sábado, 20 de abril de 2013

DISTOPÍA PRESENTA: MISOGINIA


            ¿Cómo abordar el problema de la misoginia sin caer en lugares comunes o posturas políticamente correctas? ¿Qué podemos decir nosotros que cientos de movimientos sociales en pro de los derechos de la mujer y en contra de la violencia de género no estén manifestando ya? ¿Debemos seguir la corriente para evitar la condena y no permitirnos una breve reflexión sobre las luces y sombras del discurso de la misoginia? Porque tampoco podemos ignorar la doble moral que se maneja en los aun mass media al desaprobar las expresiones de odio hacia lo femenino, y al mismo tiempo explotar sin miramientos la figura de la mujer a diversos niveles tanto como atractivo y llamada de atención para el consumo, así como herramienta política. Es difícil voltear hacia otro lado cuando percibimos incluso cierta complicidad de las féminas en este tipo de exhibiciones.

Por otro lado ¿Cuál es el origen de la misoginia? ¿Hay un nexo –fuerte- con los mitos y la religión? De entrada podemos afirmar que a través de esta última se fomenta por generaciones un desprecio de lo femenino, traducido posteriormente en usos y costumbres que degeneran en prejuicios muy arraigados. Peor aun cuando estos mismos prejuicios se transmiten en obras de las industrias culturales a partir de su reproducción en el cine popular por citar un ejemplo. Recordemos que hasta hace poco el estereotipo del macho mexicano fue educación sentimental (e instructiva también) de una gran prole en nuestro país. Ídolos del pueblo como Pedro Infante, Jorge Negrete, etc. permearon en la cultura popular legitimando ciertas actitudes perniciosas hacia la mujer. Y aunque actualmente ya no son influencia directa, mediante la música folclórica de segunda generación (ranchero, norteño, cumbia, bolero y demás) se siguieron promoviendo ideas y comportamientos machistas que hasta la fecha aún perduran. 

En este número tenemos posibles respuestas a esto: en primer lugar nuestro colaborador Roberto Juanz nos describe la concepción de la misoginia como una herencia intrínseca entendiéndola como  una “resurrección” reiterativa del desprecio entre géneros, señalándonos posibles culpables de dicha actitud ¿patología? Averigüen. “El mundo y sus curvas”  por Paco Payán nos detalla el particular punto de vista de Guiilermo Fadanelli, quizá uno de los pocos  escritores nacionales “malditos” y con más mala leche a la figura de la mujer; tres descripciones de sus cuentos correspondientes a la obra “Más alemán que Hitler” dan soltura a la posibilidad de la misoginia en las letras. La viñeta en su tinta por Gabo Sosa nos habla sobre la pro igualdad de la mujer dentro del universo del cómic, un espacio que como muchos ha sido dominado por la masculinidad (tanto en el espacio de guionismo, ilustración y en la concepción de personajes), nuestro colaborador da pruebas de que la presencia de la mujer en el comic no necesariamente se reduce a trajes entallados, cuerpos esculturales y poses incitadoras ¿O sí?...

El séptimo sello de José Huerta nos lleva por un viaje cinematográfico iniciado en el dejo eclesiástico para después saltar a una de las obras clásicas de Arturo Ripstein: “El castillo de la pureza”, será allí en donde nos dé seña y santo del comportamiento reprobable del protagonista “Gabriel”, sin duda un arquetipo del machismo. En la sección “Good Bye Cruel World” Hansel Toscano nos habla desde una postura social en donde la mujer –desde la perspectiva mediática- funge en un papel enraizado como objeto de consumo y no sólo eso, sino así mismo conocedora de sus alcances desdeña bajo el mismo acto que es acusado el hombre: su intolerancia y su tan preciada incomunicación. Y por último pero no por ello menos importante la sección llevada por Agustín Güiris nos describe los avatares musicales a los cuales tuvo que enfrentarse la compositora, ejecutante (guitarra) y cantante Bonnie Raitt, considerando que ésta decidió expresarse en un género en donde la desestimación de las féminas es caso frecuente, hablamos del Blues. El álbum en particular es “Give It Up”.

Como verán el tema de este número es presto a la pluralidad, al final sus opiniones serán la marca registrada de su sentir. Les invitamos a que disfruten, se incomoden o conozcan las ideaciones del equipo de Distopía referentes a la Misoginia.


LAS MUJERES NO SON DE VENUS


             Para entender el desprecio a la mujer, su señalamiento como responsable-culpable de las diversas afecciones que ha padecido el hombre (dicho esto en estricto sentido de género), entiéndase en primer lugar que las “molestias” que llegase a provocar, ajá, la mujer, siempre se ven acompañadas por un irradiable sentido de bienestar, de necesidad, de deseo, es paradójico pero “Sin ellas no seríamos nada”. Partamos de lo lógico, de la lógica de la naturaleza, siempre sabía, siempre madre, arranquemos entonces de esta última palabra que sigue siendo muy libre de la denotación y causa efectivísima de la connotación para cualquier hombre del mundo (occidental, oriental y sub terrenal).

