esencia del dios judeocristiano y, en otras culturas, a los dioses correspondientes, incluso, a no dioses; dando el canon de la forma ideal de música: melodías hermosas y evocadoras, tiempos acompasados y educados, que fueron formando un concepto musical muy manoseado hasta la fecha: “clásico”. Por tanto, ese fue el sonido ideal por muchos años.

En ese contexto, la música llamada contemporánea (de inicios del siglo XX) comenzó a gestar revolucionarios conceptos musicales con Webern, Cage, Tchaikovsky, Varese y otros tantos, donde las técnicas de composición y ejecución iban de lo excéntrico (audiocintas reproduciéndose constantemente, tenedores en las cuerdas del piano) hasta lo filosófico (las técnicas zen de John Cage y su 4:33 es lo más conocido a un concepto amalgamado de música y filosofía). Los revolucionarios sesenta y setenta dejaron constancia en la popular música del rock, variantes inquietantes.

A nivel musical Faust, Can y The Mothers of Invention de Frank Zappa pudieron resultar la contra de todo lo establecido. En concreto, con el genio de Baltimore, podemos pensar en que la glorificación de lo feo, lo grotesco y lo absurdo acompañado de un academicismo musical, buscaba reventar la liga empujando todo lo aceptado por la sociedad estadounidense en el rock, convirtiéndolo en uno de los primeros punks de la historia. Y en efecto, cuando el punk surgió, fue una movida enfocada a rechazar a las instituciones musicales, a los nuevos dinosaurios del rock como Pink Floyd o Genesis.

Quizás la distopía musical por excelencia sea el ruido. Incluso existe un subgénero del rock llamado noise que consiste en alcanzar todas las disonancias posibles ya sea con guitarras, voces, saxofones o pedales de efectos. Un gran ejemplo de esto puede ser la obra de Keiji Haino como uno de los más delirantes espectáculos de estridentismo musical, donde los gritos, el destrozo de las cuerdas de la guitarra, que son grabados y reproducidos constantemente (técnica conocida como loop). I Said this is The Son of Nihilism y Tenshi No Gijinka pueden ser grandes muestras de lo tétrico, ruidoso y bello que pueden ser sus demostraciones.

Existen los power electronics que son paredes de sonido de intermitentes y a veces inacabables guitarrazos, scratcheos, gruñidos y golpes, como lo del más que undeground Richard Ramírez o Masonna, o el famoso Merzbow; japoneses de vanguardia con el ruido como música escuchable. Este tipo de manifestaciones musicales buscan mostrar el lado menos explorado de la música comúnmente comercializada y transportarnos a perspectivas distintas. En otro aspecto, se recordará que a finales de los ochenta, el sonido nihilista y perturbador del metal, irrumpió como otra bofetada en donde la agresividad y la frustración eran desatadas en notas rápidas y contundentes, en melodías tarareables pero furiosas y con letras de inconformidad. El extremismo distópico, surgió con el black metal noruego y finlandés, donde los festines terroríficos y paganos dieron pie al satanismo declarado en el rock. La visión de un mundo donde lo establecido diera paso a una forma pervertida de la sociedad y los cultos, fueron la bandera de bandas como Burzum, Mayhem, Emperor y Countess.


Pablo Sinuhé es psicólogo e investigador, lo cual no le ha servido de mucho. Ha publicado en distintos periódicos como Rotativo en una columna de opinión, en el suplemento cultural Subterráneos, de distribución nacional en recomendaciones musicales, artículos de investigación en revistas y en un libro, también ha sido  colaborador en un programa de radio y varias páginas webs, blogs y otras trincheras electrónicas. Participó en una compilación de cuentos entre preparatorianos como premio por ser el único en saber el significado de la palabra “hilarante”. A nadie le gustó su cuento. También es alcohólico.