lunes, 18 de marzo de 2013

DISTOPÍA PRESENTA: SUEÑOS Y PESADILLAS


         "El sueño de la razón produce monstruos", frase críptica la del grabado no. 43 de la serie Los Caprichos de Francisco de Goya, y sin embargo... inquietantemente cierta. Del dominio técnico y racional de la modernidad, llegamos al desencanto de los campos de concentración en Auschwitz. ¿Qué es entonces el progreso? A veces lo asociamos con el imaginario social al encarnar las metas, los deseos, los anhelos y los sueños a alcanzar de una civilización. Empero, en un sentido estricto, la idea actual de progreso se acerca más al crecimiento económico y tecnológico de una sociedad, lo cual no implica evolución o desarrollo social, es decir, una mejora neurálgica de la vida (la construcción de un mundo de ensueño).

El mundo ha sido producto de sus revoluciones, de esos “antes y después” que marcan edades, generaciones y hombres. Cambios infinitos de la era de la piedra a la era industrial, pero solo eso, cambios (el perenne ciclo de la desconstrucción ante el sueño trunco). Tan temerario seria afirmar que estamos en el mismo estadio del tiempo de las cavernas como obtuso el creer que nos encontramos en un mundo totalmente justo. La verdad como diría Aristóteles, se encuentra en el justo medio entre estos dos extremos. Y podríamos seguir con lo ya conocido del expediente clínico del discurso posmoderno: crisis de los metarrelatos, fin de las ideologías, desgaste de los grandes proyectos utópicos, etc., pero he aquí que el tema propuesto a analizar, teorizar y diseccionar nos exige una mayor hondura y una aplicación colectiva de aptitudes incluso artísticas.

Porque los sueños y las pesadillas no solo pueden interpretarse a partir de conceptos filosóficos enfrentados: modernidad/posmodernidad (tema extenuantemente sobreestudiado), sino también, abordarse desde distintas ópticas lúdicas e incluso personales (alejados de la visión fantástica del mañana ideal, pero con resultados lúgubres). Pongámoslo desde un despertar cualquiera. La consecuencia de mi recuerdo de lo soñado parece dejar un tufo emotivo: queda atrás aquel espacio atemporal, inconexo, ilusorio en donde las leyes prácticas de mi realidad han sido ultrajadas (del grato beneficio de estipular nuestras propias reglas, ocasionalmente, el universo onírico también diserta en reglas), aquel perecedero mundo que se va difuminando con el primer abrir de ojos, pero que nos va trasegando, persiguiendo durante la vigilia. Nos preguntamos ¿Por qué me siento tan feliz, tan triste, atemorizado, angustiado o emocionado de aquello soñado? ¿Tendrá algún tipo de mensaje, consecuencia? ¿Querrán decirnos algo nuestros sueños?

Los sueños son la sustancia natural de nuestros anhelos, son aquellos deseos ocultos en el desfiguro, en el sinsentido de símbolos que a veces se presentan en formas dichosas, otras tantas veces se alejan de nuestra compresión pero siempre acompañándose de rasgos que enmarcarían a entenderles como “reales”. Y ese realismo sería propio de la emotividad, de los sentimientos del soñante, su lógica y razón para desdeñarlos parece imposible, y si su experiencia fue trágica o terrorífica cuanto más les abandonamos. Pero el sueño tiene un refractario del cual es difícil olvidar, escapar, está interiorizado en nosotros; de tales consecuencias nuestro actuar, nuestro vínculo mismo a profetizar, imaginar y crear. Nuestros antepasados fueron benevolentes- y estrictos- a la significación de los sueños, el propio hombre de ciencia trasladó la idea de lo soñado a un plano de desarrollo; dentro de la actividad artística ha visto su consecuencia en diversas disciplinas: las letras, la pintura, el cine, el teatro, etc. Solidificar aquellos imposibles deseos y de igual forma esas displacenteras imágenes (pesadillas).

El sueño es inconcluso, el sueños es algo que prosigue. El sueño es más real que irreal, los sueños son vehículos de respuestas ocultas deseosas de ser expuestas. Entremos entonces al universo en donde lo imposible tiene “vida” en la pluralidad óptica y sensitiva de quienes les creamos: nosotros.



"La fantasía abandonada de la razón produce monstruos imposibles: unida con ella es madre de las artes y origen de las maravillas."

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