La propiedad de los hombres (fuera de géneros) designó en principio la valía de la mujer como “creadora de vida”, Gynes dictaban los griegos, lo cual significa: “aquella que da la vida”, es pertinente comprender que tal adjetivación no buscaba exaltar la que por condición humana sería el triunfalismo de la mujer sobre cualquier desestimación; la argumentación homerística de esto lleva de manera no muy oculta determinar que la función de la mujer se reduce a eso precisamente “dadora de vida” y nada más, el resto: pensamiento, creación, ingenio, sensibilidad (sic), cognición y demás bondades humanas eran de uso-propiedad exclusiva de los varones.

Tenemos una antesala, El Génesis, el mundo, las tierras, los mares, la noche y el día fueron creados por la mano Dios (la original), en el sexto día decidió crear un algo que “encajase” en las tan bondadosas creaciones, un ser que tuviese en principio la posibilidad (inerte y pasiva) de acatar no solicitudes sino designios evocados al placer, ajá, al disfrute, eso en tanto era la Tierra en aquella bendita ficción. El descubrimiento de dicho mundo fue entonces tarea meritoria del hombre (“creación perfecta”), parecía que hasta entonces en esos anacrónicos días el hombre no logra sellarse en la felicidad eterna, necesitaba de algo que le acompañase en su descubrimiento, que hiciera de sus risas, sus lamentos y pasiones una realidad distinta.

Una acompañante que terminaría siendo su compañía eterna, y vino ella: Lilith, la primera esposa de Adán, el ensayo-error de lo femenino, Adán parecía satisfecho, emocionado en desmedida me atrevería a decir, en el caso de Lilith no funcionaría, demasiada pasividad en ese hombre, en sus manos y en su cercanía; un día decidió abandonarle, se fue. Y allá entre demonios, miedos y culturas Lilith se hizo sirena, se hizo arpía, bruja amante de los pesares del hombre. Entonces Adán tuvo una nueva compañera, difícil sería que ésta le abandonase dado que era parte de él, minúsculo componente óseo, su costilla.

Defectos le acompañaba, resultó una hacedora de errores, la tentación en su impresionabilidad es acto mismo que hizo de la mujer o al menos  lo que pensamos sobre ellas: unas hijas de la vulnerabilidad, de las tentaciones de la carne que ellas mismas producen. Consolidándose entonces un menosprecio, un odio, envidia en esa figura, no en lo orgánico sino precisamente en lo íntimo, en la intimidad de su albedrio, en su poder mismo como creadora de vida (siendo la madre que la recordase al hombre su primer tributo doctrinal).

Ella ahora fungiría entonces como el pináculo mismo de la libertad. El hombre se vio en la necesidad de desarticular esta concepción y precisó en lo que para ese momento cobraba sentido en las relaciones humanas: el poder, el domino y la desestimación del otro. Si bien el requerimiento era intrínseco en ambas partes (léase la dependencia mutua), debía hacerse las cosas como Dios manda, y en el entendido de que éste es “hombre” por ley el varón impondría las reglas, la relevancia de los géneros y más adelante de los roles sociales.

¿Inferioridad filosófica? Sí, Aristóteles es el primer misógino activo, decía y sostenía que la mujer a nivel escala ocupaba un lugar por debajo del hombre, la mujer se le percibía como un ser no pensante, sí sensible, amorosa pero siempre se dejó claro que la mujer presentaba una insuficiencia; determinaríamos temerariamente que la postura de Aristóteles respondía a la preferencia, al gusto por lo masculino. Ni hablar, al final logró interiorizar esta  enseñanza en ambas partes. Lo menciono porque la responsabilidad del desprecio es techo compartido, la mujer posibilita –no siempre- la indulgencia del desprecio a su propia comunidad, considerando que de aquellas interiorizaciones y enseñanzas fue acomodándose en una zona que, si bien le hacía verse menor, al mismo tiempo le cubría en el manto de unas de las causas mejor logradas en el sentido de las correspondencia de los otros, me refiero a la victimización.

Revoluciones culturales vendrían, antecediendo la participación en los sufragios, el poder de poder decidir, un “basta” contundente “el sostén como una imposición, como una represión”, lejanas analogías que se sobreentendieron y dieron como resultado la mimetización: odio entre mujeres, odio entre mujeres y hombres, conclusión: desprecio por la especie, desprecio por todo lo humano. Entonces ¿Es la misoginia un miedo en conversión que nos hace desestimar por el miedo mismo a ser desestimados, abandonados, engañados? ¿Es la misoginia, el machismo, el sexismo  una enseñanza facultativa de la raza humana para diferenciar posicionamientos y niveles sociales? ¿O es una invención más que nos permite realizar tesis sobre quién es mejor o peor en un espacio que cada vez es menos habitable? Personalmente considero que es todo, aunado el desamor consigo mismo, si odias, si desprecias, en principio debes odiarte y despreciarte a ti mismo.

“Cuando nadie te quiera, cuando todos te olviden, volverás al camino donde yo me quedé;  volverás como todas con el alma en pedazos a buscar en mis brazos un poquito de fe.”
  
