jueves, 14 de agosto de 2014

PERIPLO


“Sólo se puede leer para iluminarse a uno mismo: no es posible encender la vida que ilumina a nadie más”

Harold Bloom

Entre susurros,  las posibilidades se abren paso con el inicio de un nuevo ciclo. Idas y venidas entre dolores, placeres, desvelos, desatinos y victorias quedan atrás, para cabalgar de nueva cuenta otro cúmulo de experiencias a contrarreloj. Sin embargo, esta noche cual topo, me resguardo en mi cápsula personal ausente del alucine perpetuo que es el Distrito Federal y aprovecho el espacio para permanecer en la intemporalidad del presente.

Por mucho tiempo consideré que beber en soledad simulaba un deporte de extrema cobardía y desdicha. Las cofradías amortiguan las caídas. Hoy, mientras contemplo una cana caer en el teclado del ordenador, acepto que envejezco y doy cuenta que todo este tiempo estuve equivocado. Beber en solitario fragmenta el pensamiento, reconcilia fantasmas, prende infiernos, resucita arrumacos e ilumina escenarios colocándote de bruces en el espejo de tus naderías y posibilidades. Medida etílica y justa para temperamentos altisonantes.

Mientras sirvo otra copa de ron para mirar el mundo a través de la pantalla, confirmo que  un clic, es la posibilidad de horrorizarte o maravillarte a cada instante. No hay vacuna hoy en día para no considerarse un voyerista profesional o lo que sea que eso signifique, bien mencionara Serna “ahora rige nuestras vidas una voluble asamblea de espectros”. Al otro lado de la acera: el “progreso”, el marketing y el ganar-ganar -eslogan perverso y de una majadería monumental- siguen haciendo de las suyas entre discursos torcidos por parte de economistas, gobernantes, y empresarios consumados en sus laureles a costa del resto.

En respuesta a incontables vejaciones sociales, donde la orfandad permea un gran número de estados anímicos, surge en mi interior esa comezón constante, moneda corriente que el grueso de la población albergamos: la esperanza. ¿Cómo concebir la esperanza en una sociedad que se despeña a cuenta gotas? Donde la actividad más simple, como el desplazarse por las ciudades se vuelve en un safari temerario día con día, sin dejar de lado, el sin fin de peripecias que experimentamos para darle un sentido a nuestra estadía por el globo.

“Esta noche no es nuestra, será oscura y falsa como todas” releo la sentencia que tuvo a bien tatuar Fadanelli en un ejemplar que conservo en el librero y la memoria, producto de aquella noche en una pulquería de insurgentes. Sin titubear regreso de nueva cuenta a ese conjunto de ensayos  que dan vida a El idealista y el perro. Trabajo que invita  a desmenuzar nuestra contemporaneidad, atrapados en una sociedad caracterizada por la gente que no piensa por sí misma, recargada en ese gran espacio común: primero la cago, ya después veo. Rebeldía y reflexión como propósitos de la literatura, son puntos donde podemos aparcar infinidad de lectores para hacerle frente a la cotidianidad que nos incendia. Al menos algo de eco podemos encontrar en nuestras lecturas.

Al caminar sus páginas me queda claro que podemos y debemos hacer uso de la  conversación para edificar a través de la discusión de ideas y dudas nuevos horizontes, es decir, crear una casa dentro de otra casa, en  palabras del autor “eso sería una  liberación”. La columna vertebral de estos ensayos no es la de convertirse en un profeta de su tiempo, más bien, son dardos lacerantes producto  del disciplinado arte de observar lo cotidiano para darle forma a una opinión digna de tomar en cuenta.

“En la actualidad no necesitamos más escritores, sino un regimiento de buenos lectores que luchen contra su propia brutalidad e ignorancia” menciona en un apartado. La estimulación de la imaginación por medio de la lectura ordena el pensamiento, Pessoa dice que uno escribe para hacer real la vida porque la vida cotidiana es tan compleja, tan injusta que parecería que somos una alucinación. Sugerir un camino, considero,  es la forma más noble de mostrarnos la complejidad  del abanico de situaciones a las que nos enfrentamos a diario y de esto va el libro, de abrir nuevas brechas para darle otros matices a nuestra experiencia allá afuera. Los líderes y su ánimo religioso propio de algunas personas me causan gran perturbación, porque no podemos depender de una persona y de sus humores para trazarnos un camino, ya suficiente tenemos con la vastedad de intrépidos vaqueros que sacan provecho del arreo de las manadas indefensas.

El instinto y el vagar sin puerto aparente,  son las bases en las que se  solidifica este compendio de minuciosos ensayos que van desde una inmersión a la costumbre, el fanatismo deportivo, paseo en fondas, el placer, la soltería, las mujeres, la brevedad de la vida, la pedantería entre otros puntos de interés para la retina que podemos encontrar mientras habitamos sus páginas. Leer la opinión de este paladín del pesimismo, es un ejercicio recalcitrante que nos abre la posibilidad de encontrar otros mundos y otras voces para dar inicio a una de las batallas más temerarias de nuestros días: la de ofrecernos una esperanza no como actitud sino como una pulsión íntima a partir del conocimiento y la generación de una opinión propia de las cosas y si acaso vivenciar la comprensión de uno mismo y del género humano.

La experiencia literaria es, en mi opinión, uno de los medios de conocimiento más profundos que tiene el hombre en sus manos, una experiencia en la actualidad cada vez más despreciada.

Guillermo Fadanelli

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