miércoles, 28 de mayo de 2014

DISTOPÍA Sensacional de Cultura No. 10 - PDF


Tema: Guerra

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lunes, 26 de mayo de 2014

DISTOPÍA PRESENTA: GUERRA


Las guerras no son emocionantes ni divertidas, no hay ganadores, solo perdedores. No hay guerras buenas, con las siguientes excepciones. La segunda guerra mundial y la guerra de las galaxias.”

Bart Simpson - Bart The General, Temporada 1, Episodio 5

¿Son las sociedades actuales capaces de evocar el significado real de la guerra? Hemos llegado a un punto donde los conflictos bélicos son un ladrillo más en el muro que se construye día a día desde la mediosfera. Este último filtro, tiene la virtud de acercarnos a manera de microscopio sobre casi cualquier detalle “de interés” en una lucha armada y sin embargo, no hay efectos de humanización para quienes gustan practicar compulsivamente el voyeurismo del zapping. Las imágenes de los enfrentamientos viajando por todo el orbe, pretenden ser información visual pero en su ordenamiento o manipulación, son una producción prime time con el mismo impacto de los seriales del Entertainment (un torrente sensorial para las masas). No podría ser de otra forma, la arena de la conciencia y la posterior creación de registros para la memoria, es también un frente de guerra decisivo para construir una historia.

La narraciones de los hechos, el anclaje o enmarcado de lo que se atestigua y pasa por el lente de una videocámara en una cruenta confrontación, va de lo maniqueo a lo sutilmente morboso, de lo aparentemente profesional a lo evidentemente parcial o sesgado (la guerra se da en todos los niveles estructurales), no obstante, inexorablemente la realidad compleja queda reducida a una crónica sencilla y de fácil entendimiento… más sin la explicación puntual y verdadera de las acciones ofensivas. Y al final, nos quedamos con la sensación de que todo aquel vendaval solo fue un instante de ilusionismo más. O como ha apuntado Baudrillard: “La guerra del golfo no ha tenido lugar” (se ha reconstruido en la pantalla una guerra irreal con muy escasa o nula relación entre causas internas y efectos externos).

No importa cuántos análisis posteriores se avoquen a tratar de dilucidar lo realmente sucedido, para una buena parte de la humanidad el ocaso destructivo de la guerra no ha existido, solo su representación. Nunca estuvimos ahí, solo en la butaca del cine. Y jamás levantamos un arma, solo vimos los cuerpos y la sangre en la virtualidad del ordenador. Nos escandalizamos ante las cifras en gastos y vidas y con ello dispersamos la frivolidad ante nuestros pares, luego, regresamos al videojuego de la segunda guerra mundial o al documental sobre los nuevos drones del ejército estadounidense.

Genocidios, desapariciones en dictaduras, campos de concentración en lugares y tiempos ajenos al periodo 1939-1945 (los Gulags soviéticos por ejemplo), las guerrillas en África, los registros históricos del horror repitiéndose puntualmente en nuestro presente, etc., son de conocimiento exclusivo de quienes los soportaron o aun lo padecen en su lugar de origen. Empero, la ruina y tragedia de los cismas militaristas mencionados al no tener cabida en la sempiterna actualidad mediática, resultan por lo tanto episodios perdidos en la cultura pop y en conclusión, jamás ocurrieron. Para el resto del mundo que puede directamente auscultar el hoy y el pasado desde la World Wide Web en el ciberespacio (sin ninguna limitación de lugar o tiempo), estas cuestiones se perciben lejanas, inimaginadas o abigarradas, sin relación directa con sus sueños o aspiraciones. La guerra es entonces, una cinta Snuff de la cual muchos hemos oído hablar… pero pocos conocen el reflejo desarticulador del contenido y el cómo interpretar el caos de su profana totalidad.

