lunes, 15 de junio de 2015

DISTOPÍA Sensacional de Cultura No. 12 - PDF


Tema: Placer

DESCARGA AQUÍ DISTOPÍA No. 12


Para visualizar correctamente nuestra revista es preferible hacerlo desde Adobe Reader o haciendo directamente doble click sobre el archivo PDF. Disculpen las molestias de presentación e imagen.

martes, 9 de junio de 2015

DISTOPÍA PRESENTA: PLACER


LOS GOCES DE ESTE MUNDO

Aterradora idea de Juana, acerca del texto Per Speculum in Aenigmate. Los goces de este mundo serían los tormentos del infierno, vistos al revés, en un espejo.

León Bloy: Le Vieux de la Montagne (1909).


La vertiginosa caída al placer en los presentes días de culto a la pulsión, inicia desde los insondables mares de las percepciones alteradas, pasando por la boutique demencial del sexo y la pornografía, hasta llegar al consumo carroñero de desechos de la Fast Food. Entre ellos, la televisión chatarra y los días “santos” del Buen Fin (rituales religiosos hedónicos del siglo pasado y reciente) complementan el collage de nuestras obsesiones y directrices actuales en nuestra sempiterna búsqueda de la fruición anárquica e instantánea. Delirio y éxtasis en un mundo cada vez más interconectado a partir de una tierra fantástica virtual, pero al mismo tiempo más distante de la dimensión humana de su naturaleza. Voracidad sin límites por todo tipo de sensaciones a una escala no imaginada previamente en las sociedades de antaño y a pesar de ello… con una oferta en aumento al igual que la expansión de los hoyos negros en el universo. Sin embargo, no es esta una condena al placer o un libelo hacia los falsos goces que a cada paso convierten nuestro entorno en un parque de atracciones/tentaciones.

He aquí, una exploración en la bifurcación de los caminos que no siempre nos llevan a la promesa de la sabiduría. Entre los múltiples destinos de estos senderos pueden hallarse la dependencia y la irreversible degradación, pero también la apertura de crípticos conocimientos y el descubrimiento de tierras ignotas de la imaginación. Es usar entonces el placer y no ser víctima de su llamado al exceso irrefrenable. Es el secreto de acrecentarlo o administrarlo incluso provocando más hondamente el tedio, el aburrimiento y el dolor principalmente. Fuente de inspiración para un desarrollo sibarita, en solitario o en grupos y aun con el riesgo de quedar consumido por su enviciamiento como si de un vino de cenizas se tratase, el placer nunca faltara a la cita de nuestras necesidades. Y esto se debe a una cuestión primordial que desde el origen de la vida nos ha atenazado hasta hoy: “… si no hay paraíso ¿Dónde revientas?”[1]

Zarpemos entonces hacia a aquellos sentimientos oceánicos de la mano de algunos experimentados navegantes de los placeres cognitivos:

En La Líneas Flotantes, Roberto Juanz diserta sobre el vacío existencial y su tortuosa relación con el goce corporal a manera de bálsamo frente a la falta de sentido social. Dicha reflexión expone los sin sabores del goce irrefrenable así como también lo acuciante del desahogo habitual en lo humano. Sea este primer océano de complejidad, nuestra primera inmersión al tema elegido.

En La Viñeta en su Tinta, Gabo Sosa nos describe a una pareja orgásmica ¡De factura cuántica! Sea metáfora o alegoría del acto sexual, es difícil negar la sensación de temporalidad interrumpida cuando se alcanza el climax, y en Sex Criminals del escritor Matt Fraction, literalmente el mundo se detiene a capricho de los personajes principales ¿Quiere usted saber más? Siga buceando hacia esta recomendación de nuestro colaborador.

En El Séptimo Sueño, José Huerta disecciona fílmicamente la Ninfomanía de Lars von Trier a través del visionado de su desmesurada película. Siendo todo un tour de fuerza el interpretar las sensuales elipsis de la historia, nuestro colaborador desmonta el entramado erótico de las imágenes, con el fin de analizar las razones detrás de la adicción al sexo duro. Reseña no apta para víctimas de la frigidez.

