domingo, 16 de junio de 2013

DISTOPÍA Sensacional de Cultura No. 4 - PDF


Tema: El Olvido

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viernes, 14 de junio de 2013

DISTOPÍA PRESENTA: EL OLVIDO


“No existe el deber de recordar, sólo tenemos el derecho al olvido”
El elogio del amor de Jean- Luc Godard.

    El problema del olvido suscita una cierta ambivalencia fenomenológica. Por un lado, tenemos el rescate obsesivo de una gran gama de productos de la cultura popular (provenientes de diversas épocas), a través del  internet por acusar algo en la inmediatez. Lo que empezó siendo una moda retro se ha vuelto un estilo de vida y también una necesidad acuciante: la de recuperar un pasado en común. Sobre esa misma arista, la antropología aficionada, o la arqueología pop, busca en el hallazgo y en la compra de viejos objetos, el apaciguamiento de la marea interna de la nostalgia: viniles imposibles con su arte intacto, juguetes de una infancia soñada o imaginada, consolas o videojuegos de arcadia con aventuras sui generis y un sinfín de piezas más en un mercado de antigüedades ad hoc para explorar y devorar. Volviendo a lo digital: música descatalogada, cine y películas perdidas, libros en desuso, historietas, dibujos animados, imágenes icónicas, videos (VH1 es prácticamente un canal de los 80's) programas de tv en general, todo aquello que en algún momento hubo caído en el ostracismo, nuevamente vuelve a circular con viejos y nuevos seguidores.

No solo la infancia y la juventud se reconstruyen desde otra óptica, la historia misma de las artes se trastoca con nuevos exponentes que en su momento no fueron valorados, o en su defecto no tuvieron la oportunidad de ser conocidos más allá de sus fronteras. Vivimos entonces (en el aspecto de la añoranza), en los tiempos del Revival, incluso como ideología (los viejos ismos también vuelven a ponerse de moda y se reciclan). Personas y amistades también se recuperan gracias a las redes sociales (el amor sufre una reinvención con las fotografías del antes y el después). Nuestro mundo emocional no olvida (el olvido es naturaleza del hombre) y sin embargo a nivel político e histórico, nuestra memoria se vuelve cada día más endeble, en tanto que a nivel individual nos hace ver como seres desdibujados.

Del otro lado de la moneda, frente al diluvio de información y acontecimientos, tenemos una comprensión muy nula de la secuencia en la cual se presentan estos sucesos. Un evento sustituye velozmente al anterior, y debido a la rapidez en la que se intercalan, no hay  posibilidad de entender plenamente el significado de ambos en el mapa global. Y en cuanto a nosotros como espectadores, aguardamos el siguiente escándalo o la próxima tragedia al igual que un espectáculo de consumo más (infoentretenimiento o Reality Show). Tratamos las noticias como hechos aislados, nunca nos damos la oportunidad de explicarlas a fondo porque otra cuestión ya está ocupando su espacio en nuestro radar. Resultado, nuestra conciencia histórica e individual está en crisis permanente.

En consecuencia podemos reconocer el olvido en dos momentos: el olvido como un proceso natural, un filtro de nuestros pesares, de nuestra infinita e incesante gama de recuerdos, o como “analgésico” de propiedades “liberadoras”, intercambiables por memorias compartidas, ideales o en resultados de un olvido determina el no volver a mirar atrás.

En este número decidimos lo contrario, el equipo de colaboradores da un sentido pleno de la evocación. Roberto Juanz en sus Líneas Flotantes nos describe los pormenores en la naturaleza del olvido,  surcando de su desmedida e incontrolable arbitrariedad y contrariedad: “Olvidamos lo que no queremos olvidar y a la par olvidamos que queremos olvidar”. Para contrapuntear –aún más- recurre al desvanecimiento, la nada de la remembranza que  le define como la mandamás de lo que llamamos locura. Dos cosas no son prestas al olvido: el dolor y el amor nos dice, la simple simetría de la memoria. La propiedad del objeto como retrospección, como el requisito “terrenal” que nos avala en una creación de necesidades sobrevaloradas, de valor en sí mismo. 

José Huerta en su sección el Séptimo Sello nos detalla esto en un recorrido alegórico (videoclubes, consolas, cartuchos). Aludiendo la sincronización del tecne lúdico: del cartucho al cine (o viceversa en últimas fechas), concierto, acetatos, remasterización de películas son antes y ahora el futuro, son añoranza inscrita en el presente.

En la sección "Goodbye Cruel World" se nos plantea el cómo el mundo nos va olvidando y del como nosotros no olvidamos de él al morir; parece ser que el único sobreviviente en tal caducidad es el conocimiento, visto como una retransmisión absorbida por la realidad que no olvida. El ciberespacio como el referente de lo que somos, el mainstream como refractario de nuestros recuerdos, de lo que somos, la debilidad de la conciencia nostálgica, esto y más nos dice Hansel Toscano.

La recopilación como la garantía de lo vivido, el archivo como la confianza definitiva del pasado; aunque existen circunstancias que se niegan, se resisten a ser atesoradas, es entonces el derecho a la muerte de lo vivido, difícil tarea nos exhibe nuestra colaboradora Nadia Cortés en su sección "Bisagras" y lo contribuye diciendo los siguiente: “una obligación al olvido que implica un llamado a recordar de otras maneras, no un duelo posible atrapando y escondiendo lo que ya no está sino duelo imposible que nos haga recordar que el pasado siempre se está leyendo y reescribiendo nuevamente”. El olvido se construye en responsabilidad. 

Nuestro colaborador Pablo Sinhué da inicio a una de las sagas más delirantes que hasta este momento no se había escrito por el mero olvido, sin embargo él tuvo a bien el recordarle y contarle en “voz” de un grupo que de ganador no tiene nada, pero que de absurdo y delirante se escurre por todos lados. Adviertan el nacimiento de La Liga de Perdedores, les podemos apostar que no la podrán olvidar.

El olvido de las fechas y el apremio de la satisfacción, mientras que el yo se empolva en nuestro interior, por tanto pierden todo valor. Desafectados estamos y sin posibilidad alguna de recordarnos nos menciona Lorena nuestra colaboradora que se integra en este número con su sección llamada SPQR.

Cerrando Agustín Güiris nos describe la historia de un héroe musical olvidado (Cold Fact, Rodriguez). La historia de Rodriguez es una historia emotiva, en tanto que llega a conformarse en la emotividad de un  pueblo; 1970  es el año en el cual no sitúa nuestro colaborador para contarnos una historia que con seguridad atesoraremos; son de ese tipo de historias que te gustaría escuchar en cualquier tiempo y momento, además de hacernos ver que ni la posibilidad de la muerte llega a enterrar en totalidad un legado.

Habrán notada que no olvidamos y que del registro nos consumamos. Les invitamos una vez más a ser parte de estas remembranzas, parte del pasado en el que ahora mismo se sitúan, pasado al que le otorgamos en nuestras letras y en sus lecturas la imposibilidad alguna a la amnesia pandémica a la que burlaremos. Recordemos.


CARTOGRAFÍA DEL OLVIDO


           Si de aprensiones se trata la de mayor jerarquía descansa  en nuestros recuerdos, y hay en ello un sustentable motivo tan importante como la causa de que tales recuerdos, remembranzas, experiencias pasadas consolidan nuestra vida psíquica. Ante su ausencia sencillamente podríamos definirnos como no existentes, al menos desde la idea misma de la autoconciencia: existente para el resto ante la presencia como objeto, inexistente para ti como ser intrapersonal (yo profundo), sin evocación, pleno del olvido. Hasta dónde puede sostenerse  la idea del haber sido, del haber vivido si de fragilidad en gran medida se construye el hombre; indicadores que sufragan la memoria, aquella que por bien, orden se representa en el marco de la Historia (narrativa de los pueblos) o bien, en la historia individual ¿Qué valdría la pena entonces recordar?

Recordatorio es la vertiente a la asimilación, la asociación, contando en primera instancia con las imágenes mentales; su particularidad es que aun siendo tan propias responden a la arbitrariedad que en tantas ocasiones se aleja del valor dado: darle relevancia, clasificación y subsistencia a nuestro pasado remite a ser una ardua tarea. Mantenemos lo que en propósito no es tan relevante y olvidamos lo que no queremos olvidar, aquí el trasto del inconsciente que en voz de nuestra existencia almacena todo nuestro imaginario sin atributo alguno, “libre” si de adjetivarle se trata. En tanto que solicitamos de hechos que puedan dar constancia de lo que vivimos y fuimos, allí los roles que nos definen, las relaciones que nos sustentan (en la proyección, en las transferencias,  en la confrontación, en la complementación), en las experiencias que nos relacionan y nos afirman (el vislumbre de la vida, el encanto y las alegrías, en los sueños, en el descubrimiento, en el aprendizaje y en el conocimiento, en el desencanto, en  los tragos amargos, en las incidencias y los traumas), en los objetos y los espacios que reconocemos, que andamos y que nos influyen (los fetiches, los lugares y los ambientes, el arte, las fotografías, las cartas, lo escrito, lo mediático), cediendo todas a la caducidad, al inquebrantable olvido.

No hay nada más natural que olvidar, aquí la posibilidad de expulsar de la conciencia  lo incomodo, lo impropio y a la vez remplazándole por algo más fácil de sobrellevar, de tolerar, el vernos aislados de esto podría llevarnos a la descomposición misma de nuestro ser: trastornos, amnesia o locura. El olvido puede ser entendido como una resistencia, una negación de lo que somos, y de antemano de lo que decidimos. Olvidar permite desmarcarnos de la responsabilidad; el olvido es engañoso propiamente, se faculta a ser ocasionalmente idóneo, ocasionalmente doloso y ocasionalmente conveniente.

Ahora, al olvidar se nos permite el no recordarnos, el desvanecernos, deshacer el tiempo, en consecuencia el olvido hace de la temporalidad un terreno árido, seco en el que habitaría propiamente la nada. Señalando lo anterior y tratando de ubicarnos en un posible inmediatez en la que el señuelo es al anacronismo resulta entonces que el olvido es un bien preciado: más vale no recordar lo que fue dado, ello me exigiría resolverme en el presente, y si del presente soy consciente el olvido se convertiría en acción, su propiedad vendría hacer hasta ese instante valiosa ¿Por cuánto tiempo? Si el futuro apremiaría, ante su particularidad más representativa que es su velocidad tan desmedida que, en  coerción nos demanda olvidar, aquí pues, se hace evidente otro rasgo del olvido: su contrariedad, olvidamos que queremos olvidar (sin embargo lo hacemos), su fruto es la nostalgia.

Aunque al final nada se olvidada, el dolor y el amor son ejemplos competentes; hay en la profundidad de nosotros mismos restos o completos de nuestro ser, el “secreto” viene en el cómo digerirlo,  del cómo asimilar la experiencia de lo lejano, de lo remoto, de lo que somos y terminaremos siendo, siempre y cuando no lo olvidemos.

“Sólo después de olvidar eres completamente inocente y por eso mismo, definitivamente culpable”
Tokio ya no nos quiere, Ray Loriga



DEL OLVIDO AL NO ME ACUERDO


    Dicen que lo retro está de moda, la eterna añoranza por ese pasado que nunca va a retornar, resurge de entre las cenizas, una combinación peligrosa en estos tiempos modernos en los que la otra cara de la moneda, la era digital, avanza a pasos agigantados. Muchas veces surgen híbridos que a muchos pueden parecer grotescos como las fundas retro para iPhone o los relanzamientos de grandes autos norteamericanos como el Challenger con toda la carga tecnológica disponible al momento. Las re-ediciones de grandes obras cinematográficas con todas las innovaciones existentes (audio de 7 canales, en formato blue ray, escenas adicionales, etc.), esto por mencionar algunos cuantos de la inmensa vastedad de productos retro que encontramos en el mercado; lamentablemente no todas las cenizas de la hoguera donde se incineran los recuerdos resurgen para triunfar.

Algunos de ellos, como los formatos de video Beta y VHS, están a punto de ser considerados objetos de museo. No creo que algún niño de 6 años quiera andar cargando cinco enormes cassettes VHS, incluidas sus cajas, si puede ver el mismo número de películas sin siquiera cargar nada, todo desde la comodidad de su hogar teniendo una conexión a internet y una computadora, o una de las llamadas “Smart TV”. Una vez cumplidos los requisitos terrenales tiene que cumplir con los requerimientos virtuales, siendo el más importante de todos el billete plástico conocido como tarjeta de crédito, sin ésta, el pequeño no podrá acceder al catálogo ofertado por Netflix. Claro, Video o cualquier otro prestador de estos servicios digitales que ofertan una gran cantidad de todo tipo de películas: malas, buenas, regulares, de acción, de ciencia ficción, dramas, comedias, e incluso series de televisión, con la novedad de contar con algunas exclusivas para este formato, creando una base de datos con los gustos del infante para poder sugerirle en base a éstos el material que les puede interesar.

Con estas virtudes el pequeñito disfruta sin siquiera salir de casa a rentar una película en compañía de sus padres o amigos, dejando atrás los emocionantes viajes a un video club para los niños ochenteros, recorrer pasillos llenos de grandes cajas que invitaban a todos los críos a ser reproducidos en las obsoletas videograbadoras Beta o VHS; algunos de estos establecimientos formaban parte de las cadenas nacionales que perecieron a finales de los noventa o inicios del dos mil. Videocentro y su subsecuente agigantamiento en forma de Macro Videocentro, Video Visión y su imagen muy parecida a la de Televisa, las tiendas de Comercial Mexicana contaban con un video ubicado en el interior, podías comprar tu despensa y salir con alguna película rentada; lamentablemente la buena cara de la economía no sonríe todo el tiempo para ciertas empresas (o personas) y estas tres tuvieron que desaparecer, producto de las contantes crisis financieras a las que muchos mexicanos se han acostumbrado con el paso del tiempo.

A estos video clubs nacionales se sumaban también los locales, muchos de ellos han logrado sobrevivir y seguir el ritmo del implacable paso de la historia, otros siguieron la suerte de los desaparecidos gigantes del mercado, más aún con la llegada de grandes consorcios yanquis como Blockbuster; los que continúan en esa lucha por tener suscriptores y rentas han visto su triunfo con catálogos que van de lo exquisito a lo kitch, en el primer rubro podríamos ubicar aquellos que ofertan películas de “arte” y en el segundo a los que gusten del “video home”, con películas difíciles de encontrar.

El niño “dos milero” al que hacía mención al inicio de esta columna tiene otras opciones de entretenimiento, puede salir y comprar la figura de un Ewok, personaje que aparece en el sexto capítulo de la saga Star Wars, con la misma caja de aquellos que lanzó Keener a mediados de los ochenta, figuras que contaban con cinco puntos de articulación ubicados en cabeza, brazos y piernas, el mismo diseño del juguete pero actualizado, un regalo ideal de un padre nostálgico que duda entre quedarse con el añorado artículo que remite a un pasado lleno de felicidad y satisfacción, o entregarlo a su hijo y ver su sueño perpetuarse en su retoño; sin embargo, el futuro de ese niño avanza también de la mano de la tecnología, el muñeco puede dejar de ser funcional cuando el pequeño sepa que puede echar un partido de football en su consola con algún chavo que viva al noreste de Pakistán o del extremo sur del continente americano encarnado en un pibe de Mar de Plata.

Las posibilidades parecieran ser infinitas para este niño, difuminados en el espeso y pantanoso pasado quedaron las antiguas consolas caseras como el Nintendo o la Genesis de Sega, que tuvieron como padre al Atari 2600 que contaba con un control que disponía de una palanca y un botón, los juegos eran bastante simples, su programación era muy sencilla, por este motivo salieron muchísimos títulos entre ellos adaptaciones de películas como “E. T. el extraterrestre” o los Muppets, que los niños ochenteros pudieron disfrutar y a su vez, ver como uno de sus grandes héroes dio el salto de la T.V. a la pantalla grande. Me refiero a la adaptación de la serie animada “He-Man y los amos del universo” (héroe ochentero por excelencia entre los niños de esa época), tristemente la película fracasó y los Amos del Universo nada pudieron hacer para darle la grandeza que merecía a Eternia y sus dos castillos: Greyskull y la montaña tenebrosa.

Más adelante a principios de los noventa, un héroe de videojuego tuvo su aparición en la pantalla grande: Mario Bros, lamentablemente la traslación fue pésima, esto tampoco quiere decir que el juego tenía méritos propios para crear un argumento interesante, la sencilla premisa del héroe (encarnado por un plomero en este caso) rescatando a la princesa de una malvada tortuga gigante fue alterada en un bizarro accidente dimensional que posibilita al malvado Koopa a invadir la tierra, el resultado de la película es desastroso; sin embargo, los intentos de llevar una historia de videojuego al cine no quedaron ahí, las consolas han aportado a la industria cinematográfica jugosas franquicias que han explotado en todos los sentidos, como sucede con el juego “Resident Evil” y sus múltiples versiones, que no necesariamente son buenas pero sí bastante redituables.

De esta manera, parte del pasado pareciera acercarnos a nuestro presente creando una sensación de bienestar y confort gracias al simple recuerdo, o ¿por qué no?, tal vez a través de uno de los denominados artículos retro, no tendría nada de malo comprar algún acetato nuevo y reproducirlo en un moderno equipo de sonido que tenga la consola para esto (muchos de los cuales tienen ese aire retro también), tampoco sería erróneo ir al cine a ver la remasterización de la gran obra de Fracis Ford Coppola, “El Padrino”, o ir a ver el concierto “Celebration Day” de Led Zepellin al mismo complejo; la memoria no nos deja escapar de ese pasado, que puede ser tormentoso o feliz. Mi niño ochentero sigue ahí perdido en alguna cavidad de mi cabeza, jugando y riendo en algún rincón de mi mente, creando el eco de un ayer que no volverá; el niño “dos milero” está allá afuera, escuchando el susurro de ese eco que resurge invitándolo a jugar con los héroes que algún día a mí me hicieron volar e imaginar.

Reparto:
El niño ochentero
El niño “dosmilero”
El regreso del Jedi (Richard Marquant, 1983)
E. T. el extraterrestre (Steven Spìelberg, 1982)
El gran golpe de los muppets (Jim Henson, 1981)
Los muppets toman Nueva York (Frank Oz, 1984)
Los amos del universo (Gary Goddard, 1987)
Super Mario Bros (Annabel Jankel, Rocky Morton, 1993)
Resident Evil (Paul W. S. Anderson, 2002)
El Padrino (Francis Ford Coppola, 1977)
Led Zeppelin: Celebration Day (Dick Carruthers, 2012)


ARCHIVAR, BORRAR, ARCHIVAR, BORRAR… ESCRIBIR…


¡Tan duro de sobrellevar,
esos dos días pasados!
¿Cómo pude vivir
los años anteriores?
Sei Shonagon.
El libro de la Almohada.

           Cuando la dama de la corte de la Emperatriz Sadako, Sei Shonagon empezó hacer listas sobre las cosas que quería recordar a través de un cuaderno de notas informales que guardaba  en los cajones de las almohadas de madera, no se dio cuenta que había descubierto una forma de cargar el pasado o si se quiere de llevar el mundo a cuestas. Archivarlo todo para poder sobrellevarlo, no se trata pues de una mera compulsión melancolía, ni de una mera obligación de recordar a través de inscribir todas nuestras vivencias pasadas o elaborar una lista memorable sobre lo cotidiano; archivar sólo es posible porque existe también un deseo de olvidar, un cierto mal de archivo.

Se cree ciegamente que en los objetos coleccionados, en las frases inscritas, en las fotos tomadas para no olvidar hay una presencia del pasado, es como si todo lo recopilado fuese una ley que garantiza lo vivido, es el archivo lo que valida pero también lo que da forma a nuestros recuerdos. Buscamos el archivo para la confianza definitiva, para decir “sí, eso está ahí como prueba del pasado”. Pero hay algo que siempre se niega a ser archivado, resistencia que hace imposible el recuerdo pleno, el hacerlo venir a presencia nuevamente tal y como fue, la imposibilidad de hacer de una(s) memoria(s) un monumento, en todo caso, nuestros monumentos serían sólo una especie de delirio conmemorativo que cierra las historias a una única Historia.

El trabajo del archivo no consiste sólo, entonces, en la posibilidad y la obligación de guardarlo todo bajo el lema de que “hay que tener memoria” sino en el derecho a la muerte de lo vivido, el derecho al olvido y a la re-escritura. Pensar el archivo, crear un archivo no puede suponer un “recordar por recordar”, por la mera nostalgia, la memoria supone una política y una responsabilidad de cargar esa ausencia que ya no está, una obligación al olvido que implica un llamado a recordar de otras maneras, no un duelo posible atrapando y escondiendo lo que ya no está sino duelo imposible que nos haga recordar que el pasado siempre se está leyendo y reescribiendo nuevamente.

La obra del artista alemán Thomas Demand cobra importancia en el contexto en el que estamos leyendo aquí el trabajo con el archivo. Demand opera con el pasado, con ciertos acontecimientos de la historia de su país y de algunos otros más globales de una historia que comúnmente llamamos reciente, sin embargo, su acercamiento carece y se aleja, como bien comenta el crítico de arte Fernando Castro Flórez, de una preocupación dramática o conmemorativa del pasado. Como Shonagon, Demand utiliza el soporte de las maquetas y de las fotografías para inscribir acontecimientos que él mismo ha vivido de primera mano o muchos otros que sin haberlos experimentado (como las anécdotas que cuenta la japonesa sobre otras personas o acontecimientos) lo han tocado de alguna manera.

Lo particular de su obra consiste en su forma de proceder y en hacer evidente esa ausencia de lo que resiste a ser archivado y que apela a una nueva forma de memoria. Demand juega con el modelo y con algo que podríamos llamar un cierto “vaciado” de la memoria, por medio de sus maquetas lo que hace es recrear el escenario, el lugar de un acontecimiento pasado sin ninguno de los personajes que intervienen en él, por ejemplo, Badezimmer (1997) donde utiliza la foto del político Uwer Barschel que fue encontrado muerto en la tina de un hotel y cuya noticia conmocionó a Alemania Occidental en 1987. Después de la recreación del escenario a pequeña escala en una maqueta, el artista toma una fotografía que se convierte en el producto final destruyendo el modelo a partir del cual la realizó.


O en su trabajo Fotoecke (2009) donde rehace una estancia de la prisión de Gera en la cual fotografiaban diariamente a los presos y que tiempo después se descubre que detrás de la pared blanca había un aparato de rayos X utilizado sin lente que emanaba una radiación constante que fue seguramente la causa de la leucemia de muchos reclusos.