Ya sea por disputas territoriales, nacionalismos, de religión o de conquista, o por simple dominio, provocadas a priori o liberadas a partir de extrañas conjunciones del azar, las guerras aun con la Técnica mediante no son otra forma más que la fuerza de la naturaleza fluyendo a través de un catalizador primitivamente humano. A medida que degeneran y la furia diluye los motivos, ya no hay vuelta atrás, el bien y el mal se han difuminado para dar paso a una criatura más ominosa que el hombre mismo. Es así que la lógica guerrera de los intereses se clarifica y se expone en toda su franca crudeza: Killing Is My Business... And Business Is Good![1] Nuestro mayor temor ante la guerra es no solo desconocer su origen, sino también el ser involuntariamente disueltos en su dinámica deshumanizadora formando así parte indivisible de su violenta expansión (ser uno con la guerra y aun cuando esta se desvanezca, no poder vivir sin su directriz quedando en consecuencia permanentemente en estado de sitio… haciendo de la paz el enemigo). Visto desde esta arista, la guerra nunca termina y en este número de Distopía podrán darse una idea clara o funesta de este hecho inevitable. Sea esta nuestra bienvenida una vez más a la trinchera de los pensamientos en pugna ¡Adelante y cuidado con disparar a uno de los nuestros!





[1] Nombre del primer disco de la banda de Trash Metal: Megadeth. A lo largo de su carrera, Dave Mustaine, (materia gris de este proyecto) ha hecho una crítica muy certera en buena parte de sus letras, de los intereses ocultos tras las guerras. Trabajos seminales como el mencionado Killing Is My Business... And Business Is Good!, Peace Sells... But Who's Buying?, So Far, So Good... So What! y Rust in Peace son una buena muestra de esta recurrente temática. Mención aparte merece la pieza Holy Wars, en cuya estructura y contenido se transmite lo humanamente contradictorio del negocio belicista. 

PROPAGANDA DE GUERRA


El cine ha tenido un papel de suma importancia en la vida política, ya no de un país, sino del mundo entero, gracias a su poder de transmitir, de forma lúdica, mensajes o discursos políticos disfrazados con todos los efectos visuales que sea posible, los norteamericanos son muy prolíficos a exaltar sus valores y su defensa por la democracia (yanqui y neoliberal), considerándose ellos mismos como los únicos capaces de contener o detener el mal que habita en cada oscuro rincón de este planeta.

El cine mexicano bajo los regímenes priistas de los 50 a los 80, creo verdaderas calamidades fílmicas. Obviamente hubo sus excepciones pero la mayor parte del recurso fue a parar a producciones malas y costosas. Es triste saber que Pedro Weber “Chatanuga” tuvo un papel fundamental en la historia del cine nacional, y que no me malinterprete el señor pero no se caracteriza por sus dramas o tragedias, mucho menos el sequito que le hacía segunda, entre ellos el “Caballo” Rojas y Polo Polo; pero no es mi intención embromarlos con la historia del cine nacional bajo los colores del partido en el poder, pero es una muestra de las formas y usos que cada gobierno, apoyado por sus magnates empresarios, da al arte cinematográfico para controlar, influenciar, o simplemente entretener y distraer la atención de la sociedad para mantenerla alienada, esta maquiavélica idea surge en Alemania una vez concluida la 1ra Guerra Mundial con la creación de la UFA que sería la gran promotora de los logros del régimen Nazi.

La UFA (Universum Film AG) surge en 1917 después de que el gobierno alemán solicita a las grandes casas productoras de cine en aquel país, que elabore la propaganda de guerra así como films para el servicio público, su calidad de prestador de servicios al gobierno se extendería hasta 1945, bajo el régimen Nazi. Su relación con el poder hizo de la UFA un ente monopólico en Alemania, un gran negocio que arrojaría una producción de 600 películas anuales con un público que rondaba el millón de almas diariamente, muchas de estas cintas fueron unas verdaderas joyas, la mayoría de estas creadas previo a la nacionalización de las empresas durante 1933. Películas como “El gabinete del Dr. Caligari” dirigida por Robert Wiene y producida por Erich Prommer, quien fungió también como director de la UFA durante sus inicios pero la dejaría en manos republicanas con la ascensión de los Nazis y partiría, como muchos de sus compañeros, a los Estados Unidos para ayudar a la construcción de Hollywood. Otros grandes directores, emigrantes también, contribuyeron con excelentes cintas, F. W. Murnau con la tenebrosa “Nosferatu” en 1922, Fritz Lang con “Metropolis” en 1927, siendo esa generación la creadora del llamado “expresionismo alemán” y cuyos inventores utilizaron de gran manera durante su exilio en Hollywood, dando pie al llamado “film noir”.