En Goodbye Cruel World, Hansel Toscano se pregunta por la frontera entre el derecho irrestricto al goce y el respeto hacia uno mismo. Dicha división, nebulosa en nuestra época, es para el autor más allá de una cuestión personal, una búsqueda por delimitar y acrecentar el placer de la mejor forma. Sean estas interrogantes filosóficas, una manera de como dirigir el tedio hacia una prolongada sensación de sublimación.

En Onomatopeya, A. Güiris V. nos comparte un hallazgo sonoro sin igual desde el horizonte interminable del Jazz. Nuestro colaborador logra fielmente transmitirnos los placeres polifónicos de una gran Big band: The Kenny Clarke-Francy Boland Big Band with Stan Getz y su disco Change of Scenes ¡Una obra imperdible! Uno de los enormes goces que aun aguardan ser descubiertos por cualquier melómano serio que se precie de serlo. Densidad, armonía, virtuosismo ¡Emoción! Música en toda la extensión de la palabra en la prosa siempre noble del autor de esta gustosa sección.

¿Queda algo más por decir acerca del placer? Seguro que no y es bueno que así sea, puesto que no todo se reduce a estupefaciente y estimulantes, queda para nosotros ofrecerles el goce primario más valioso: el placer de la conversación. Que nuestras disquisiciones sirvan entonces para ello ¡Saludos!




[1] Frase extraída del tema musical “El Camino del Exceso” del ya extinto grupo español Héroes del Silencio.

PLACENTERA INSATISFACCIÓN


El placer en términos corrientes es aquello que nos otorga satisfacción. El placer está puesto en la totalidad de nuestra existencia, el propio cuerpo es el hacedor de él; una primera teorización de esto se expone en el enfoque psicoanalítico en el llamado principio de placer, aquel que se diferencia del principio de realidad por una condición que regula a la libido, y en tanto nuestros deseos. La realidad se generaliza – se relativiza- y nos determina los procesos del goce, la regulación de (l) ello, acto u actos que propician la neurosis en los sujetos ante la búsqueda permanente de satisfacción. Nuestro mundo se construye de energía libidinal, el acto mismo del goce está como mencioné, en nuestros propios cuerpos (nuestra sexualidad, nuestro esfínter, nuestros sentidos y en correspondencia al estímulo de los mismos), de esto, que se determine la metáfora de la carne como símbolo del deseo. El deseo se reduce en tanto a la carne y su glorificación.

El mundo exterior es el constructor del goce, el cuerpo ahora es sólo el empalme, el canal que nos reitera –en neurosis- en actos que corresponden a la inmediatez de la época en la que acontecemos; los deseos son tan próximos, tan instantáneos que se desvanecen deconstruyendo la necesidad y transformándola en una dependencia; depender de un tercer principio, el principio de dependencia. Somos entes dependientes, parte primigenia de nuestra naturaleza, aunque la revisión actual nos lleva a la función cultural-tecnológica  de los objetos que nos brindan satisfacción, la naturaleza de tales objetos corresponden a los deseos artificiales de nuestro sentires, propiciando un acumulado de excitación, que en el argot psicoanalítico se le conoce como displacer. Las regulaciones sociales modifican el propio narcisismo. 

Un ejemplo de esto puede verse en la digitalización de la imagen, en la instauración del video como encapsulamiento de la acción irrelevante que resulta ser relevante para el resto. El deseo vuelve a los primeros estadios de nuestra naturaleza, es decir, el deseo es uno mismo pero expuesto en una deforme dispersión. Uno se convierte en el objeto de valor corriente en donde la realidad sin categorización se hace tan insoportable y deseada a la vez; llega entonces esa dependencia del futuro en el pasado, del placer perdido en un remolino de compensaciones que tantas son de ellas que al final es imposible diferenciar el instante de la satisfacción ¿Qué buscaba? ¿Qué necesitaba? ¿Qué deseaba?. Aplazamiento de la satisfacción. Algo en tanto tendrá que ocupar el espacio de nuestros deseos, quizá,  el placer de sufrir o de hacer sufrir (masoquismo, sadomasoquismo), el excesivo dolor como goce, placer arcaico.

Para Lacan las diferencias entre goce y placer es que el primero es algo similar a un estado anímico, el cual no logra la satisfacción plena, el goce conlleva al exceso, en tanto al hartazgo. El placer es una satisfacción pasajera, llano deseo que pronto se olvida, que pronto se convierte en vacío que demanda ser saciado, irrepetiblemente. Lacan propone la idea un vacío estructurador, aquel que permite tomar una distancia entre el objeto –que define el placer- y el sujeto que se “esclaviza”, tal distancia sería la palabra, la que enuncia el deseo y la separa de la satisfacción del objeto.

Ejemplifiquemos esto en nuestro diario vivir. Corresponde pensar que el mundo y sus objetos conforman una ideación en el sentir, sentir en el objeto remite a que el primer objeto de placer es el mismo cuerpo, como canal sensitivo; en consecuente el placer es sentir inicialmente. Durante nuestro desarrollo dichos placer van perdiendo “emotividad” por decirlo de alguna manera, el exceso, la ingesta desmedida, la intoxicación, el placer desmedido fluctuara en nuestras vidas. Esto no nos convierte en compulsivos,  queda clara la realidad de un mundo obsesivo (la obsesión es un goce), la idea de éste es una compulsión como tal.  Requerimos cada vez mayor extroversión, la extroversión sitúa la necesidad, la satisfacción en el afuera, es decir: el exceso de la evocación externa (belleza, superioridad, hedonismo, banalidad, consumismo, intoxicación misma del mundo para dar motivo, fundamento de lo que somos). 

Tal vacío estructurado puede percibirse en el común de nuestro nuevo lenguaje -que por cierto, no es ninguna boga o tendencia, es una forma instaurada- que se reproduce en tres plenos: imagen, aforismo y vídeo. Imagen significando la idealización del verse en una realidad “controlada” (el deseo), el aforismo significando del vacío estructurado (la palabra, las líneas, el discurso que condensan los ideales, motivos de todos) y el vídeo significando el goce de “atrapar” el movimiento del ridículo, de la celebración, del disparo, de la explosión, del coito,  de la caída, del “asombro-espontaneo”. Placeres vagos significa llano sentido de la vida, de la muerte misma, significa placer por la angustia ¿Qué podría salvarnos? La abstracción, el asombro que desplace por un instante al cuerpo, la carne y al mundo mismo; devolvernos la contemplación al placer más fidedigno, nuestra complejidad.



SEXO ES SÓLO UNA PALABRA. EL AMOR ES UNA SENTENCIA: LOS CRÍMENES SEXUALES DE MATT FRACTION


   Ella es Suzie. Me mira desde el rincón, tumbada en ese mullido sillón al que le eché el ojo desde que llegué. Sus ojos revolotean, coquetos, por cada centímetro de la habitación, como buscando algo. Imagino su ondulado pelo enredado entre mis dedos, mientras huelo las notas francesas de su perfume al hundirme en su pecho. Esos rojos labios también se posesionan de alguna parte de mi cuerpo…ella es Suzie, y en medio de esta fiesta llena de pusilánimes pretenciosos, ocupa toda la atención; a manera de un delirante sol a punto de explotar en super nova.

   Platicamos un poco, más bien sin mucho afán. Mejor dicho, me meto en una fortuita conversación sin destino, citando a Nabokov y llamando su atención con premeditación y alevosía. Puedo apostar que la vi flotar hacia mí…

   Las presentaciones de rigor, la charla boba, los detalles personales sin sentido. Un par de sonrisas y la mal llamada “química instantánea” basta para engancharnos. Esta curiosa chica amante de los libros y las bibliotecas, ha atrapado a este asistente administrativo – actor de segunda – pervertido de fin de semana.

