domingo, 10 de febrero de 2013

El MAÑANA SERA DISTÓPICO


"El mundo es cruel, y la única ética en un mundo cruel, es el azar: Objetivo, imparcial… justo."
Two face en The Dark Knight
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          Difícil resulta calificar los tiempos actuales como distópicos o como una suerte de distopía. En primera instancia porque el carácter fugaz del presente solo da cierto margen para registrarlo, mas no para asimilarlo (y si a eso le sumamos la velocidad de la invención técnica y su capacidad transformadora del mundo, lo que hoy tratamos de discernir queda simplemente en un intento con conclusiones parciales). Sólo entendemos el aquí y el ahora en forma plena desde una perspectiva futura, tanto colectiva como individualmente.

Una anti-utopía es una irrupción en el espacio-tiempo que da lugar a un fin de la historia: un totalitarismo anárquico, no propiamente un apocalipsis. Nuestro mundo afortunadamente aun es convulso y reboza pus de convulsión, empero, los términos "crisis de la democracia", "crisis económica" "crisis de confianza" no son gratuitos y las palabras decadencia, nihilismo e individualismo crónico, también rebozan por el planeta como humo negro de locomotora (la maquina simbólica del progreso). Y cierto es que ni todas las innovaciones tecnológicas de esta primera década del siglo XXI han alcanzado a llenar la ya conocida Era del vacío (denominada así por Gilles Lipovetsky).

Debido a este desdibujamiento global, el tiempo ha dejado de ser unitario y se fragmenta en diversos instantes: retrocediendo en la mayoría de los casos, detenido definitivamente en gobiernos dictatoriales, estancándose en sociedades subdesarrolladas, y adelantándose al futuro en el dominio tecnológico a gran escala de la economía. Por ende, lejos de estar viviendo el fin de los tiempos, más bien experimentamos una corriente desbordada de incertidumbre (una sensación de tiempo distópico). El futuro ya no es un lugar "ideal", pues los deseos, los anhelos y los sueños a alcanzar de una sociedad, son sustituidos desde el presente por la desesperanza.

El mañana será distópico, porque la mayor perturbación que se le puede ocasionar al ritmo natural del tiempo es el alejarse de lo socialmente justo. Sin embargo ¿cómo terminar de entender esto cuando vemos en la otredad todo aquello que detestamos? (Nosotros que no somos aquellos otros). El caos presente evoca la sensación confusa de estar perdido en una casa de los espejos. Nos quedamos paralizados ante el horror de aquellos otros yo deformados que refractan realidades muy dispares pero al mismo tiempo constituyen solo una. Formamos parte de ella tanto en sus sórdidas narraciones como en su abigarrada dureza: todos somos todos en una compartida discontinuidad temporal.

Más allá del gobierno y las multinacionales como explicaciones simplistas de nuestro devenir, y sin llegar a soluciones imposibles como el esperar de la noche a la mañana un cambio de mentalidad a nivel planetario, prever y encontrarnos en la prudencia (entendiendo esta última en su significación como cautela y preparación ante sucesos venideros) es posiblemente la defensa más razonable ante un porvenir borroso. Reencauzar y recuperar el tiempo perdido dependerá nuevamente de nuestra habilidad para imaginar algo diferente a lo que está, en otras palabras, de volver a generar utopías.


Sobre el autor: ha trabajado en medios donde nadie más se atrevería a hacerlo y ha visto cosas en ellos que más de una vez le han hecho exclamar: "pues mientras me paguen". Analista político del multiverso y al mismo tiempo fiel seguidor del profesor Caos, el autor se declara toda una autoridad lógica en el tema del sin sentido.

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