Durante el régimen nazi, la UFA paso a manos de Joseph Goebbels, Ministro de Propaganda, que tenía bajo su poder el determinar qué tipo de literatura, obras de teatro, películas, y todo tipo de entretenimiento o forma de arte, debía consumir el pueblo alemán, esto dio pie a la migración masiva de talentos, tanto alemanes opositores al régimen, como judíos que huían de la sangrienta sed de sionismo del denominado Führer, Adolf Hitler. Durante su estadía en dicho ministerio, Goebbels despidió a todos los trabajadores judíos, o con ascendencia judía, solicitó a diversos directores hacer cintas alusivas a la fuerza y templanza teutonas, la disciplina y blancura que los caracteriza como los ideales raciales para crear un mundo más puro, uno de estos talentos vino de la mano de una talentosa mujer, Leni Riefenstahl, quien filmó “La victoria de la fe” (Der Sieg des Glaubens, 1933), un documental en el que aparece Hitler, Gobbels, Heinrich Himmler encargado de las SS, Hermann Göering  al mando de las aviación alemana Luftwaffe y demás simpatizantes dentro de la estructura nacional socialista; también filmó “El triunfo de la voluntad” (Triumph des Willens, 1935), que fue la consumación en el poder del régimen Nazi, haciendo gala de toda su fuerza militar durante uno de los festejos del partido en Nüremberg en 1934; otro trabajo que retrató esta realidad alemana fue “Día viernes – Nuestro Ejercito” (Tag der Freitag – Unsere Wehrmacht, 1935), otro corto que muestra la actuación durante una representación del ejercito alemán en el mismo festejo mencionado líneas atrás; y por último “Olimpiada” parte 1 y 2, ambas de 1938, donde se resalta la fuerza del hombre teutón en diferentes disciplinas deportivas.

Afortunadamente a Hitler no le salieron sus planes como el lo esperaba y la caída del régimen trajo consigo la desincorporación de la UFA con el gobierno, quedando sus estudios durante una primera etapa en la zona rusa de Berlin, desafortunadamente, la mala fama que le acarreo trabajar para el llamado “Tercer Reich”, hizo que muchos directores, actores o productores, rehuyeran a trabajar para ella, por lo que, después de un tiempo, un cambio de domicilio a la Alemania Democrática (la del bloque de los países aliados), y el cambio de nombre a DEFA (Deutsche Film AG) trajo consigo una nueva era del cine alemán, muchos de los artistas vinculados con el cine regresaron a la tierra que los vio nacer y triunfar, hasta llegados los 90 cuando, con la reunificación de las dos Alemanias, la mítica productora dejo de hacer cine, hubo algunos intentos por revivirla pero ninguno sirvió, hoy esos históricos museos son utilizados por casas independientes del cine alemán contemporáneo, y sirven también como museo y parque temático, un recorrido por la historia del cine de ese país, hoy la UFA únicamente hace trabajos para la televisión, dejando atrás los discursos políticos y la aversión racial que la vio caer al grado de cambiar su nombre, causando miedo con sólo oír sus siglas.

Hoy los grandes estudios apuestan por otro discurso, parecido pero no tan evidente, el cine se ha convertido en la bandera de la ideología dominante, en la escuela y el libro de muchos en una era neoliberal, donde las cintas de alto presupuesto congregan a millones a nivel mundial, generando ganancias multimillonarias, persiguiendo, al fin y al cabo, el mismo fin, en un mundo donde mucho ha cambiado, pero muchas otras cosas permanecen igual.



UN VISTAZO INOCENTE HACIA UN HÁBITO TERRIBLE: VAUGHAN, ORGULLOSAMENTE ANTIBÉLICO


رَبِّي وَأُمِرْتُ أَنْ أُسْلِمَ لِرَبِّ الْعَالَمِينَ
 هُوَ الَّذِي خَلَقَكُمْ مِنْ تُرَابٍ
Se me ordena que me rinda al Señor de los mundos. Es él quien te creó del polvo…”
El Corán, Sura 40 (Qur’an, surat Ghafir)

Me he convertido en muerte, en el destructor de mundos”
भगवद्गीता (Bhagavad Gita) India, S. V a II AC


Recuerdo una nota de CNN en español durante aquellos oscuros días de la invasión a Iraq: ‘las tropas norteamericanas han sido recibidas por los habitantes de los alrededores con flores, vítores y cantos…ya se huele la libertad…’. Qué sabor tan amargo, agrio y nefasto me dejaron tales líneas, mientras la suciedad se escurría por mis oídos.

Algún tiempo después, ya sabida la verdad sobre aquellas inexistentes armas de destrucción masiva, en algún viaje aleatorio en camión por las carreteras del país, me toca ver entre sueños una peli proyectada a bordo; habla de niños: niños refugiados, niños mutilados, huérfanos, desposeídos que viven en uno de los tantos campamentos en el Kurdistán llenos de las ‘consecuencias’ de esa mal llamada invasión libertadora a aquel país del medio oriente.

Bahman Ghobadi y su “Turtles Can Fly”, nos muestra la realidad de un país recién pasados  los aires libertadores del mundo capitalista occidental. Pero no solo en el cine se reflejaron las opiniones encontradas y desencajadas de la comunidad internacional.

Brian K. Vaughan, escritor norteamericano (responsable de piezas como ‘Y, the last man’, ‘Ex - Machina’, ‘Saga’ o las temporadas 3 a la 5 de ‘Lost’), nos cuenta la última guerra en Iraq desde el punto de vista de una familia de leones que escapan de un zoo en medio del caos de los bombardeos, en 2003.


Es muy acertada la forma en que podemos ‘apreciar’ la decadencia tan propia de nuestra especie, desde los objetivos ojos de otra. Porque, cayendo en otras espinosas temáticas, los animales son completamente poseedores de cierto raciocinio al tener un sistema nervioso complejo…luego entonces, su opinión acerca de un mundo sumido en el desorden, la matanza y la tortura sin razón se vuelve en un núcleo narrativo poderoso que nos abofetea (sí, eso nos encanta) de una y mil formas.

En lo personal, me indignaba escuchar cómo se destruían a diestra y siniestra edificios o vestigios culturales de proporciones Bíblicas: “Por Dios!...” – pensaba – “…si ese lugar fue la cuna de la escritura, FUE DONDE SE ESCRIBIERON LAS MIL Y UNA NOCHES!”…y pensamientos por el estilo. El asco llegaba a su epítome al ver imágenes de niños, mujeres, familias enteras mutiladas por las bombas…

Pero, ¿acaso los animales no pueden sentir también este repudio, esta náusea ante la total y flagrante falta de respeto por la vida? (ya no hablemos de la humana, solamente, sino en general). Zill, Safa, Noor y Ali nos contarán cuatro diferentes mensajes sobre un mismo problema; todo decantado en la pérdida de otros (y hasta de uno mismo) por una necedad impulsada por falsos poderes y tercos ‘profetas de la libertad’.


Los trazos del canadiense Niko Henrichon, con unos colores fuertemente orgánicos y muy descriptivos, complementan una historia que, al llegar a la última página; descubriremos que nos ha abierto en canal para clavarnos en las entrañas una realidad que nos importa una reverenda mierda.

Desde la portada, una mirada falsamente descrita como “asesina” nos taladra de lado a lado y nos dice de qué va la obra: el asesino, el abusador, el predador sin sentido, irrespetuoso de la vida, que la quita cuando ni siquiera la otorga…ese, ese eres TU.

No escucho más cantos ni celebraciones ni veo flores caer del cielo adornando los tanques.
Sólo hay silencio. Nadie celebra. Humo y olor a sangre son nuestro ‘himno de gloria’

No existe un camino hacia la paz. La paz es el camino
Mahatma Gandhi


But you see, it's not me, it's not my family.
In your head, in your head they are fighting,
With their tanks and their bombs,
And their bombs and their guns.
In your head, in your head, they are crying...
Dolores O’Riordan. 1994

Gabo Sosa. Desde el búnker comiquero, fuertemente surtido de obras magnánimas.