   Pierdo la noción del tiempo. Me confieso totalmente desencontrado en esa piel caliente y el sabor de su sexo. Su carne apretada y su humedad infinita. Ella es Suzie, y al venirse entre mis brazos (y yo entre sus piernas), parece ser el orgasmo más inolvidable de todo el universo…

   Trato de recordar esos breves momentos gloriosos mientras salimos de la bóveda, empuñando esas pistolas de juguete, mientras trato de tranquilizarla diciendo que todo estará bien; dispuestos a llevarnos todo ese dinero… aún me tiemblan las piernas debido a aquella corrida sobre el lavabo del baño. Y con todo eso encima, tenemos que correr entre todas las estelas de luz y chispeantes brillos que, congelados, adornan todo el ambiente.

   Sorteamos a los clientes paralizados, entre papeles suspendidos en el espacio y los gritos de la policía sexual que viene tras nosotros. Y es que, ¿qué mas podría esperar esta pareja de desviados? Pasamos los límites, supongo.

   ¿Qué puedo decir en mi defensa? No todos los días conoces a alguien como tú, con quien puedes aliarte y encontrar un verdadero cómplice en pos de un fin que nos saque de toda la cordura del mundo normal…ella es Suzie, y congela el espacio-tiempo cuando se viene. Y es genial hacerla venir…una tremenda madriza con un dildo me distrae de estos pensamientos auto condescendientes. Por momentos (y sólo por unos instantes muy chiquitos) llego a pensar: ¿por qué ¡&%@$ se me ocurrió esta genial idea?

   Vuelvo a pensar en Suzie: en como entorna sus ojotes cuando dice mi nombre, cómo me muerde el cuello cuando embisto su pelvis, cómo nos quedamos viendo sin ningún fin particular esas ondas de color y brillos inexplicables que hay entre nosotros y el techo después de acabar.

   ¿Cómo chingaus se me ocurrió esta gran idea?. Pienso en Suzie. El resto es fácil…


(*) ‘Sex Criminals’ es una serie mensual creada por el escritor norteamericano Matt Fraction (The Invincible Iron Man, Uncanny X-Men, Hawkeye, Casanova) y el dibujante canadiense Steve Murray aka Chip Zdarsky (Prison Funnies, Monster Cops, Extremely Bad Advice). Es la historia de Suzie, una chica común y corriente que trabaja en una librería, y Jon, un actor que trabaja como auxiliar administrativo en un banco. Juntos descubrirán, a través del sexo, que tienen más en común que un simple acostón: ambos tienen la capacidad de congelar el espacio-tiempo al tener un orgasmo. Cuando Jon le propone a Suzie sacar partido de sus peculiares habilidades, arranca una serie de acontecimientos que no los dejarán en paz, lectores; rogando por la llegada de los números cada mes. ¿Qué les depara el destino a este par de nuevos criminales que azotan la ciudad?

La respuesta está a unos cuantos gemidos de distancia…

Gabo Sosa, perdido en las cordilleras de Venus. 

NINFOMANIA, LA ADICCIÓN SEXUAL CON SIGNIFICADO CULTURAL.


Si nos apegamos a lo que dice el Diccionario de la Real Academia Española, ninfomanía se considera al furor uterino, en otras palabras el “deseo violento e insaciable de la mujer de entregarse a la cópula”; con su más reciente obra estrenada hace un par de años (2013) y dividida en dos partes, Lars Von Trier busca destapar y explorar los impulsivos deseos sexuales de  Joe, interpretada por Charlotte Gainsbourg, quien después de sufrir una tremenda golpiza conoce a Seligman, encarnado por Stellan Skarsgård, un perfecto desconocido al que comienza a contar sus destrampes sexuales desde muy temprana edad, y como el frenesí sexual aumentó con el pasar de los años, al grado de convertirse más que una adicción, en una necesidad.