En la obra Kinderzimmer (2009), Demand juega con sus propias memorias personales haciendo alusión a un escenario de su niñez, recreación de memoria, en la cual al observar la fotografía se hace presente eso a lo que tanto hemos apelado como condición del recuerdo, la necesidad de una memoria que hace presente no un pasado sino su ausencia, la responsabilidad de que eso no está ahí, la necesidad de reescribirlo constantemente. Y es que volver a escribir, a modelarlo, a vaciarlo y darle sentido es lo único que nos permite llevar a cuestas el mundo, cargarlo y hacernos responsables de un pasado histórico, nueva forma de recordar sin el lastre de la monumentalidad y de una herencia acrítica, ya no nostalgia sino derecho de olvidar, en donde olvido quiere decir hacernos cargos de nuestras memorias y de nuestro porvenir. 


EPISODIO 1 ¡NO OLVIDES A LA CONEJITA BLANCA!


En una como fiesta del absurdo, donde pueden ser los menos necesitados pero los más correctos (el tipo de personas que nos podemos dar el lujo de perder), la Liga de Perdedores nos provee de carne de cañón para un mundo que puede pagar el salario mínimo a gente que da el mínimo de su nimiedad. ¿Cómo interactúan entre ellos? Bueno, es un misterio que podremos comenzar a dilucidar a continuación.

           -   Lionel Hutz, abogado –

El abigarrado ojón amarillo extiende su mano hasta casi tocar con los gruesos cuatro dedos de su mano, la nariz de George Harkness, mejor conocido como Capitán Boomerang, neurótico individuo que de lanzar trastes en la galería de villanos segundones de Flash, ha sido reclutado por el líder Sinuhé, como el neurótico oficial, ya que él se encuentra muy ocupado siendo neurótico en algún otro lugar.

 - Te conozco unidimensional de porquería, ¿por qué vienes presentándote como si fuera la primera vez que tengo la desdicha de ver tus ojos sin párpados visibles y tus belfos de vaca? – contesta ya enfadado Boomerang – Estoy ocupado, largo. 

Lionel no tiene inconveniente, sabe que de milagro no recibió un puñetazo como respuesta, así que no quiere tentar al destino y se gira… en 360 grados, puesto que a sus espaldas está una hermosa y molesta Conejita Blanca, que hace muecas ante la incompetencia y cobardía de su representante legal. En efecto, Hutz viene en el papel de abogado que se supone que es y tembloroso entrega un sobre y lo deja en las piernas del recostado Boomerang que intentaba encontrar un canal de tv que no acabara con su paciencia, al presentar, pues, personas. Acto seguido, Hutz sale corriendo mientras Boomerang lo maldice en seis idiomas distintos y entre ellos grita ¿¡DEMANDA!?

Ciertamente es difícil ser un abogado que tiene no uno, sino cuatro citatorios para entregar el mismo día. La cliente: Lorina Dodson, la Conejita Blanca, harta de que sus habilidades no sean tomadas en cuenta como es debido. La demanda: El olvido. ¿Procederá? Conozcamos la opinión de Hutz.

- Eh, bueno, es difícil saber cómo proceder en ciertos términos legales… solemos apegarnos a conceptos como discriminación, minimización de las capacidades, etc. Pero, cuando dices que has sido olvidado… errr… ya sabes, entre tú y yo, creo que el juez va a desestimar la demanda de la srita. Dodson… ella tiene…. Mmmmnnn… pues una de esas cosas de mujeres. La verdad es que le había dicho que podíamos usar uno de esos conceptos más sólidos, más viables legalmente, pero ella insistió en demandar por olvido… 

- Hey, hola, ¿se puede? – inquiere una cabeza de cerdo que se asoma por la puerta, interrumpiendo la entrevista con el abogado – Je, je, Hutz, no te quiero poner más nervioso, pero Boomerang hizo algo con el sistema de recepción de la cámara con la que te graban… kkktt… ¡ja, ja, ja! ¡Todos te estamos viendo en un monitor! ¡La conejita incluída! – Oolong, el cerdo cambiaformas se va carcajeando, mientras Hutz sudoroso, busca de entre sus cosas una hoja sostenida torpemente en clips, - ¡También tengo una para ti! – grita con voz quebrada. 

En el salón de juntas se reúnen los miembros presentes de la Liga. No están todos, apenas algunos, algo se pudo ordenar y fue la Conejita quien lo hizo bajo la supervisión de Hutz. Al final, fueron el Capitán Boomerang, Oolong, junto al Capitán Cavernícola – quien, en el buen uso de las costumbres de la época del holoceno, se comió los papeles, previa huella digital de recibido – y el administrador director del equipo de operaciones encubiertas de la ONU y organizaciones auspiciantes; o como ellos mismos le llaman: La Liga de Perdedores. El jefe Sinuhé no se encontraba a la mano, estaba haciendo lo que los jefes hacen: pulir una placa con su nombre y puesto mientras se masturban viendo una foto de Clavillazo en alguna bodega del gobierno.

- Señores, – habla fuertemente la Conejita Blanca, parándose en medio del lugar - Hutz me hizo una recomendación, que aunque creo es más reveladora de su ineficiencia como abogado, acerca de hablar con ustedes, previo a que hagamos oficial la demanda. Pienso que, en ausencia del jefe, podemos llegar a un arreglo… 

- Muy bien – interrumpe Boomerang – ofrecer una disculpa lo arreglará ¿cierto? No sé cuál es tu problema (aparte del de vestirte como una conejita de playboy) pero no me importa: discúlpame Dodson… ¿aahh? ¿Satisfecha? Ahora, discúlpame, pero debo irme, mis aguacates no se comerán solos. 