José Alfredo Jiménez

… Un mezquino se atrevió a decir que las mujeres eran de Venus mientras que los hombres eran de Marte, que forma tan limitada de hacer o querer dar sentido a los cuerpos, sí, los celestes y los humanos, aunque describe divergencias también en el sentido del carácter, de los afectos y la adaptabilidad. Esto es  funcional en mentes cobijadas en los binomios: bueno o malo, negro o blanco, papel o tijeras, pene y vagina, mujer y hombre…


Roberto Juanz: Psicólogo que discurre entre lo clínico, lo social, lo cultural (le gusta el mote –autodenominado- de psicoanalista culturalista), por tanto hijo no perecedero de la psicología Junguiana y forzado en los quehaceres simbólicos y lingüísticos. Sus hobbies han definido su complicada y neurótica personalidad: dibujante por herencia (mimetizador, no creador por el momento), narrador, “escritor” y “ensayista” (fetichista de la cotidianidad, obsesivo del inconsciente colectivo y visitante constante del onírico), lector asiduo- enajenado del comic, la ciencia ficción, la prensa y de lecturitas libres (eso sí bien selectivo, al menos eso dice). Disperso, ficcional pero no por ello ausente de destellos, ya dirán.

LAS CURVAS Y EL DESENCANTO


La vanidad ayuda a existir a quien, en esencia, no es nadie.
-Guillermo Fadanelli-.

               El mundo femenino es un tapiz plagado de infinidad de encantos, abismos, trampas y múltiples aristas que invitan al paseante al arrojo, perdiéndolo en el  laberinto de sus rutas. Pasamos de lo abstracto a lo concreto y de lo concreto a lo genérico, de la mujer a una mujer y de una mujer a las mujeres. Ya decía Unamuno: el amor precede al conocimiento, y éste mata a aquel.

Adentrarse en los bosques con faldas es una aventura de la cual salimos irremediablemente amputados por algún lugar. Dedos, brazos, orejas van quedando desperdigados en el transcurrir. Ser adulto significa haber perdido algo; de lo contrario estaríamos hurgando en círculos hasta el infinito, sin atrevernos a cruzar ese campo minado llamado mujeres que seduce como pocos. Sin embargo, cuando el  desencanto – ese incómodo inquilino- asoma la cresta, no hay más remedio que patear el balde de los recuerdos carnales para aliviar de apoco la zozobra que nos cobija, aparcados en estados que llegan a rallar en la locura y el esperpento. Sin titubear creo y me atrevo a decir que todos llevamos escondida bajo el sombrero nuestra lista de perplejidades y desprecios.

“Hay una infeliz durmiendo plácidamente en mi recámara. No se trata de una extraña, sino de una mujer que ha vivido conmigo los dos últimos años de mi vida. No me sorprende, por supuesto que no. Así como a otros les parece agradable el ver cómo una vaca se va poniendo gorda o cómo a un árbol le van naciendo manzanas, a mí me seduce el ver de qué forma se lo va llevando todo la chingada”. Así da inicio hojuelas sobre la cama, relato inicial de ese abanico que lleva por nombre “Más alemán que Hitler” de Guillermo Fadanelli. Cuentos que punzan y ladran  por sí mismos, donde el ejercicio arrebatado, desenfadado y sutil por parte del autor nos devela ese repudio/deseo antagónico necesario que son las féminas para cada una de las historias y personajes que habitan sus páginas; envueltos desde luego, en ese halo de descontento y desdicha que suele ser en ocasiones la vida en pareja.  Un manual para principiantes y doctos en el tema.

Seguido por “Muebles, de un lugar a otro”: actividades cotidianas que pesan como una losa y caen en el hartazgo de quien observa a Tania empecinada moviendo de aquí para allá el paisaje de la sala –según ella, para evitar la monotonía-. El protagonista la interrumpe de tajo al ritmo de límite y tragos que terminan por enviarla a la lona, para que éste le propine lo que se merece durante un par de horas en la cama tratándola como vil objeto. Acto seguido regresa a la sala para quebrar uno de sus cuadros favoritos con la consigna de que a la mañana siguiente producto de la resaca y confusión Tania quede rendida a sus pies nuevamente y deje de seguir insistiendo en sus inútiles cambios.

Por otro lado La virgen de la buena leche nos instala en el cuarto de una puta a la que  frecuenta constantemente su cliente acompañado por su perro. Un cuadro de una fotografía de Araceli a los 10 años  con dedicatoria de un reconocido poeta “Las putas también nos vamos al cielo, sólo que no una vez, nos vamos todas la noches” maravilla al visitante mientras la robusta Araceli está prendada de su miembro a lengüetazos compartidos con el perro. Finiquitado el asunto hurga entre sus bolsillos y deja algunos billetes arrugados no sin antes decirle “Gracias mujer, te vas a ir al cielo”.

