¿Cómo recrear o pensar la ciencia
más allá del paradigma tecno-científico imperante? ¿Cómo dejar a un lado un
poco la cuestión tecnológica e incluso técnica y concentrarse en el ejercicio
puro de las posibilidades? Y con esto último, nos referimos al uso de la
imaginación al tratar de descifrar la abigarrada estructura de la realidad. A
sobrepasar el instrumentalismo de la naturaleza que se traduce en múltiples
artefactos para el ocio y el embrutecimiento (perdón, entretenimiento) y
absorber la belleza del pensamiento científico: la explicación constante de
nuestro mundo y el universo. Las predicciones de los fenómenos naturales y su
posterior aprovechamiento son importantes, pero lo es más las teorías que nos
ayudan a comprender las infinitas manifestaciones de la vida y las leyes que la
rigen. Esta manera de abordar la problemática puede ser tachada de idealista o
romántica ¿Pero es que acaso el acto creativo de la investigación y la
invención (o el hallazgo fortuito) puede quedarse –sólo- en la ominosa producción
de armas biológicas o en el trasiego del entretenimiento? Tal vez.
La ciencia cumple su propósito
cuando vemos a un hombre que ha perdido alguna (s) de sus extremidades correr
los 100 metros planos usando simples extensiones de fibra de carbono (sus
acciones posteriores son prestas a otras discusiones). A su vez, la legitimidad
del conocimiento científico tiene nuevamente sus cuotas más altas en el ejemplo
de la decodificación total del mapa del genoma humano (nuestro "libro de
instrucciones"). Que decir entonces de la misión a Marte Curiosity, donde
un robot Astromovil (Rover) realiza diversas tareas y envía los resultados a
través del espacio desde una distancia casi incuantificable. Estos únicamente
ejemplos breves que nos otorgan la seguridad de un mundo que gira en lo
constante.
A pesar de ello, la ciencia no
forma parte de nuestra cultura como sistema de pensamiento y mucho menos como
práctica social (el abuso recreativo de las tecnologías de la información y la
comunicación es un ethos de consumo hedonista, nada que ver con la observación,
experimentación y razonamiento. Se limita a expresarse en meras experiencias
inmediatas). El uso generalizado de las TIC no se traduce en un mayor interés
de la sociedad por los asuntos científicos, al contrario, el oxímoron
"barbarismo tecnológico" cobra cada día más fuerza y se convierte en
un signo de los tiempos. El humanismo en la ciencia actualmente si no es
lucrativo, se diluye en la dinámica globalizadora del libre mercado, y en ese
sentido al igual que la política, se vuelve sólo un medio para enriquecerse
(eso en el mejor de los casos, no olvidemos que en nuestro país ni siquiera es
un asunto de prioridad escolar-académico).
El hecho de vivir un presente de
innovaciones técnicas constantes (The Future is Now), no significa que la
ciencia moderna haya podido influir en la experiencia formativa: una cosa son
los efectos tecnológicos y sus secuelas, y otra, adoptar el enfoque científico
para resolver un problema o estructurar una respuesta. Desde hace más de un
siglo podemos percibir el avance científico desde infinidad de campos, pero
¿Cual es su impacto en la cultura?
Damos paso entonces a nuestros
colaboradores para que intenten responder desde sus agudas trincheras: Roberto
Juanz en su sección “Las líneas Flotantes”
nos habla de la relación de la conciencia humana y su consolidación en
la ciencia, postulando que la interrogante y el cuestionamiento serán su avatar
permanente (la idea, el contar con ella y su resurrección en la vida
intelectual); ello badajeándose entre la alquimia, el Renacimiento y la materia
negra. La viñeta en su tinta de Gabo Sosa nos coloca en una ficción que peca de
ser más cercana a nuestra realidad que a un mero producto fantasioso (así de
glorioso es el Comic); les acercamos a esta obra (Hip Flask) colocando
simplemente estas piezas: enriquecimiento de corporativos en voz de la ciencia
y la vida, manipulación de especies
acompañada de estandartes Darwinianos y “Moreuinas” discutibles en una África
futurista como escenario.
En la sórdida y atinada sección
de “Good Bye Cruel World” de Hansel Toscano nos describe la desestimada
cosmovisión que se tiene para con la ciencia, enfatizando en uno de los males
sociales de mayor alcance: la tecnofilia. Siendo ésta efecto propicio de una
ciencia que adolece de espíritu, de cultura; adjetivándose en mitos de técnica,
idea mercadológicas y utopías con fecha de caducidad como a bien apunta su
autor. En nuestra sección musical -distinta a cualquiera- “Onomatopeya”, Agustín Güiris nos traslada a finales de los 70 acompañado
de uno de los únicos músicos que en realidad hacen de la ciencia, los
sintetizadores y de la tecnología melodías cósmicas que nos rinden a la
introspección, nos referimos al Señor Brian Eno, su minimalismo se hace
presente en la siempre grata descripción de nuestro experto, que en este caso
decide presentarnos el quinto álbum de este músico y productor: Before And After Science.
Les aseguramos que después de
leer cada una de estas “teorías” –comprobadas- su postura con respecto a “las
ciencias” no partirán más de sus libros de textos gratuitos, consideran a la
naturaleza de las ciencias como su ley legitima, como el Dios único del
conocimiento.
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