Sin embargo, su prolífica vida sexual no se ve exenta de amor y sufrimiento, iniciando con su padre y el gran afecto que tiene por él, así como la admiración que tiene por sus conocimientos botánicos, que la dejan marcada al grado de conservar un libro donde colecciona hojas de árboles; por el otro lado, el afectivo, el de pareja, aparece Jeròme, interpretado por Shia LaBeouf, quien funge como algo más que una pareja pasajera, de las muchas que Joe encontró en su camino a la cima sexual, él es el único vínculo que tiende a situarla en una realidad distinta a la que vive,  una especie de ancla que la ata al mundo mundano y trivial, que ama pero detesta a la vez, que la hace llorar y sufrir, pero también le produce nauseas y repulsión; una relación que sólo podía tener una conclusión, y que como el lector imaginará es que Joe continua transitando e intercambiando parejas tan quitada de la pena, como cervezas se venden en un bar en pleno furor de vacaciones de verano.

Lars Von Trier juega con las experiencias de Joe y las intercala con su eterno ego, desde la música y las requeridas explicaciones de composición, pasando por pasajes de la biblia y su interpretación cuasi hermenéutica, hasta la pintura y el por qué de sus trazos, todo esto a través del personaje de Seligman, que pareciera ser una alegoría a la persona de Von Trier, con su incansable búsqueda de conocimiento y raciocinio clasista, un personaje que sirve para descifrar los pecados más oscuros de Joe y vincularlos con el arte y la historia, o explicarlos a través de éstas, como si esto fuera posible, pero para Von Trier las barreras culturales no son impedimento alguno y, por momentos, la película se transforma en una clase de historia, pintura y música, mezclándolas con el sexo duro y pecaminoso de su protagonista, empalmando todo como artista renacentista.

Con esto no quiero decir que la película sea mala, pero creo que cae en excesos de ego por parte del realizador, aunque tampoco es de extrañarse ya que en buena parte de su obra recurre a estos arranques de hombre culto (y sin duda que lo es, pero no se debe confundir el cine como expresión artística con una clase de posgrado), no pude dejar de pensar en “Melancolía” (2011), la cinta que antecede a esta en el currículum del director en la que presenta esta misma constante al bombardearnos con música clásica y la obra pictórica de Brughel.

Las dos partes en las que se divide Ninfomanía tienen sus altas y bajas, siendo la primera de ellas la mejor desarrollada, dejando al espectador con ganas de más, esperando tener un final desgarrador y atroz para su protagonista, lamentablemente la segunda parte deja mucho que desear, los hilos que sostenían la primera se comienzan a deshilar en su desenlace, la protagonista se convierte en un fetiche de ella misma, y su desarrollo como personaje se pierde en la inmensidad sexual que la rodea, dejando a un lado las emociones y los traumas que podría tener alguien en una situación similar; algo que me llamó la atención fue la inclusión, y elección, del pupilo de Optimus Prime, Shia LaBeouf, no entiendo las razones actorales de Von Trier para incluirlo en la cinta, salvo la penetración que un actor de la talla (en cuanto a las producciones palomeras hollywodenses) podría tener en los Estados Unidos.

De inicio fue un tanto extraño verlo sin ropa en la película y teniendo sendos coitos sexuales con Joe durante buena parte del film, para la segunda cinta la sensación de extrañeza disminuye, aunque su aporte sexual también lo hace considerablemente, una buena prueba para el joven actor dejar los dólares y fama ganados de la mano de Michael Bay y Steven Spielberg.

Para terminar creo que podría resumir a Ninfomanía como una propuesta sumamente provocativa por parte de un director que gusta de romper con los cánones y moldes establecidos por la industria norteamericana; sin embargo, la cinta no cierra el ciclo que comenzó, se siente inconclusa, dividida en una parte buena y otra no tanto, con los guiños y excesos culturales que tanto gustan al polémico director autodeclarado nazi, una cinta que parecía llevar al extremo los limites de la censura contando una historia redonda pero que se cae en las pretensiones iconoclastas de su autor, dejando a un lado la introspección y problemática de su personaje para dejar solo la adicción, perdiéndose en un enorme bosque de citas textuales, composiciones musicales y trazos pictóricos,  como Joe se pierde en su mundo sexual carente de sentido y fin, una película que podría dar vueltas una y otra vez en su mismo eje, como un perro persiguiendo su cola sin parar, con un personaje que parece que no tendría nada más que decir más que gemir y disfrutar.


UNA PLANTA CARNIVORA LLAMADA PLACER


Hay en esta época ciudades capaces de ofrecer más placer de lo que sus propios habitantes podrían degustar o siquiera soportar. La mayor parte de aquellos goces, esconden bajo de si el suficiente veneno como para matar ángeles. Hemos creado fórmulas para el deleite más allá de lo que la naturaleza pudo generar por sí misma. Somos entonces, alquimistas de nuevos goces en constante búsqueda de satisfacción y olvido. Y sin embargo, no hay ataraxia colectiva al final del viaje ni una aponía definitiva durante el trayecto… lo real y nosotros siempre nos aguardan. La humanidad en esta parte del reflejo, termina vislumbrándose como una garganta hambrienta de todo tipo de juergas y excesos aun a sabiendas no únicamente de su autoflagelo, sino de su imposible saciado (el abismo nunca se indigesta y todo lo engulle). Por el placer, podríamos arrojarnos a las fauces de una mórbida criatura marina si supiéramos que en su vientre hay una sustancia capaz de producir una potente euforia ultramundana.

Es así, que el banquete de la voluptuosidad como economía boyante, no se niega a sí misma la ingesta vital de miles de almas perdidas. Quizás de ahí lo desalentador, el placer es egoísta pero nunca es gratis pues hoy en día succiona hasta la última moneda. El mundo desde esta óptica, es abiertamente una casa de apuestas en la cual se juega exclusivamente por el placer de jugar, mas nunca por una autentica posibilidad de triunfo (el goce evita pensar en su consecución). Una especie de limbo de los anhelos donde el duro esfuerzo de la autorrealización es muchas veces repudiado: el placer es el fin último de toda la existencia (la apuesta máxima). Dicho de otra forma, es lo inmediato corpóreo y material por encima del ser, la paciencia y la templanza. Es la devoción sin frenos al placer más enervante como forma de vida, desconociendo todo aquello que sólo el vivir holístico puede enseñarnos.

¿Son luego estas líneas una censura al gozo? No, sólo a su abuso como forma paliativa ante una realidad jeroglífica. Es acaso la inconformidad frente a un Zeitgeist basado en placeres inocuos como estandarte. Y aunque a esta idea podría señalársele la añeja intención de hacer una clasificación arbitraria entre placeres aparentes y placeres genuinos, no hay tal fin moral. Cada siglo tendrá sus virtudes y sin sabores, sus reinvenciones acerca de las creencias y a su vez el abandono de otras menos adaptables (que no en si poco valiosas). Desde este aspecto, lo que hoy sucede ha sucedido antes y volverá a suceder.

Ahora bien, las sociedades actuales han logrado liberar algunas formas de placer antes vedadas e incluso satanizadas. Esto ha dado como resultado una gama más amplia de experiencias en nuestro paso vital y espiritual. Empero, en la normalización de los goces anteriormente prohibidos también hemos ido cediendo gran parte de nuestro autocontrol y voluntad a la nueva cultura del gozo. Y no es que se trate de algo nuevo o inédito el hecho de que las masas prefieran más ciertas atracciones banales por encima de otras pretendidamente más elevadas o profundas. La cuestión a analizarse en nuestro presente -derivada de lo anterior- refiere específicamente al brote de un enajenamiento acrítico hacia una burda idea de placer como filosofía de existencia. Un goce “ideal” que se reduce al imaginario del mercado y a su imagen simbólica de lo que debiera ser la satisfacción plena y en la cual nos dejamos arrastrar.

Frente a esta explotación unidimensional de los deseos, múltiples pensadores han argumentado al respecto -hasta el cansancio-, que tal anomalía sólo trate de un estado o condición de placeres sin regocijo, fugaces y momentáneos. No obstante, si dicha teoría fuera exacta y no se presentara o sintiera una gratificación, no habría en el goce ningún tipo de acercamiento o desenfreno. Claro que hay un colmado sublimante, y posteriormente un vacío y una culpa quizás (el ciclo a continuación comienza de nuevo). En términos generales, todo placer es de corta duración y siempre habrá la necesidad periódica de refrendarlo (sin olvidar su característica subjetiva). De esta manera, el gozo nunca acaba realmente por hartarnos, únicamente nos absuelve de nuestra tierra interior… o nos destruye ¿Cuándo el placer nos aniquila? Cuando en mutuo acuerdo cedemos a su esclavitud. En este sentido, si ocurre ese placer sin satisfacción, efímero y transitorio. Es un gozo que amplifica la ausencia intima, nos exige cada vez mayor cantidad y al final nos insensibiliza. Pero en relación al goce de masas el asunto es un tanto más confuso.

Hablamos de un descenso en la calidad del placer en una era en la cual se apela en demasía al derecho del goce. Es una sucesión de elecciones hacia el gozo más cómodo y limitado y entre más cómodo y sin complicaciones mejor. Es un placer que no lleva a ningún lado y solo produce inmovilidad en el mejor de los casos, puesto que no amplia la visión de todo aquello aconteciendo en la vida. Sin ánimos de ser políticamente correcto, es un goce complaciente… y nada más. Los momentos de ocio, por supuesto son necesarios, más de lo que mucha gente afín a la religión del trabajo les gustaría aceptar. A pesar de ello, el ocio vigente como espacio depende de una oferta mercadológica para ser llenado, y dicha necesidad puede expresarse bajo un sencillo código compartido por un lenguaje ecuménico en común: primero el lujo, luego existo. Fuera de ello, no hay más a la vista. La representación del placer globalizado, aparentemente inagotable, bien pudiera ser la de una tierra sostenida por elefantes sobre el caparazón de una enorme tortuga (no es la inmensidad de lo que somos).

La aventura del placer debe ir más allá de las directrices sugeridas por las industrias del gozo narcisista en serie. Deber recorrer hasta cierto punto caminos poco explorados y nutrirse constantemente de experiencias heterogéneas de diverso origen. En resumidas cuentas, ser una creación en perenne proceso de expansión y conocimiento, un placer que nunca deja de serlo y en perpetua apertura de posibilidades. Sea este un proceso en donde nuestras cicatrices y la ansiedad por adormecerlas, se vuelquen en un ciclo virtuoso de goce productivo. No es una garantía de un dolor factible de desvanecerse, es simplemente su uso como pasaje al placer a manera de ineludible concubinato. Placer y dolor, se ayudan mutuamente para alcanzar el desahogo y por consiguiente, tienden a complementarse. Recrear con ellos sabiamente los momentos de saturación y abulia, es una labor complicada, pero al final son la herramienta de sentido perfecta para seguir vivos aunque sea sólo por curiosidad… y necesitado placer.


CHANGE OF SCENES – THE KENNY CLARKE-FRANCY BOLAND BIG BAND WITH STAN GETZ (1971)



(…) this rare album was originally released only in Europe
testifies to the dominance of Jazz-Rock in 1971 and not to
the staggering quantity of imagination that one hears on
the session today.

- Richard S. Ginell.

El Jazz de mediados de los 60 comenzó a aceptar mayoritariamente el puente entre géneros, ese eslabón entre categorías que muchos otros tantos ejecutantes y compositores de distintitas estirpes (muchos de ellos deseando ser etiquetados únicamente como músicos) ya habían comenzado poco tiempo antes y que se valoró, años después ya entrados los 70, como Música Experimental, Rock Progresivo, Jazz-Rock, Fusión y un muy nutrido etcétera... Quedaba claro entonces que el espectro sonoro abría sus puertas a una generación que gustaba de hallar en los recovecos de la pasión creativa una declaración y rúbrica donde las formalidades quedaban un tanto detrás con el fin de encontrar un universo musical sin fronteras.