SERIALES DE GUERRA Y POSGUERRA.


La guerra y la posguerra ;  Épocas de desolación, donde todo vale por vencer, cuando incluso las pobres leyes se invalidan abiertamente para caer en “estados de excepción”, para impunemente hacer uso de todos los medios necesarios para que  cualquier de los bandos inmiscuidos salga avante. Es en estas situaciones de conflictos donde “el demonio” se desata, donde las peores pasiones e instintos más salvajes de los seres humanos, salen a flote, la misma potestad delos soldados con licencia para matar más las numerosas vidas perdidas en daños colaterales y en si el desorden imperante provoca a su vez también que muchos monstruos humanos se aprovechen para hacer lo que mejor les va en su existencia: Matar.

Es esta ocasión nos centraremos en los conflictos armados más grandes que hubieron en el siglo pasado, la primera y la segunda guerras mundiales. Y son precisamente europeos (lugar donde se desarrollaron dichos conflictos con mayor fiereza)  Alemania y Francia y su penosa posguerra en los casos teutones. En Alemania fueron dos sujetos quienes  durante la postguerra inmediata acabaron con la vida de inocentes solo por el gusto de hacerlo, ellos fueron  Fritz Haartman  y Peter Kurten. Por otro lado y en la segunda gran guerra tenemos al infame Doctor Muerte:  Marceli Petiot. Kurten quien paso a la posteridad  con el apodo del “Vampiro de Dusseldorf” por haber cometido sus crímenes en las cercanías de esa ciudad germana;  Nació en 1883 en Mullheim , parte cercana a la frontera belga y dentro de la influencia de  la ciudad de mayor tamaño más cercana: Colonia.

Vivió el conflicto armado en todo su esplendor aunque no sirvió en línea por ser considera subnormal, eso si, su psicopatía viene de temprana edad, cuando a los 9 años ahogo en un río a dos amigos suyos, si fue a raíz de experimentar la conflagración armada que termino por perder completamente la chaveta y empezó a matar de manera sistemática a mujeres jóvenes que en una Alemania que padecía los horrores de la posguerra caían en sus garras por hambre, el no discriminaba edad y siempre atacaba sexualmente a sus víctimas, era un sádico que gozaba degollando a las pobres chicas y cuando después de una crisis colectiva fue detenido y ser condenado a la horca, pregunto al verdugo textualmente: Dígame ¿ cuándo me hayan decapitado ¿podré oír siquiera un momento el ruido de mi propia sangre saliendo del cuello?".  Su caso inspiro la película de” M el vampiro de Dusseldorf “de Fritz Lang una de las primeras películas que hablaban de asesinos seriales en la historia del cine.

Haartmann, otro “vampiro” pero este de Hannover fue un psicópata homosexual contemporáneo de Kurten, solo que este tenia especial predilección por el canibalismo, nacido en 1879, siempre ataco adolescente que captaba a la salida de la estación de trenes de dicha ciudad, atraía a los jóvenes hambrientos por la posguerra y las condiciones tan complicadas de embargos que afectaron la Alemania derrotada y con promesas de trabajo o comida lo llevaba a su piso donde los violaba, torturaba y finalmente destazaba para comer e incluso hacer finos embutidos con los restos para repartir entre sus vecinos y gente del barrio, para esto contaba con la ayuda de su complice y amante Hans Grans, al igual que Kurten fue decapitado cuando fue descubierto. Ambos Kurten y Haartma alegaron tener traumas de guerra por todo el horror que vivieron durante la prima guerra que los pillo siendo ya adultos de mediana edad aunque esto no les sirvió de atenuante.

Por último tenemos al tristemente célebre Doctor Marcel Petiot que durante la segunda guerra mundial  bajo el pretexto de ayudar a escapar del Paris ocupado por los nazis, mato a más de 27 judíos adinerados y los coció en un horno para quedarse con sus bienes, quiso hacer pasar sus actos como dignos ya que argumentaba que eran nazis todos los asesinados al ser descubierto fue guillotinado y sus últimas palabras fueron  "Caballeros, les ruego que no miren. No va a ser bonito."





BASTARDOS SIN GLORIA


“Mexicanos, al grito de guerra
el acero aprestad y el bridón,
y retiemble en sus centros la tierra.
al sonoro rugir del cañón”

Himno nacional mexicano – Fragmento

Cuando una guerra irrumpe de súbito, lo hace a la manera del Génesis: Hágase la luz… la luz de las tinieblas. Para nadie es desconocido, los niveles de atrocidad que puede alcanzar un conflicto armado. Quizás debido a ello, se trate entonces de la mejor representación humana del infierno en la tierra (la real y verdadera demoledora de carne y almas). No hay límites preestablecidos, ni leyes divinas capaces de contener la furia de los ejércitos una vez puestos en marcha. Las cruzadas o Yihads lejos de acotar en los fieles esa misma rabia, la atizan de sobremanera, siendo las creencias religiosas un aliciente mucho más efectivo que las ideologías totalitarias. Hablamos en este caso, del ejemplo más claro de una carrera hacia el abismo en su (sin) sentido de brutalidad desmedida. Para entender esta última idea, situémonos en los usos del miedo y la competencia, los cuales en simbiosis dan como resultado el culto a la carnicería. La exposición de la tortura entre los bandos enemigos pretende ser un mensaje persuasivo con el fin de intimidar o replegar las acciones ofensivas. Al final, parafraseando a Gandhi no solo los afectados se han ocasionado mutua ceguera, en el camino también se han asegurado de que esta condición sea permanente (en guerra el odio trasciende el tiempo y se instala de manera perentoria en el horizonte).

Es así que al desatarse las formas dantescas que adquiere el caos, las acciones se manifiestan casi como una extensión más del orden natural en busca de equilibrio. Empero, lo anti-natural e inhumano de las consecuencias no existe en ningún otro lugar más allá de los actos y ruindad de quienes han liberado sus instintos primarios. He ahí lo perturbador del fenómeno, la guerra como presunta fuerza de la naturaleza arroja al mundo realidades angustiosamente difíciles de asimilar o siquiera digerir. Los enfrentamientos a gran escala son históricamente terreno fértil para registrar el extremismo más violento y nihilista en los que puede caer la conducta humana (la naturaleza en desequilibrio). En esas circunstancias, el lenguaje del combate encarnizado no es otro que el de la profusa crueldad, muy alejado de cualquier intento de comprensión externa o moral. No es entonces lo que la guerra hace en los hombres, sino aquello en el interior de los hombres escapando a placer sin nada que pueda regularlo. 

No hay por consiguiente anormalidad que refleje de manera más clara nuestra intrincada dualidad, que la experiencia traumática dejada por la guerra. En ella, símbolos o estandartes y marchas marciales son las señales que desencadenan como perros de presa todo el carruaje desbocado de la víscera. De ahí que quien domine la capacidad de engendrarla (aun a pesar de vivir en tiempos donde el mercado impone su dinámica a nivel global) controla su entorno geopolítico, e incluso ciertas funciones del mercado mismo. No obstante, la razón de la fuerza no siendo fácil de disuadir estima poder dirigir un fuego demasiado sensible a la dispersión y es que la guerra cuando se ha propagado en demasía, llega a tomar vida propia. No importa tener las mejores armas o a la mano la tecnología de punta, aunque se gane la batalla, el rencor de los vencidos mantiene su estela purulenta a través de generaciones, llegando al grado de ser un paroxismo no erradicable. Una vez iniciada la espiral descendente del exterminio (salvo muy identificables excepciones como Japón u otros países rivales en la segunda guerra mundial), está siempre intentara resarcirse de sus cenizas en la situación propicia.

De aquí inferimos que se puede controlar el armamento, la amenaza de valerse de el para conseguir ciertos objetivos, pero el rumbo o dirección de una guerra siempre resultara un rompecabezas de suma complejidad. Manipular un estallido bélico es una cuestión ilusoria que al parecer solo beneficia a los mercenarios y comerciantes de armas, no así a los civiles en medio de la lucha. La guerra como supremo juez de la vida y muerte decide por si misma su destino y el destino de quienes pelean en el vórtice de su torbellino. Debido a estas características, es muy sencillo incitar externamente las agresiones militares en lugares donde el sectarismo, la pobreza y las diferencias raciales o de credo chocan constantemente. Dicho de otra forma, es la pólvora que no pasa desapercibida al radar de diversos intereses en el mundo. Tal vez no haya un medio para maniobrar la ruta de una combustión, pero si muchas maneras efectivas para hacerla estallar… y luego esperar. La guerra o las guerras en nuestro presente, responden más a este tipo de aviesa mecánica que a supuestas causas emancipadoras o en nombre de la libertad. Detrás, podemos argüir que siempre hay alguien que prende la mecha a la distancia y trata de mantener lo más que pueda en beneficio propio la intensidad del estallido. Mientras, en el interior de la tormenta, el círculo de la ira recrea su mejor versión del inframundo con todo lo ominosamente impensable que los hombres son capaces de materializar. 

¿Qué es en conclusión la guerra? ¿Una deidad? ¿Una pesadilla o fantasma inexplicablemente real? Solo nos queda aceptar que su existencia es producto puramente humano e inevitable o no… sucede. No hay otra forma más viable de afrontarla: “The war is over”.


THE FINAL CUT – PINK FLOYD (1983)


“They disembarked in 45,
And no-one spoke and no-one smiled.
There were to many spaces in the line…”

Algunos los consideran la segunda parte del “The Wall” (1979), otros tantos la verdadera historia del mismo álbum. Algunos otros lo describen como una carta –una catarsis– de Roger Waters mientras otros, más bien, como un disco de solista utilizando a Gilmour y Mason como parte de una banda personal. Muchos de los fanáticos de Pink Floyd no hacen alarde de él. Algunos otros sí. El caso es que “The Final Cut” es uno de esos discos que si bien pertenecen a la discografía oficial de una banda, hay en el demasiadas paréntesis y aclaraciones al margen como para sentirlo tan integro a una voz y sonido como los más afamados. No obstante, es casi sin lugar a dudas, el disco de Culto más querido por los seguidores de una de las agrupaciones más importantes en el mundo de la música popular.

Las leyendas relatan la historia desde ciertas esquinas; románticas muchas de ellas… Pero como es usual en este tipo de situaciones, son las coincidencias las que tocan y retocan las mismas causas y aristas. Estas rezan lo siguiente: Roger Waters perdió a su padre en la segunda guerra mundial al tiempo que paso parte de su infancia en medio del conflicto bélico. Dicha presión, junto a la de toda su generación, recrudece años después bajo el sistema educativo de la Inglaterra de postguerra –estricto en demasía– explotando de forma creativa al armar sus primeras bandas musicales. La conclusión de esto: Pink Floyd… Eso sí, junto a demás colegas, pero eso, como ya han de saber, es una historia aún más contada todavía.

Cuando se inicia el proceso de composición de lo que a la postre sería el  “The Wall”, la banda está en su etapa más madura. Sus discos conceptuales están en el tope de popularidad y la influencia y poder de la agrupación los ha hecho encontrarse ensimismados y endiosados (historia también ya bastante citada), así que a manera de expiación, Waters escribe la historia de Pink, un hombre que tiene más que una casualidad con todas sus esquelas del pasado. Podemos decir que muchas de las cosas por las que pasa este personaje en sus primeros años (y en algunos después) son un eco de la vida del propio Waters, llevadas (claro) con ciertos giros dramáticos no verídicos y sobre todo una conclusión ficticia. Creo que muchos al menos han visto en alguna ocasión la versión fílmica de Alan Parker.

Así que continuando con la autoexploración, posterior a una gira que no se logró representar como se tenía pensada originalmente (pero que aún así cambiaría al mundo del espectáculo), así como a algunos cuantos pleitos internos en la banda que cambiarían su formación, Pink Floyd se adentra de nuevo a la creación de un nuevo álbum bajo la batuta no sólo estricta sino autoritaria de Roger Waters. Un disco igualmente conceptual con una historia similar al anterior pero que deja claro que se aleja un poco de la ficción; no obstante de que en gran parte de él sí se encuentre tal...