Fadanelli apunta en estos catorce relatos que los persignados y cobardes suelen vivir ignorando esa otredad que llevamos dentro y que se puede dinamitar en cualquier momento tomando como anomalía  necesaria una opinión o acción descabellada a una “normalidad” institucionalizada. La atmósfera del libro es la desesperanza, el repudio y la incomprensión del mundo femenino como sucede en Más alemán que Hitler segundo relato que lleva el título final del compendio donde el personaje ante la imposibilidad de entender cuando Irene reflexiona en voz alta decide omitir sus opiniones sobre ella “Si Irene habla demasiado es porque tiene miedo de los treinta y siete años recién cumplidos” “las mujeres le ofrecen cuentas al espejo no a los hombres” y así termina en el asiento giratorio de una barra tras la confesión Irenesca en la que había estado esa misma tarde follando con alguien que no volvería a ver jamás, el personaje reflexiona en el bar sobre lo sucedido: “mi mujer era más mía que nunca, y ese día, ayer apenas, el más feliz de mi vida”.

Darse la vuelta en la literatura de Fadanelli es una inmersión que si bien puede molestar a algunos (as), no deja de ser un manjar para esos días en los que la sombra del desencanto nos lleva por recovecos incendiarios. La medicina y el remedio pueden explotar en carcajadas mientras la lectura avanza ¿denunciando? ¿Denigrando? No lo sé, pero sí dejando constancia de ese hilo finísimo del que  pendemos día tras día en nuestro contacto con el mundo de las “damas” que tanto molestaba a Schopenhauer. Ganchos con los que el lector debe enfrentarse, sacar sus conclusiones y estar atentos porque de lo contrario corremos el riesgo de anularnos a nosotros mismos.

 “Una extraña manía me acosa en los últimos tiempos y es la de pensar  que todas las mujeres ocultan algo muy grave y que por lo tanto es mejor no averiguar ni molestarlas con preguntas. Creo que ningún secreto masculino vale lo que uno femenino porque si este último pudiera ser develado el mundo interrumpiría su marcha”.


VIÑETAS ROSAS: LUCHANDO CONTRA LA MISOGINIA EN EL COMIC


            Cuando Siegel y Shuster creaban a cierto Kriptoniano superpoderoso, por allá de 1932, nacía por igual el género de los superhéroes: inmensas filas de encapuchados, enfundados en ajustadas y variopintas mallas, poseedores de indescriptibles superpoderes. Comenzamos a saber de nombres que, ahora, en la actualidad; son sinónimo de grandes éxitos comerciales y objetos de culto: Batman, Spiderman, Green Lantern, Wolverine, Hulk…pero una curiosa característica poseía este enorme y extenso universo de héroes enmascarados: en ese entonces no había ni una sola chica en algún papel trascendente, algún personaje inolvidable que, al igual que sus compañeros masculinos; nos hiciera vivir grandes aventuras.

Las apariciones femeninas se reducían a la típica damisela en peligro, a manos del villano en turno, y que, en su gráfica en las viñetas; eran representadas como seres totalmente susceptibles a los ridículos medios de engaño y captura por medio del némesis, y absolutamente dependiente del rescate realizado por el héroe. Era una especie de fórmula con la que funcionaba el género hasta bien entrada la década de los 90’s: en México, por ejemplo, era de cajón ver los comics de íconos de la lucha libre (Bluedemon, Santo) rescatando curvilíneas, indefensas y poco vestidas chicas en situaciones de franco peligro.

Esa ha sido otra temática que diferentes asociaciones pro igualdad de derechos ha recalcado debe desaparecer de un medio masivo como el cómic: la imagen “vulgarizada” de la mujer, con poca ropa, atada y en situaciones de peligro mortal. Bien sabido es que, los autores de este medio (en su gran mayoría, hombres) reflejan en su trabajo ciertas situaciones “fantásticas” (sexualmente hablando) que marcan muchas veces su estilo propio de trabajar. Este ‘clamor’, acompañado de cada vez más mujeres trabajando de manera profesional en el medio del comic (ya sea como escritoras, o incluso artistas), pudo haber generado un enorme génesis de personajes principales femeninos, con un papel preponderante; al punto de tener sus propias series y ser, incluso, títulos “bandera” de muchas editoriales.

Pero acaso en este advenimiento de la heroína (femenina en extremo, superfuerte, dominante y extremadamente sexy) se nota “la sombra” de un machismo fundamental que es, en muchos casos, cultural? La historieta en México ha tenido muchos títulos populares, de gran venta, que han lanzado por los cielos a los talentos detrás de sus viñetas: un claro ejemplo son “las chicas” de Oscar Bazaldúa, prolífico artista mexicano que ilustró las portadas de varios comics populares, tales como ‘Bellas de noche’, ‘Relatos de presidio’ o ‘Libro siniestro’. Cada semana, su arte engalanaba las portadas de esos títulos que se vendían como pan caliente. Muchas personas lo vilipendian: “¿por qué tanto ‘show’ por sus viejas encueradas” Sí, precisamente por eso. Porque una verdad innegable del mercadeo, en todos sus niveles, es que “el sexo vende”. Inclusive los mercados liderados por mujeres han descubierto, y explotan muy bien, las ventajas de su género. Pero eso es otro cantar…

Muchos autores contemporáneos han dado a la mujer el papel trascendental que a muchos ha gustado en este medio. Personajes entrañables como Vampirella, Witchblade, Elektra, Supergirl, entre otras; nos han regalado inolvidables momentos y aventuras al hojear mensualmente sus páginas. Pero siempre hay un resquicio de duda, alguna situación ‘oscura’ que hará que las voces del desapruebo suban el volumen y alcen el puño: porque si, tenemos heroínas importantes como Wonder Woman, que patearán traseros de aquí a la eternidad; pero algunos dirán ‘realmente es necesario el dibujarlas en esas poses? Con esos trajes? No les parece denigrante?’.

Todo es cuestión de enfoques y una realidad irrefutable es que en este medio hay muchos hombres empuñando los lápices o las plumas electrónicas, y seguirá habiendo chicas con poca ropa, grandes atributos y muy valientes que seguirán combatiendo a los malos por el universo. Y eso está bien, ya que muchos de estos guiones son a cargo de talentosas mujeres que quieren proyectar y darle un lugar a la mujer en un medio dominado tantos años por la testosterona. Ya los artistas encargados de la gráfica nos obsequian con ese poquito de fantasía que nos hace más agradables los viajes al infinito combatiendo horribles extraterrestres invasores.

 Y si, queremos (quiero) heroínas inolvidables, superfuertes, valientes, forradas en ajustados trajes que desafían toda lógica (incluyendo la del buen gusto), que salven al mundo, sexys…pero con mucho cerebro y humanidad, que enaltezcan todo lo que significa el papel de la mujer en este pequeño mundo.

Y me despido desde esta cornisa, sigo esperando que me rescate mi Super Wife…



Gabo Sosa…ingeniero, comiquero, padre de dos super niñas hermosas.

EL SETENTERO MACHO MEXICANO.

           
           El Diccionario de la Real Academia Española define la misoginia como la aversión u odio hacia las mujeres, ambas palabras las podemos ver representadas en diferentes niveles en la sociedad y su pasado es tan distante, que podríamos remontarlo a los mismos inicios de la era humana. Las sagradas escrituras tienen una fuerte carga machista, Eva surge de una costilla de Adán, todos los apóstoles son hombres, la participación de las mujeres en el organigrama eclesiástico pareciera tener una función meramente contemplativa, sobre todo en las altas esferas gubernamentales con sede en el vaticano. Estas “nociones morales” con las que ha crecido la humanidad siguen vigentes, aún con el “boom feminista” y la contemporánea equidad de género, la mujer sigue siendo relegada en muchos ámbitos, léanse empresariales, políticos, filosóficos, cinematográficos, etc., con esto no quiero decir que la mujer no tenga participación en ellos, la hay, y como sucede con su opuesto genérico el hombre, hay quienes destacan dentro de cada ámbito y otros que no merece la pena mencionar.

Sin embargo, todas estas ramas han sido creadas por hombres y por defecto explotadas también. En este sentido el cine no se queda atrás, aunque de forma curiosa, es el cine el que ha creado (en ocasiones no por él mismo sino como un recurso) la mayoría de los íconos y estereotipos femeninos a los que cualquier jovencita le gustaría aspirar, muchas darían todo por haber interpretado el papel de Marla como lo hizo la esposa de Tim Burton, Helena Bonham Carter, con tal de haber tenido a Brad Pitt  o Edward Norton entre sus brazos en “El club de la pelea” (Fight club, David Fincher, 2000); aunque no tantas se interesarían en dar vida a los personajes de Beatriz, Utopía y Voluntad, madre e hijas interpretadas por Rita Macedo, Diana Bracho y Gladys Bermejo respectivamente, en la película de Arturo Ripstein “El castillo de la pureza” (1973), cinta mexicana que saca a relucir lo peor del género masculino en una era donde la urbanización (generalmente representada en la centralizada y metropolizada Ciudad de México) y el progreso, tanto económico como intelectual, eran banderas de gobiernos cargados de pura demagogia y poca acción, germinando la semilla de la desidia en una sociedad (y en las familias), que no coincidía con las imágenes que los poderes fácticos mostraban por doquier.

A este tipo de familia hace alusión Ripstein con esa película, un esposo machista desbordado en su locura que mantiene alejados de la sociedad a su familia con tal de “protegerlos”, cinta que muestra bien las características animales de este tipo de sujetos y que iré ejemplificando en base a los diálogos que este mísero personaje tiene con su esposa e hijos para justificar su distorsionada percepción de la realidad.

El inicio de la cinta nos sitúa en una antigua casona mexicana, con esos enormes patios centrales desprotegidos por donde podía caer el agua de lluvia en esas defeñas tardes setenteras (década en la que se filmo y se desarrolla el film), en una de estas casas vive Gabriel Lima, interpretado por Claudio Brooks, un hombre de mediana edad que se dedica a la venta de insecticida, el cual elabora con la ayuda de sus dos hijas, las antes mencionadas Utopía y Voluntad, así como de su hijo Porvenir, interpretado por Arturo Beristein; la locura de Gabriel queda demostrada desde los nombres de sus hijos, una enfermiza forma de demostrar sus creencias o valores,  a los cuales trata como meros trabajadores, como entes mimetizados a su voluntad, porque de lo contrario sufrirán el azote de su castigo que va desde el confinamiento (por horas o días) en una especie de mazmorra siniestra, hasta los brutales golpes propiciados por su cinturón.

El mencionado caserío, en donde transcurre la mayor parte del film, está dividido en varias secciones que sirven al alterado Gabriel para tener diversas actividades con su familia, en la planta baja se ubica el taller donde elaboran el insecticida sus hijos bajo la estricta supervisión del padre, un cuarto lleno de contenedores con agentes químicos para elaborar el veneno, jaulas con ratas en su interior para realizar mortales pruebas con tan desagradables animales, lugar del que Gabriel se sirve para compartir sus miedos y tormentos con sus hijos “…por las ratas he aprendido a conocer a los hombres, ¡son iguales!, por eso quiero que ustedes no tengan ningún contacto con el mundo, vale más que sigan encerrados aquí entre mis ratas que ver al mejor de los que están afuera”.

Un área despejada sirve para la rutina deportiva que el padre les impone a sus hijos, además de una habitación anexa que cuenta con bicicleta, bandas elásticas y una tabla para hacer sentadillas con el fin de que los inocentes hagan una rutina de ejercicios completa; otro cuarto de la planta baja sirve al padre para darle clases a sus hijos, obligándolos a memorizar frases celebres que delinean bien su perturbada mente, “Para hallar a los hombres es necesario dar la espalda a la humanidad” de Ellis, o “El hombre de recia voluntad moldea el mundo a su gusto” de Goethe, frases que sus hijos repiten al unísono; un espacio más pertenece a la cocina donde la familia se reúne a comer los alimentos diarios en absoluto silencio, sin perturbar la tan anhelada paz que busca tener Gabriel, nadie en lo absoluto puede hablar sin que su perturbado padre tenga un arranque de violencia.

El patio central tanto sirve para que los pequeños jueguen a los encantados, como también para reprimirlos, como lo hace con su hija más pequeña Voluntad, cuando esta, después de un descuido del padre que salía a sacar la basura, se escabulle para acompañarlo, la molestia del padre por ver en la calle a su hija fue mayúscula, “Eres como tu madre, apenas le di la espalda y buscó la calle”, ese mismo espacio sirve para que abogue por el bienestar de sus hijos en tiempos de crisis, “Mañana mismo acotas las raciones de comida, también se van a usar menos los focos y todos esos lujos, además despídete de los cosméticos”; todo esto bajo la mirada complaciente de la madre con la que comparte la recamara principal en donde, conforme avanza el film, las agresiones van en aumento, el tono de sus acusaciones va desde frases como “…siempre estuviste llena de hombres, todo el tiempo estas pensando en ellos aunque finjas no pensar en nada”, hasta revelaciones sumamente hirientes “Vengo de estar con una muchacha muy joven, y sí era virgen, no como tú, con razón aquí nunca ha existido la pureza”, llegando incluso a propinar sendas golpizas a Beatriz, quien ya cegada por su sumisión aboga por su marido cuando esta a solas con sus hijos, “Debemos tener paciencia, se le pasará”.

Sin embargo, la inconformidad ya esta tocando fondo, y Gabriel con sus acciones también, el nulo contacto que sus hijos tienen con el mundo exterior les impide conocer más, y conforme se desarrolla hombre y mujer, el apetito sexual y la experimentación brotan como flores en primavera, situación que orilla a Utopía y Porvenir a buscar cierta privacidad que encuentran en un coche viejo que su padre guarda en el patio de la casa, en este claustrofóbico espacio son sorprendidos in fraganti por Gabriel, la furia de este no se hizo esperar, enjaula a Porvenir en las mazmorras durante varios días y a su hija la reprimió a golpes, la encerró en un cuarto y le prohibió hablar durante las comidas.

La situación en este momento comienza a salirse de las manos del riguroso papá, sus arranques cada vez son más agresivos, la poca tolerancia que tenía comienza a desaparecer, su irritabilidad, antes controlada por una mitomanía desenfrenada (en algún momento Gabriel ofrece dinero a la hija de una tendera para tener relaciones a lo que esta se niega, él ofendido le miente a la madre de esta de habérsele insinuado, o una mejor, en un momento Utopía descubre a su padre con un cuchillo intentando herir a su madre, cuando este nota su presencia le arguye que era su madre la que intentaba quitarse la vida), es sólo una de las muchas justificaciones que Gabriel tiene para enfrentar su miseria, su vulgar expresión sociópata comparando a las ratas con los hombres, su desfigurada idea de seguridad, su carente sentido de responsabilidad, todas estas enfermedades psicológicas con las que su familia ha tenido que vivir durante 18 años enclaustrados, encerrados con ese animal supersticioso, su decadencia va acompañada del odio que Utopía le guarda luego de que, según las trasnochadas ideas de su padre, ella coqueteó con un inspector de salubridad que visitó la casa para ver las condiciones de higiene en las que trabajan, en su frenesí tira y golpea a su hija con su cinturón, también agarra y corta grandes mechones del cabello de esta dejándola tirada con poco menos que su escaso orgullo; a pesar de haber padecido tan atroz encuentro con el padre, toma la decisión de acusarlo con la policía orillando a contemplar el desenlace de esta familia urbana en la prosperidad setentera.

Elegí hablar de la Gabriel y la casa como un solo, porque el inmueble es una extensión de la persona, la primera sirve como espacio de confinamiento para intentar mantener estable la seguridad emocional de la segunda, es por eso que Gabriel buscaba dominar a su esposa e hijos a través del miedo a lo desconocido, su inseguridad era tan grande como su aversión o despreció por las mujeres, a las que sólo ve como objetos, sean reproductores, sustentadores o sexuales, un hombre que esconde sus temores en su realidad inventada, en una casa que funge como un palacio de arena que cada vez se desmorona más, que utiliza la violencia como forma de solventar situaciones que escapan de su control o voluntad, su mujer y sus hijos parecieran ser robots bajo las ordenes de un capataz ciego con un látigo mortal, un hombre que lamentablemente existe, en mayo o menor medida, pero lo hay, no podemos ser ajenos a nuestra triste realidad plagada de feminicidios y demás situaciones atroces que muchas mujeres tienen que soportar, provenientes de hombres como Gabriel que en una frase resume todo su pesar:

“Las mujeres tienen la culpa de todo”


Sobre el autor: Empresario cinéfilo, realizador “progresivo” de la imagen y de su construcción en movimiento. Licenciado en ciencias de la comunicación, hecho que no ha sido impedimento para aventurarse en proyectos que viven en sus pesadillas, en su estilo – cada vez más propio- de lo que es el mundo; acuñado en la lectura, el cine, la fotografía y en últimas fechas la novela gráfica (vale la pena revisar sus análisis que van desde la cuadratura técnica a las bondades de la significación). En resumen un hijo putativo de Lynch defensor de la imagen, el “buen gusto” y de la creación voraz.


¡MISOGINIA MIS POLAINAS!


           Y es que basta con echarle un vistazo al vídeo de las "Ladies de Polanco" para darnos cuenta de que... ¡Hay algo podrido en Dinamarca! Exceptuando a las duras teocracias de medio oriente, hoy la mujer en buena parte de este lado del planeta puede insultar a quien le dé su rechingada gana, ser grosera en cualquier centro de educación o trabajo, inventar chismes si alguien le cae mal, hacer grilla o meter cizaña si se ve superada o siente que le están quitando algo, y finalmente, hacerse la victima cuando no consigue lo deseado: "Claro, como soy mujer... no me dejaron ser presidente" (ay Marthuchis, si los hombres somos re malos.) A todo esto, súmele las mentadas cuotas de género donde a fuerza se les debe de otorgar un puesto, como si no tuvieran la capacidad para entrar en competencia como muchas de ellas si lo han demostrado.

Empero, el contraste como siempre, viene al asomarse en las representaciones difundidas por la mediosfera: la mujer es víctima de discriminación, maltrato, feminicidios, llaves y patadas voladoras, violaciones y acoso laboral (todo esto cierto) y sin embargo, es la primera en prestar su imagen como objeto de consumo y transmitir en muy poquita ropa, un modelo basura de su papel en la sociedad ("Manual de la perfecta cabrona" y otras babosadas). No hay casi barra matutina donde uno no encuentre grupo de señoras (y hombres también) dando consejitos femeninos y "cotorreando" zonzeras de la vida privada de las celebridades (ah, pero eso sí, se paran el cuello moralmente cuando lanzan sus juicios apabullantes.) Pareciera que el discurso de la violencia contra la mujer o en defensa de esta, solo se usa a conveniencia para simular una cierta preocupación y una relativa responsabilidad, mientras por otro lado campea la frivolidad y el falso glamour (la mujer guapa, buenota y a la moda es la que vale). 

La misoginia, sin ser regla general aplicada al mundo masculino, existe (es innegable) y causa estragos en la sociedad, pero a través del filtro de la cultura mainstream se convierte en una justificación para un arbitrario empoderamiento femenino (una idea más a aprovechar incluso hasta comercialmente, ya sea en series como Las Aparicio, obras de teatro tipo los Monólogos de la Vagina o en películas absurdas del cine mexicano). "¿Por qué nos odian?" se preguntan muchas desde la pose y el feminismo de aparador, sin siquiera evaluar si esta posición de mártir/las viejas somos chingonas es un enfoque socio-cultural adecuado. No es una cuestión de enfrentamiento entre opuestos en la cual el hombre es el único culpable (igualmente de parte del "sexo débil" se da el maltrato en muchas relaciones). O dicho de otra forma, la mujer también es cabrona y en grupo efectúa bullying verbal como cualquier macho, como pareja puede llegar a hacer las mismas fregaderas y daño psicológico que un hombre, y no duda en aprovecharse de su condición para manipular a quien se deje (ninguna de estas conductas son inherente de todas las féminas, hay que aclararlo).

En esta época de desorientación y de paradigmas éticos y deontológicos en crisis, los conflictos entre hombres y mujeres se deben abordar sin estatutos legales tendenciosos y buscando siempre el respeto mutuo inculcado desde la educación y los núcleos familiares fuertes. El hombre no es misógino por naturaleza, por ignorancia y pésima formación llega a serlo por las mismas razones que muchas mujeres actualmente están exteriorizando misandria* a gran escala. Finalmente, la misoginia más nociva se está manifestando a través de numerosos productos de la industria del entretenimiento, que no dudan en presentar a la mujer solo como un "apetitoso" pedazo de carne sin otro fin más que excitar la libido. De hombres y mujeres depende cambiar esta limitada percepción.

*Misandria: Odio a los hombres o aversión hacia lo masculino.


Acerca del culpable de esta columna: ha trabajado en medios donde nadie más se atrevería a hacerlo y ha visto cosas en ellos que más de una vez le han hecho exclamar: "pues mientras me paguen". Analista político del multiverso y al mismo tiempo fiel seguidor del profesor Caos, el autor se declara toda una autoridad lógica en el tema del sin sentido.

GIVE IT UP – BONNIE RAITT (1972)


“I've never seen such losers, darlin', even though I traed to find
a man who could take me home stead of takin' me for a ride…
…And I need someone to love me, I know you can…
Believe me when I tell you, You can love me like a man “

               Con su tez blanca y su rostro cuasi burgués, Bonnie Raitt bien podría haber sido una silueta desapercibida en cualquier calle transitada de los Estados Unidos –su país natal– a excepción tal vez de su cabellera roja y su particular mechón blanco en medio de este. Pocos, es cierto, habrían de predecir (o suponer) que esa pequeña niña, hija de un actor/cantante de Broadway y una pianista, habría de adelantarse varios pasos selectivos en la incipiente familia de Blues para obtener no sólo su escuela, sino la construcción de la propia; un sello, un estilo y un legado. Y es que al hablar de Bonnie Raitt estamos ante una de las figuras musicalmente féminas más importantes de las últimas décadas; una de las intérpretes más importantes del género, una de las mejores ejecutantes del mismo. La más grande guitarrista mujer de todos los tiempos.

Su descubrimiento se inscribe medianamente bajo los triviales y obligados preceptos del sueño americano. No obstante, el hecho de cómo este género ciertamente machista la halló en medio de una personal ideología de rescate de tradiciones en el África negra, es tan pasional como diferente y sumamente personal. Su lucha, pues, significó un quebrantó ante las tradiciones sexistas del género, la ruptura de ciertos eslabones ya medianamente redimidos por y para un grupo de hombres que vieron no en su color de piel, sino en sus venas, su voz y su tacto, un ciudadano más del alma negra que construyera no sólo la edificante música de un país inmigrante, sino el legado cultural más importante de dicha nación.

Bonnie Raitt, pues, dio un fuerte golpe de confirmación al hecho de que esa tradición pura no pertenecía únicamente a la masculinidad con éste su segundo álbum de estudio, tampoco es que ella haya sido la primera en intentarlo o lograrlo, no… El tiempo y contexto social pernearon, junto a su inherente talento y sentimiento, la oportunidad de abrir el camino para que las mujeres se subieran al escenario a demostrar lo obvio, lo lógico; que no hay ni nunca ha habido divisiones en la siempre vital carretera de la música.

Y es que lejos de exponer su natural entendimiento al espíritu del Blues, el portentoso y elegante sonido que Raitt creó no quedaba inscrito únicamente en este, sino que la tradición del Dixieland y el Ragtime eran una influencia clara en sus primeros trabajos; lo que además de la eficiencia, sumó clase a su estilo y diseñó enérgicamente la firma que tanto elogiaron los expertos de la época. Rúbrica que, hay que decir, soportó la lamentable baja de ventas después de su tercer entrega, donde sonidos Soul y hasta latinos comenzaban a vislumbrarse.
              
“Give It Up” es entonces la validación –como suelen ser los segundas producciones de aquellos que sorprenden con su debut– de una mujer blanca que no sólo ejecuta a la perfección el Blues
+más puro, sino que interpreta y alude los temas inmaculados del género; el ruego, la espiritualidad, la fortaleza del alejamiento sentimental, la amargura y el deseo de aquello que obligadamente llamamos vivir. Es un grito casi enmudecido que no para de vibrar por nuestras entrañas, y que nos hace mover ocasionalmente en forma de baile, ocasionalmente  en forma de sollozo.

Bonnie Raitt nos entrega, pues, un disco redondo que se disfruta desde la primera hasta la última nota. Una obra que denota y explota Blues en estilo, forma, sonido y pasión. Un disco que no es sólo un canto que derrota las barreras machistas del género y los géneros, sino también una ejecución brillante que queda para el disfrute y el engalane de aquel que quiera, humildemente, hacerlo simple y llanamente sonar. Yo los invito a hacerlo.


 Tracklist.

I.- Give It Up Or Let Me Go (4:31)
II.- Nothing Seems To Matter (4:05)
III.- I Know (3:48)
IV.- If You Gotta Make A Fool Of Somebody (3:01)
V.- Love Me Like A Man (3:12)
VI.- Too Long At The Fair (2:59)
VII.- Under The Falling Sky (3:46)
VIII.- You Got To Know How (3:37)
IX.- You Told Me Baby (4:12)
X.- Love Has No Pride (3:47)

Sobre el autor: Amante de las artes tonales y narrativas, se dedica, como muchos connacionales, a muchos más proyectos mentales que reales. Se dice que está en el proceso de escritura de un guión para largometraje. Nadie ha visto una sola página sobre él. Para mayor información, vista su espacio personal: www.lacosaestaasi.blogspot.com