Y
es que basta con echarle un vistazo al vídeo de las "Ladies de
Polanco" para darnos cuenta de que... ¡Hay algo podrido en Dinamarca!
Exceptuando a las duras teocracias de medio oriente, hoy la mujer en buena
parte de este lado del planeta puede insultar a quien le dé su rechingada gana,
ser grosera en cualquier centro de educación o trabajo, inventar chismes si
alguien le cae mal, hacer grilla o meter cizaña si se ve superada o siente que
le están quitando algo, y finalmente, hacerse la victima cuando no consigue lo
deseado: "Claro, como soy mujer...
no me dejaron ser presidente" (ay Marthuchis, si los hombres somos re
malos.) A todo esto, súmele las mentadas cuotas de género donde a fuerza se les
debe de otorgar un puesto, como si no tuvieran la capacidad para entrar en
competencia como muchas de ellas si lo han demostrado.
Empero, el contraste como
siempre, viene al asomarse en las representaciones difundidas por la
mediosfera: la mujer es víctima de discriminación, maltrato, feminicidios,
llaves y patadas voladoras, violaciones y acoso laboral (todo esto cierto) y
sin embargo, es la primera en prestar su imagen como objeto de consumo y
transmitir en muy poquita ropa, un modelo basura de su papel en la sociedad
("Manual de la perfecta cabrona"
y otras babosadas). No hay casi barra matutina donde uno no encuentre grupo de
señoras (y hombres también) dando consejitos femeninos y
"cotorreando" zonzeras de la vida privada de las celebridades (ah,
pero eso sí, se paran el cuello moralmente cuando lanzan sus juicios
apabullantes.) Pareciera que el discurso de la violencia contra la mujer o en
defensa de esta, solo se usa a conveniencia para simular una cierta
preocupación y una relativa responsabilidad, mientras por otro lado campea la
frivolidad y el falso glamour (la mujer guapa, buenota y a la moda es la que
vale).
La misoginia, sin ser regla
general aplicada al mundo masculino, existe (es innegable) y causa estragos en
la sociedad, pero a través del filtro de la cultura mainstream se convierte en
una justificación para un arbitrario empoderamiento femenino (una idea más a
aprovechar incluso hasta comercialmente, ya sea en series como Las Aparicio,
obras de teatro tipo los Monólogos de la Vagina o en películas absurdas del
cine mexicano). "¿Por qué nos
odian?" se preguntan muchas desde la pose y el feminismo de aparador,
sin siquiera evaluar si esta posición de mártir/las
viejas somos chingonas es un enfoque socio-cultural adecuado. No es una
cuestión de enfrentamiento entre opuestos en la cual el hombre es el único
culpable (igualmente de parte del "sexo débil" se da el maltrato en
muchas relaciones). O dicho de otra forma, la mujer también es cabrona y en
grupo efectúa bullying verbal como
cualquier macho, como pareja puede llegar a hacer las mismas fregaderas y daño
psicológico que un hombre, y no duda en aprovecharse de su condición para
manipular a quien se deje (ninguna de estas conductas son inherente de todas
las féminas, hay que aclararlo).
En esta época de desorientación y
de paradigmas éticos y deontológicos en crisis, los conflictos entre hombres y
mujeres se deben abordar sin estatutos legales tendenciosos y buscando siempre
el respeto mutuo inculcado desde la educación y los núcleos familiares fuertes.
El hombre no es misógino por naturaleza, por ignorancia y pésima formación
llega a serlo por las mismas razones que muchas mujeres actualmente están
exteriorizando misandria* a gran escala. Finalmente, la misoginia más nociva se
está manifestando a través de numerosos productos de la industria del
entretenimiento, que no dudan en presentar a la mujer solo como un "apetitoso"
pedazo de carne sin otro fin más que excitar la libido. De hombres y mujeres
depende cambiar esta limitada percepción.
*Misandria: Odio a los hombres o
aversión hacia lo masculino.
Acerca del culpable de esta columna: ha trabajado en medios donde nadie más se atrevería a
hacerlo y ha visto cosas en ellos que más de una vez le han hecho exclamar:
"pues mientras me paguen". Analista político del multiverso y al
mismo tiempo fiel seguidor del profesor Caos, el autor se declara toda una
autoridad lógica en el tema del sin sentido.
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