En un impresionante acto de valor (inusual entre los de su clase), Hutz se para en la puerta impidiendo el acceso a la salida a Boomerang, éste, sin inmutarse, arranca un botón de la manga de su saco y, luego de ponerlo entre su dedo índice y pulgar, lo expulsa pegándole entre los ojos (un espacio muy pequeño recordando cómo es Hutz) al abogado que ni grita, nomás se desploma. La Conejita es ahora la que hace el sutil acto de tensa agresión y arroja su bastón cruzándolo entre las manijas de la puerta. El Capi Cavernícola se emociona, como buen ser primitivo conoce muy bien las tácticas de amenaza donde la chocante verbalización no se interpone. El Capi Cavernícola gruñe mientras brinca en su lugar, está contento, está viviendo la emoción, es un pre verbal encantado.

- No hablaba de eso Harkness, - dice la Conejita mientras avanza hacia Boomerang, quien sin perturbarse, está de pie frente a la puerta – hablaba de una compensación monetaria. Soy amable al hacerlo antes de llevarlos a juicio. 

- ¡Estúpida mujer! – grita Boomerang mientras el Capi brinca haciendo maromas en el aire. Oolong está recargando el porcino chipo en una mesa, dormitando quedo, como el que nada debe – Estás queriendo demandarnos por olvido. ¡Te van a mandar al demonio con tu demanda, ni siquiera tienes un argumento para esta acusación! 

La Conejita extrañamente cambia su mirada. Los verdes ojos que contenían furia, ahora miran a la lejanía, a los recuerdos. Con voz grave y pausada, comienza a hacer el recuento: Fue hace mucho tiempo el que yo pasé tras las rejas y fue largo el camino hacia la redención. O sea, estoy hablando de que llegar a este lugar fue lo que me permitió usar mis habilidades con otros fines, lo cual, aunque era un tanto castrante, también me evitó muchos años más en la cárcel. Cuando llegué aquí, encontré gente como yo… básicamente perdedores, pero lo mejor de todo es que el jefe siempre fue tan comprensivo, oh, tan comprensivo. Sabía dirigir este grupo, tenía un plan, una opción para cada uno de nosotros… no era un corruptor nihilista hasta que tú George Harkness te convertiste en su operario principal… entonces él se olvidó de mí y tú también te ocupaste de eso. Oolong no podía detenerse en intentar robar mis bragas y el Capitán Cavernícola es… ¡sólo es asquerosamente peludo! Las misiones en las que comúnmente me involucraba, ahora son de otras… personas. Me volví un eco cuando antes fui una voz importante. ¿En dónde comienza el error del que vive en el presente, para comenzar a ser un recuerdo? El olvido, compañeros, es al final el mejor amigo, podemos estar seguros de que nos recordarán bonito, a los que dimos algo bonito… Pero ustedes, terceta de voyeuristas cerebrales, son el motivo principal de que yo haya sido olvidada… yo pensé… que mi lugar había asegurado… yo pensé… que mi momento había llegado… yo creí en el gobierno… que mis culpas había lavado… yo creí en el jefe… que mi corazón había sanado… y yo creí en él… una vez…

- ¡Bravo! - aplaude un emotivo Lionel Hutz - ¡Qué bonita canción señorita Dodson! ¿Sólo la improvisó? ¿O sólo es parte de un acto más extenso? Estoy seguro que nuestro artista residente, Boss, piloto del Robot Boss estará… - ¡Cállate loco! – interrumpe fúrica y deprimida la Conejita - Procederé con la demanda y todos estamos ciertos por lo que dice la Carta de Redención, ese documento que nos ha permitido a todos formar parte de este grupo. Si existe una situación como esta, que comprometa la legalidad del grupo y nuestras libertades condicionales, La Liga de Perdedores se acaba. 

- ¡Uuuuhhhh! – Exclama Oolong más despierto ahora.

Continuará 




AMNESIAC


"La lucha del hombre contra el olvido es la lucha del hombre contra el poder."
Milan Kundera

       Olvidarnos de lo que nos duele, y no olvidar jamás un rostro, una conversación o un aroma. Olvidar, poder recordar y nunca ser olvidado. Eterno resplandor de una mente sin recuerdos y Memento... el ayer como fuente inagotable de múltiples interpretaciones, siempre distinto al revisitarlo pero al mismo tiempo inmutable. La memoria degenera, los hechos no... y es que nada pasa realmente, el mundo también olvida y nos olvidamos de el al morir. No aferrarse al pasado, la vida sigue y para avanzar, el olvido. Volverse amnésico ante todo lo visto en esta terra tenebrosa, puesto que también existe el sobresaturamiento. ¿Qué es el olvido?

La memoria de la humanidad ha mudado del discurso oral al códice, de este último al libro impreso, y hoy en día el traslado de este soporte se dirige paulatinamente a la red de redes. Hemos buscado desde tiempos inmemoriales transmitir todo lo que sabemos. Somos los únicos seres (hasta donde intuimos) que no reiniciamos nuestra formación e instrucción desde cero. Ahí donde alcanzaron su cenit nuestros predecesores, comenzamos nosotros el relevo dando continuidad a la herencia universal. Somos el mismo hombre de hace milenios pero con más experiencia, y seguimos resolviendo problemas en base a ella. Empero, la historia no es lineal, está hecha de periodos de estancamiento y retroceso. El desarrollo ha sido asimétrico y lo seguirá siendo hasta que nuestros hallazgos y conocimientos puedan ser debidamente retransmitidos... y sobretodo, aplicados al prisma de la realidad.

La torre de babel del ciberespacio, es el nuevo depósito global de todo aquello que hemos sido. La biblioteca virtual de diversas eras y épocas al alcance de un solo click. El formato moribundo del tomo o volumen de la grafosfera, se muda a los nuevos dispositivos de almacenamiento en la videosfera. Y sin embargo, a pesar de lo manejable y transportable de un gran acervo cultural en un artefacto compacto (y con las adecuaciones necesarias a la vista para poder asimilarlo) la crisis de la transmisión sigue siendo evidente. Tal pareciera que una sola elite de personas capacitadas en la técnica, arrastran con sus innovaciones al resto y debido a ello, estimamos que el progreso sigue su marcha (cualquier cosa que eso signifique). Pero ¿Qué hay del ciudadano común que se beneficia año con año de los logros y alcances de la modernidad? En muchos casos, es un usuario mas, no es un protagonista del cambio.

Instalado en un presente perpetuo, el individuo narcisista no mira hacia atrás y no se pregunta por el camino recorrido, pues al igual que un adolecente, considera agotador ese esfuerzo. El aprendizaje se canjea por un nuevo espíritu de los tiempos: consumo y hedonismo (la obsesión por lo nuevo o la novedad). Las instituciones sociales de transmisión (Estado, iglesia, escuela, familia) pierden terreno ante la avanzada mediática. De este último punto hay que aclarar por supuesto, la falacia de que la televisión vino a joderlo todo. Cierto es, que el entretenimiento de masas ahora ocupa un lugar preponderante como verdadero hacedor de cosmovisiones socio-culturales, pero la causa de esta preferencia se encuentra en el deterioro de la pedagogía académica y a su vez, en las fluctuaciones económicas que afectan el orbe (el entretenimiento mainstream se vuelve entonces un refugio y una forma de vida).

La figura del profesor o maestro, uno de los catalizadores del patrimonio a las generaciones venideras, se desvaloriza y su labor mengua. La lucha contra el desinterés hace aguas por todos lados y por ende, la conciencia histórica se debilita (un hecho paradójico, pues el homo nostalgicus está en boga). Los capítulos negros de nuestro acontecer, llámese genocidios, guerras, dictaduras, racismo, violaciones en masa a los derechos humanos, funcionan solo como anécdota en el mundo actual. Sin guías o faros verdaderos que expliquen las tensiones existentes a una escala humanista y crítica, el resultado más inmediato es la desmemoria o el recuerdo descontextualizado (un suceso más para transmitir... pero en televisión y con finalidades poco didácticas). ¿Qué es la información de lo que somos en todas nuestras etapas adentro de un disco duro en las manos de una persona normal sin la instrucción adecuada? Datos a olvidar. Pero bajo el filtro educativo son la comprensión de nuestra vida (una guía para recordar lo importante y acrecentarlo).

Finalmente hay que señalar que el olvido mismo es una cuestión contradictoria, la cual exige un estudio a profundidad de su naturaleza. Las víctimas directas del holocausto judío callaron por muchos años su historia. Fueron los hijos de estos los que muchas veces iniciaron las gestiones para suprimir el olvido de sus padres. Al parecer, la ignominia era el factor principal que no permitía sacar a la luz los hechos, y a pesar de ello, entra a escena una pregunta ¿Expresar públicamente la humillación cura los traumas? Quizás ¿No hubiera sido mejor simplemente guardar silencio y dejarlos olvidar? El olvido como proceso, tiene muchos recovecos inexplorados y en ocasiones también es necesaria su acción purgadora ¿Que fue todo lo posterior al 9/11? ¿Un memorial o un chantaje más del olvido? La memoria es selectiva y la de la humanidad muy injusta ¿No hubo en el siglo XX peores matanzas que no son recordadas o que desafortunadamente no permearon en la memoria colectiva? El poder a conveniencia mantiene el dolor a flote para explotarlo, otras veces, simplemente nosotros mismos cambiamos de página: hay que aprender a olvidar, pues del olvido también se aprende. 


OLVIDO


Cesación de la memoria que se tenía. Cesación del afecto que se tenía. Descuido de algo que se debía tener presente. Sí, atendiendo a las definiciones, efectivamente, vivimos en la sociedad del olvido.

No tengamos en cuenta todos los acontecimientos acaecidos en 1917, que culminaron con la instauración del primer régimen socialista del mundo; hagámonos tontos con lo que sucedió en los años veinte del siglo pasado; pasemos por alto lo que acaeció entre 1939 y 1945; borremos de la mente la Primavera del 68 (u otoño según qué casos); centrémonos en lo más íntimo, lo más exclusivo que tenemos, en lo que debiera ser la más preciosa de nuestras posesiones: el yo.

En estos tiempos que corren hemos cesado del afecto al yo. Olvidamos las necesidades básicas del yo: cada vez prestamos menos atención a lo que comemos, no importa de dónde venga; nos lo echamos a la boca sin más. Lo importante es dejar de sentir hambre y hacerlo rápido porque nos apremian. El descanso es algo relativo; sorprende saber que en la sociedad del “bienestar” no se puede descansar; las ciudades nunca duermen y sus habitantes, menos. ¿Qué pasa con la seguridad? Los mercados económicos se mueven, quien tiene un trabajo, tiene un tesoro y en cualquier momento puede ser robado, las “empresas” descuidan a sus empleados, solo les interesan los beneficios; nuestras vidas corren peligro y ya no valen nada, rápidamente se le puede poner fin sin motivo que lo explique. Nuestras propiedades, efímeras, dejan de ser algo presente en la mentalidad del otro y pueden ser violadas, tomadas por cualquiera. Abandonamos a nuestros amigos, curiosamente, cuando más pegados deberíamos estar gracias a las nuevas tecnologías y redes sociales, menos nos reunimos con ellos y peor es la calidad en la relación; somos altamente desafectados.