Los resultados de dichas experimentaciones, estudios y laboratorios harmoniosos fueron reduciendo, en su mayoría, el número de integrantes dentro de las agrupaciones de la época; asunto que se venía dando en el Jazz desde los 40 con el nacimiento del Bebop. Las orquestaciones quedaban para los acompañamientos en estudio dentro de los circuitos más comerciales; la labor de la ideología presente en esos años recaía más bien en poder hacer todo lo grabado sobre el escenario: demostrar lo ya previamente ofrecido y un tanto más. De dichos años, claro, podemos hablar de diversos proyectos que fueron mutando; evolucionando o desapareciendo. De músicos que se convirtieron en entradas y salidas para el éxito y la historia de otros tantos similares. De grupos-talleres y ventanas pasmosamente adelantas incluso para nuestros tiempos.

En el reacio mundo del Jazz las cosas no se distanciaron mucho de ese presente experimental como ya se ha mencionado; el Free había gritado ya su rebeldía, por ejemplo, e incluso se habla de un periodo de repatriación para todos aquellos ejecutantes venidos de una escuela más “académica” que, así se pensó originalmente, no podrían entrarle de lleno a este nuevo “juego”… Europa obligadamente fue entonces para todos ellos su nuevo hogar. Un territorio que los adoptó, sí, pero que también logró una de sus grandes excepciones de la mano, mente y visión del Belga Francy Boland, quien en 1961 junto a Kenny Clarke, otro repatriado, no dejaría de lado la colectividad y el acento de las Big Bands; conjuntos que lógicamente habían ido perdiendo terreno tanto en popularidad como llamado ante los nuevos acentos.

La Kenny Clarke-Francy Boland Big Band juntó entonces de manera portentosa a una serie de importantes músicos de ambos continentes como Herb Geller, Ronnie Scott, Wolfgang Hirschman, Art Famer y demás con el objetivo de seguir dándole cabida al estilo y la formación pero formalizando de igual manera su paso a los nuevos tiempos. Esta agrupación coral no era de un sonido clasicista sino de una manía tan rica en polifonía y cambiantes ritmos que sus logros se resumen en no sólo ser una de las más Grandes Orquestas de la historia sino la más importante jamás conjuntada lejos de la tierra donde éstas habían nacido. “Change Of Scenes”, su última entrega debido a una baja respuesta del público –no así de la crítica especializada– fue a su vez la despedida pero su mayor punto en la cresta también. Sus tonalidades, el uso timbríco de sus instrumentos en una vorágine rítmica son aún admirados por propios y extraños. Los análisis a esta obra zozobran en halagos y recomendaciones. Su unidad sonora es de una riqueza tal que no sólo se vive de extraordinaria manera “la primera vez” que se experimenta sino en todas las ocasiones en que se decide escucharlo. Debe de sentirse.

De una rareza atrayente y un eco inmemorial, “Change Of Scenes” no sólo fue apoyado por algunos de los solos más ajenos al convencional estilo de Stan Getz, al menos no con el que se le recuerda mayormente, sino dentro de esa esquina donde los monstruos de un espacio y un tiempo se presentan para jamás marcharse. Francy Boland lo logra también con este álbum (todas son composiciones suyas), al tiempo que fabrica un espacio para reverdecer siempre ese rincón que nos ofrece algo diferente, algo especial. Algo a lo que nos acercamos musicalmente simple y llanamente por el placer. El placer de escuchar, verdaderamente escuchar y formar parte de algo más grande.


Tracklist.

I.- Extravagances (6:03)
II.- Symptones (5:50)
III.- Quiproquos (9:17)
IV.- Escaramouches (4:47)
V.- Touchstone (6:34)
VI.- Provocations (6:36)

Sobre el autor: De una mirada absolutamente nada siniestra, sueña con tener una presencia mucho más oscura que la del ladrón que le ha de asaltar en un callejón oscuro. Su melancolía se confunde habitualmente con su sonrisa pero con garbo camina feliz cuando la banqueta está por terminarse. Promete algún día dirigir una cámara hacía el cielo para así comenzar su ópera prima. Para más hallazgos de corte nada visceral darse una vuelta por su sitio personal: www.lacosaestaasi.blogspot.com