Un hombre despierta diferente tiempos para que sean escuchados. Ecos del pasado, futuro y ciertas ensoñaciones se conjuntan con una delicadeza no mostrada con antelación en la historia de la banda (no al menos de esta forma). La guerra, la perdida de un padre, las diferentes despedidas de la vida y la creación de un concepto musical son algunos de los ejes que se cruzan a lo largo de las canciones del álbum. Un álbum que no obstante el ajetreo que hay detrás de él, resulta ser de un contenido portentoso y sumamente emotivo.

Quizá para muchos oídos signifique varias cosas, queda claro. La historia misma de esta producción lo permite… Igualmente debemos decir que este no es uno de los primeros discos que atrapan, gustan o simplemente buscan los amantes del Rock en general. Muchos de ellos, quizás, sólo lo han escuchado de pasada o simplemente lo han dejado ir. Para los gustosos de Pink Floyd, es obvio, su escucha cotidiana es una obligación, claro, pero muchos de ellos, lo sé, tampoco son muy adeptos. Muchos otros sí, al cabo de ser este uno de los discos más lastimeros que han escuchado en vida. Y es que salvo un corte, todo lo que flota en el es melancolía y nostalgia pura... La atmosfera que crea es de un sentimiento de difícil calma, como la que viene después de un duelo. El atardecer, en su compañía, al menos, se torna de otro color. Y es que de otro tono es este disco, el último que compartiese Roger Waters bajo el nombre de la banda.

The Final Cut, pues, es un disco hecho bajo los acentos de la tristeza, de la perdida y el desconsuelo. Su origen, su causa y consecuencia parte del mismo punto y se dirige siempre al horizonte; donde las cosas deben ser siempre mejores. Pero calma, no es un álbum para cortarnos las venas junto a la bocina, no. Tampoco lo es para al final sentirnos redimidos y así salir a correr a la calle gritando que somos mejores personas, para nada. Es tan sólo de una honestidad sumamente humana que nos hace pensar y repensar, valuar y revaluar todo lo que conlleva y deja tras de sí el vacío de las estúpidas guerras.


Tracklist.

I.- The Post War Dream (3:00)
II.- Your Possible Past (4:21)
III.- One Of The Few (1:26)
IV.- The Hero’s Return (2:58)
V.- The Gunners Dream (5:04)
VI.- Paranoid Eyes (3:49)
VII.- Get Your Filthy Hands Off My Desert (1:19)
VIII.- The Fletcher Memorial Home (4:10)
IX.- Southampton Dock (2:05)
X.- The Final Cut (4:53)
XI.- Not Now John (5:03)
XII.- Two Suns In The Sunset (5:17)

*En el 2004, el Box Set “Oh, By The Way” que incluía una reedición de toda la discografía de Pink Floyd difiere con la versión original en este álbum en particular. Incluye un Track más; se trata de “When The Tigers Broke Free” en la cuarta posición. Esta canción se dio a conocer como parte del Soundtrack de la película “The Wall” (Parker, 1982).

Sobre el autor: Cansino y andante durante el día, la tarde y la noche. Su locura no comienza sino hasta que cierra los ojos y despierta sin recordar sus sueños. Se dice que le cuenta sus anécdotas a los kilómetros que camina a diario. No le hace falta traer audífonos, pues en todos lados haya una sintonía. Para más detalles, visitar su sitio personal: www.lacosaestaasi.blogspot.com

domingo, 25 de mayo de 2014

REFLEXIONES SOBRE LA GUERRA


“… podemos concebir diferentes tipos de ‘guerras’, no solamente las militares, sino las que se hacen por una noble o justa causa, esas batallas o cruzadas llenas de humanismo y buena voluntad. También podemos otro tipo de guerras, las  más difíciles de todas: las que son contra nuestras fuerzas, las que nos colocan frente a nosotros mismos y nos llevan a conductas ocasionalmente adversas y dispares a nuestra esencia y conducta, es decir, las batallas contra nuestros propios fantasmas, lo que nos ha llevado a tener en cuenta crímenes atroces o narrar hechos abominables.”

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