Ya las relaciones sexuales dejan de ser algo íntimo, se descuida hasta eso. En las generaciones actuales casi ni importa con quién sino con cuántos. No importa la calidad, sino la cantidad y, por supuesto, hacerlo público y evidente. No nos autorreconocemos, nos dejamos pisotear por cualquiera con tal de ser aceptados, tener un trabajo, una posición…  No importa, lambisconear es lo máximo. No existe el éxito, sino Televisa o poder fáctico de turno.

Estamos en tiempos sin memoria. Nadie recuerda o sabe qué pasó con la moralidad, con la creatividad, con la espontaneidad… Vivimos siendo marionetas de… ¿de quién? Ni nos planteamos los hechos ni se nos ocurre resolver problemas porque nos hemos olvidado del YO. En fin, como dijo Lichtenberg: “sobre esto, dejemos crecer la hierba”.



COLD FACT – RODRIGUEZ (1970)


“But thanks for your time.
Then you can thank me for mine
And after that's said, Forget it.”

           Curiosamente, la figura musical del año pasado fue un héroe olvidado… Un  hombre perdido en el tiempo y sus tiempos, un obrero constructor al que aquello que muchos llaman “destino” no solamente le hizo pensar que su legado musical no había edificado nada, sino que lo mantuvo por décadas en el velo del desconocimiento antes de hacerle saber que todo aquello que alguna vez había descrito en una sensata, prudente y honesta lírica había erigido algo más que simples clásicos perdidos… Que en realidad toda una generación de jóvenes sudafricanos habían encontrado en su voz los himnos que los representarían.

Descrito con eficacia en el emotivo y bien narrado documental ganador del Oscar, “Searching For Sugar Man” (Malik Bendjelloul, 2012), la herencia de Rodriguez resurge ahora por diversos factores nada fortuitos. El más obvio de éstos, claro, es dicha cinta que popularizó una de las historias de romántica justicia musical más reciente; aquella gira de conciertos que hiciera en 1998 el propio Rodriguez frente a esa generación a la cual dirigió sin saber desde lejanas tierras –y la cual por muchos años lo consideró muerto. No obstante, la más importante y rotunda de las razones en esta resucitación no medida se debe al simple y llano factor de la calidad de sus canciones; de su escaso pero profundo material que aún se mantiene fresco en contenido y que llama, de primera mano y tajantemente, a todos los que por primera vez dan un salto temporal al pasado y se enfrentan por primera vez (como si fueran nuevos) a los dos únicos discos que realizara entre 1970 y 1971.

Con “Cold Fact”, su álbum debut, Rodriguez enmarca su estilo en base al clásico sonido Folk de los 60, sin embargo, lo rediseña admirablemente con un fuerte golpe de autoridad a través de un eco sumamente personal que va detallando y describiendo a través de sus composiciones. Bajo su regazo, es cierto, estamos ante algo que nos suena tan sumamente familiar como lo suficientemente diferente como para no dejarse abrazar por él. Su resultado, pues, es el de una decidida e intensa atracción que cabe resaltar, muchos de aquella camada sesentera nunca pudieron obtener.

Y es que en Rodriguez, el caso se torna lejos de las magnánimas y brillantes ciudades de la unión americana. Su contexto ante la “gran” generación del Folk es distinto, su entorno no era el mismo; la ciudad de Detroit le marcó diferentes matices así como su propia labor en el mundo. Rodriguez, pues, no era (ni es) un músico dedicado a su canciones (a la música como oficio), sino que era (es) un real trovador que describía (describe) los pasos de la gente obrera, la gente que se movía (mueve), vestía (viste), actuaba (actúa) y sobrevivía (sobrevive) como él. En su música no había (ni hay) simulaciones, cálculos o suposiciones, sino más bien cuantificadas realidades; cicatrices en su voz y suturas en los acordes que acompañaban –y acompañan– su poesía citadina. 

Los despertares sexuales, los encuentros más que casuales con las drogas, las bajezas, los resentimientos y los temores se visten de callejones con nombres, formas y sombras a través de su lírica que termina por ser poderosa, sugestiva y atrayente; además de ser el mapa que años después marcará el reencuentro que cambiara su vida. De igual manera, su sonido (aunque lejos de una costosa producción), roza punzantemente tanto la psicodelia de años olvidados como el mismo purismo de un género que lo vio nacer y que él hizo renacer en tierras ajenas… Y ahora, pasado ya el abandono, ha puesto de nueva cuenta sobre la marcha en sus propios territorios.

“Cold Fact” resulta, pues, ser un disco que ha pasado a la historia bajo preceptos nada comunes; bajo conjugaciones temporales que difieren a las de demás obras de la música popular “clásica”. Y aunque inicuamente fue olvidado, ha entrado por fin en nuestro espacio. Y la verdad, si nos sinceramos un poco, resulta seriamente un disco obligado para todos aquellos amantes de la música.


Tracklist.

I.- Sugar Man (3.45)
II.- Only Good For Conversation (2.25)
III.- Crucify Your Mind (2.30)
IV.- This Is Not A Song, It's An Outburst: Or, The Establishment Blues (2.05)
V.- Hate Street Dialogue (2.30)
VI.- Forget It (1.50)
VII.- Inner City Blues (3.23)
VIII.- I Wonder (2.30)
IX.- Like Janis (2.32)
X.- Gommorah (A Nursery Rhyme) (2.20)
XI.- Rich Folks Hoax (3.05)
XII.- Jane S. Piddy (2:54)


Sobre el autor: Inédito y recalcitrante compositor de historias. Se rumora que mantiene entre sus objetos más preciados el amuleto que augura y asegura el desengaño. Partidario del clima templado, testifica haber perdido su sombra años atrás. Aún mantiene su búsqueda en rincones nocturnos sin iluminación. Para más presagios, visitar su sitio personal: www.lacosaestaasi.blogspot.com