miércoles, 4 de septiembre de 2013

LO IRREAL DE UN MUNDO DESERTICO


             La sobresaturación de imágenes e información tiene efectos alucinatorios en el desierto de lo real. Sucede una construcción imaginada del mundo a partir de los destellos en las pantallas de cualquier artefacto de info-entretenimiento. Y es en ese rebote de luces estroboscópicas donde lo real y lo verdadero se deforman al grado de constituirse ambos, no sólo en lo opuesto de cada uno, sino en nuevas "realidades" y axiomas fantásticos. Empero, sobre este tema del eje Baudrillard-Morfeo-Slavoj Žižek, se ha derramado muchísima tinta desde los conflictos Tormenta del Desierto/Atentados del 11 de septiembre de 2001 y no es necesario agregar más realidades virtuales de lo debido. La incapacidad de saber la verdad de lo que acontece a nuestro alrededor, es un malestar que exige un ejercicio analítico de meta-realidad más flexible.

Escapar de la caverna platónica (donde se proyectan los simulacros del desierto de lo real) supone una empresa algo compleja ¿Es acaso factible desconectarse como Neo en el film Matrix, para que, al estilo de Aldous Huxley, las puertas de la percepción se abran y todo aparezca ante el hombre tal y como es: infinito? Esa tarea la ha cumplido cabalmente el arte desde siempre (en todas sus manifestaciones). Quizás en esta área, cabria mencionar una pertinente distinción entre la evasión (drogas, TV de nula calidad y otros) y la experiencia artística profunda sin hacer preferencias de ciertas expresiones mayores sobre algunas supuestamente menores y viceversa. Porque si bien en el desierto de lo real hay espejismos mediáticos (hiperrealidad), también se hallan visiones interiores que van de lo perturbador a lo sublime (Cine y Literatura por mencionar sólo un par de ejemplos). No todo el bombardeo ilusorio tiene como fin enmascarar las abigarradas realidades, también aparecen poéticos desgarramientos y desdoblamientos que nos muestran lo múltiple de la vida y sus posibilidades (los mitos e historias que nos permiten ser otros personajes en tiempos diferentes).

La ciencia y el conocimiento científico tienen si como objetivo el conocimiento profundo de la realidad para su posterior modificación o previsión de los fenómenos. Es menester como se vio en DISTOPÍA No. 3,su firme difusión en el rubro de la investigación con el fin de erradicar justamente los enfoques viciados o anquilosados. A pesar de ello, vivir únicamente en la dimensión científica no nos permite conocer otras interpretaciones sobre lo que sucede en el desierto de lo real y su arquitectura quimérica. Las representaciones del mundo, sean ficcionales o concretas, son parte de nuestro entrenamiento para dilucidar, apreciar o rechazar la manera en como interactuamos y asimilamos nuestro fluir en los hechos culturales. O dicho de otra forma, es parte de nuestro desarrollo diferenciar entre las explicaciones de aquello que llamamos lo real, y la sobreestimulación mediada de lo que aparenta ser verdad (no hay manera tan sencilla de librarse de este laberinto donde nada es lo que parece).

Sabemos entonces que el territorio no corresponde con el mapa, que la videomorfización de la vida pública ha afectado el sensorium de las masas, complicando nuestra relación con lo real frente a una realidad de excitación pura para los sentidos. No importa el saber que hay mediaciones y resignificaciones, el origen o referencia de esas negociaciones es el simulacro y por ende nuestras lecturas nunca serán completas, solo emocionales (pues así están diseñados los mensajes de salida: una cuestión de efectismo). Lo trágico de esto es que cuando se habla con la verdad, nadie la cree, todo son "cortinas de humo". La duda no termina siendo el principio de un razonamiento, sino el inicio de mas y mas especulación con cantidades colosales de feedback (todo mundo habla, todo mundo opina... pero nadie le atina). Es la cultura del desierto de lo real.


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