lunes, 26 de mayo de 2014

DISTOPÍA PRESENTA: GUERRA


Las guerras no son emocionantes ni divertidas, no hay ganadores, solo perdedores. No hay guerras buenas, con las siguientes excepciones. La segunda guerra mundial y la guerra de las galaxias.”

Bart Simpson - Bart The General, Temporada 1, Episodio 5

¿Son las sociedades actuales capaces de evocar el significado real de la guerra? Hemos llegado a un punto donde los conflictos bélicos son un ladrillo más en el muro que se construye día a día desde la mediosfera. Este último filtro, tiene la virtud de acercarnos a manera de microscopio sobre casi cualquier detalle “de interés” en una lucha armada y sin embargo, no hay efectos de humanización para quienes gustan practicar compulsivamente el voyeurismo del zapping. Las imágenes de los enfrentamientos viajando por todo el orbe, pretenden ser información visual pero en su ordenamiento o manipulación, son una producción prime time con el mismo impacto de los seriales del Entertainment (un torrente sensorial para las masas). No podría ser de otra forma, la arena de la conciencia y la posterior creación de registros para la memoria, es también un frente de guerra decisivo para construir una historia.

La narraciones de los hechos, el anclaje o enmarcado de lo que se atestigua y pasa por el lente de una videocámara en una cruenta confrontación, va de lo maniqueo a lo sutilmente morboso, de lo aparentemente profesional a lo evidentemente parcial o sesgado (la guerra se da en todos los niveles estructurales), no obstante, inexorablemente la realidad compleja queda reducida a una crónica sencilla y de fácil entendimiento… más sin la explicación puntual y verdadera de las acciones ofensivas. Y al final, nos quedamos con la sensación de que todo aquel vendaval solo fue un instante de ilusionismo más. O como ha apuntado Baudrillard: “La guerra del golfo no ha tenido lugar” (se ha reconstruido en la pantalla una guerra irreal con muy escasa o nula relación entre causas internas y efectos externos).

No importa cuántos análisis posteriores se avoquen a tratar de dilucidar lo realmente sucedido, para una buena parte de la humanidad el ocaso destructivo de la guerra no ha existido, solo su representación. Nunca estuvimos ahí, solo en la butaca del cine. Y jamás levantamos un arma, solo vimos los cuerpos y la sangre en la virtualidad del ordenador. Nos escandalizamos ante las cifras en gastos y vidas y con ello dispersamos la frivolidad ante nuestros pares, luego, regresamos al videojuego de la segunda guerra mundial o al documental sobre los nuevos drones del ejército estadounidense.

Genocidios, desapariciones en dictaduras, campos de concentración en lugares y tiempos ajenos al periodo 1939-1945 (los Gulags soviéticos por ejemplo), las guerrillas en África, los registros históricos del horror repitiéndose puntualmente en nuestro presente, etc., son de conocimiento exclusivo de quienes los soportaron o aun lo padecen en su lugar de origen. Empero, la ruina y tragedia de los cismas militaristas mencionados al no tener cabida en la sempiterna actualidad mediática, resultan por lo tanto episodios perdidos en la cultura pop y en conclusión, jamás ocurrieron. Para el resto del mundo que puede directamente auscultar el hoy y el pasado desde la World Wide Web en el ciberespacio (sin ninguna limitación de lugar o tiempo), estas cuestiones se perciben lejanas, inimaginadas o abigarradas, sin relación directa con sus sueños o aspiraciones. La guerra es entonces, una cinta Snuff de la cual muchos hemos oído hablar… pero pocos conocen el reflejo desarticulador del contenido y el cómo interpretar el caos de su profana totalidad.

Ya sea por disputas territoriales, nacionalismos, de religión o de conquista, o por simple dominio, provocadas a priori o liberadas a partir de extrañas conjunciones del azar, las guerras aun con la Técnica mediante no son otra forma más que la fuerza de la naturaleza fluyendo a través de un catalizador primitivamente humano. A medida que degeneran y la furia diluye los motivos, ya no hay vuelta atrás, el bien y el mal se han difuminado para dar paso a una criatura más ominosa que el hombre mismo. Es así que la lógica guerrera de los intereses se clarifica y se expone en toda su franca crudeza: Killing Is My Business... And Business Is Good![1] Nuestro mayor temor ante la guerra es no solo desconocer su origen, sino también el ser involuntariamente disueltos en su dinámica deshumanizadora formando así parte indivisible de su violenta expansión (ser uno con la guerra y aun cuando esta se desvanezca, no poder vivir sin su directriz quedando en consecuencia permanentemente en estado de sitio… haciendo de la paz el enemigo). Visto desde esta arista, la guerra nunca termina y en este número de Distopía podrán darse una idea clara o funesta de este hecho inevitable. Sea esta nuestra bienvenida una vez más a la trinchera de los pensamientos en pugna ¡Adelante y cuidado con disparar a uno de los nuestros!





[1] Nombre del primer disco de la banda de Trash Metal: Megadeth. A lo largo de su carrera, Dave Mustaine, (materia gris de este proyecto) ha hecho una crítica muy certera en buena parte de sus letras, de los intereses ocultos tras las guerras. Trabajos seminales como el mencionado Killing Is My Business... And Business Is Good!, Peace Sells... But Who's Buying?, So Far, So Good... So What! y Rust in Peace son una buena muestra de esta recurrente temática. Mención aparte merece la pieza Holy Wars, en cuya estructura y contenido se transmite lo humanamente contradictorio del negocio belicista. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario