Muchos estiman que el impacto de
la ciencia moderna en la cultura, puede medirse a partir de las múltiples
innovaciones tecnológicas y los avances técnicos. Es innegable que estos dos
últimos aspectos han conquistado el imaginario social y han generado un nuevo
espíritu de época (tecno-ciencia= tecno-imaginario). Pero a veces se olvida que
el punto de vista de la ciencia, también es una cosmovisión que si bien ha
dejado sentir su influencia desde hace más de tres siglos, pareciera que aun no
forma parte del lenguaje habitual de la mayoría de la humanidad. Obvio es que
no nos encontramos en una era cavernaria (mentalmente en la "edad
media" quizás muchos si), ni tampoco estamos en un estadio de
entendimiento inferior a nuestros predecesores, pero aunque cuantitativamente
dispongamos de mejores aparatos que facilitan múltiples tareas y
cualitativamente gocemos de mejores perspectivas de vida en salud y mortandad,
nuestra comprensión del mundo aun sigue siendo bastante escueta e idólatra.
El pensamiento científico solo es
cultura popular cuando a través de la industria cinematográfica, se producen
películas de ciencia ficción (¿Hace falta ahondar en la falta de rigor en la
cual estos filmes abordan los temas científicos?). Y si bien, no podemos
ignorar la forma tan radical en la cual la ciencia ha cambiado nuestra forma de
pensar y nuestras experiencias de vida, no le damos al conocimiento y los
métodos para construirlo, un lugar preponderante. O dicho de otra manera, el
uso de artefactos de última generación no nos ha llevado a adoptar a nuestra
formación, la cultura científica (por lo menos como adiestramiento mental o
entrenamiento). Y no solo no lo amalgamamos en un intento por enriquecer
nuestro bagaje, a veces creemos hacerlo desde el discurso "Cientista"
(la ciencia como panacea al igual que la religión). Es decir, entendemos el
discurso de la técnica como la nueva utopía venidera en base a solo tecnología
y más tecnología (los artilugios como consuelo ante un futuro incierto).
Antes, la religión era la que
prometía una vida más plena en el más allá, hoy ese espacio ha sido llenado por
los mitos de la técnica. Las ideas mercadológicas en torno a ella, han creado
utopías con fecha de caducidad, donde no solo se nos promete un porvenir idílico,
sino también, la posibilidad de acceder a él desde el presente. Con
representaciones oníricas por medio de fotografías, cine e Internet (al fin y
al cabo dictadura de la imagen) se nos muestra otros universos donde la
constante es la comunicación: la última utopía de la información (una creencia
más para las masas). Y tomando en cuenta que actualmente las personas se
identifican mas con sus posesiones materiales, no es de extrañarnos que también
nos midamos a nosotros mismos como una sociedad exitosa a partir de los logros
tecnológicos. La esperanza y los anhelos en forma de celulares, cable con 120
canales, web a alta velocidad, memorias USB y Ipod’s de gran capacidad (etc.,
etc., etc.,) llenando vacíos existenciales en medidas de GB o TB.
Curioso es entonces, que en plena
era de la información (una supuesta fase de transición hacia la "Sociedad
del Conocimiento"), la gente es cada día más ignorante no solo de si, sino
de todo lo que la rodea. La experiencia más cercana que se tiene con la ciencia
es cuando sintonizamos algún episodio de Big Bang Theory (excelente sitcom,
dicho sea de paso). La revolución científica de los últimos años necesita
permear más allá de sus invenciones, como un elemento importante en la
educación con el fin de restarle azar al futuro y aprender a diseñar soluciones
prácticas desde el presente (no es una cuestión de productos para la evasión).
Es una revolución del pensamiento, no del entretenimiento. No se trata tampoco
de que nos convirtamos en una comunidad científica global, sino de que junto a
nuestras inclinaciones artísticas y quehacer político, prohijemos la tradición
científica como dinámica cultural transformadora de lo estático anquilosado y
como creadora de alternativas. La convivencia con las ciencias permite algo más
que un rato de agradables actualizaciones, es un estimulo a la inteligencia
inventiva, y un aprendizaje neurálgico para reducir la imposición de visiones
arcaicas que no permiten un desarrollo igualitario. Se trata entonces de ir más
allá de los usos lúdicos y recreativos de los artefactos tecnológicos, y
reutilizarlos para, en base a los valores de la ciencia (escepticismo,
autocritica, iniciativa, etc.) configurar una imagen más amplia del mundo.
Finalizo con la siguiente cita:
"Si seguimos empeñados en ver a la ciencia únicamente como una
productora potencial de aplicaciones técnicas, perderemos la influencia de la
ciencia en la cultura y crearemos un divorcio entre una tecnociencia mercantil
y una sociedad acientífica que comprará algunos productos científicos y sufrirá
pasivamente, a veces horrorizada, otras de sus aplicaciones." Josep M.
Casacuberta: vicedirector del Instituto de Biología Molecular de Barcelona
(CSIC).1
*Titulo de una película y serie de televisión acerca de dos
descerebrados creando la mujer perfecta.
1) Casacuberta,
Josep M., Tribuna: Circuito Científico, La(s) función(es) de la ciencia. EL
PAÍS, miércoles 27 de abril de 2005,
http://elpais.com/diario/2005/04/27/futuro/1114552808_850215.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario