El director canadiense, David Cronenberg, se ha caracterizado por
tener una filmografía bastante polémica, algunos le llaman el “Barón de la
sangre” dado que sus películas son bastante viscerales, desde la setentera
“Shivers” (1975), pasando por el remake de “La mosca” (1986), o el trastornado
viaje mental de un exterminador de plagas en “El almuerzo al desnudo” (1991),
hasta llegar a “M. Butterfly” (1993), cinta que cuenta el trágico romance de un
amor que no debió ser.
Estas películas preceden a la cinta que da pie a esta reseña “Crash:
extraños placeres” (1996), no significa que hasta aquí haya llegado la extensa
filmografía de este director, en su cuenta tiene más de una docena de películas,
siendo “Cosmopolis” (2012) su film más reciente, protagonizado por uno de los
vampirescos galanes de moda, Robert Pattinson. El mencionar las cintas
anteriores sólo es para contextualizar un poco al lector en el mundo de este
cineasta, que hasta finales de los 90 se mostraba como un director diferente,
con una plástica bastante grotesca y orgánica, que en muchos causo repulsión,
utilizando estas viscerales imágenes como parte de un proceso de transformación
que todo ser humano padece a lo largo de su historia y, aún cuando todos sus
trabajos después del 2000 excluyen esa parte que lo caracterizó durante mucho
tiempo, su cine sigue teniendo el mismo discurso, la transformación de un
hombre ante un hecho insólito en su vida y “Crash” no rehúye a esta premisa.
La cinta, basada en el libro de J. G. Ballard, cuenta la truculenta
relación que tienen James Ballard, interpretado por James Spader, y Catherine
Ballard, interpretada por Deborah Kara Unger, quien después de tener un
accidente automovilístico conoce a Vaughan, interpretado por Elias Koteas,
quien rápidamente se interesa por las heridas que el choque provoca en la
señora Ballard, al grado de excitarse mientras las recorre con sus dedos; este
encuentro, al parecer fortuito, es maquinado por otra mente perturbada, la de
la doctora Helen Remington, interpretada por Holly Hunter, quien comparte los
mismos intereses de Vaughan, las cicatrices y la recreación de brutales
accidentes carreteros en los que se vieron involucrados personajes famosos.
A uno de estos macabros espectáculos asiste la pareja Ballard, quienes
disfrutan de la reproducción del accidente que termino con la vida de James
Dean en 1955, minutos antes del sangriento performance, Vaughan da una breve
reseña de James Dean y su auto, un Porsche con un diseño exclusivo para el
actor, al cual llamo “Pequeño bastardo”, los protagonistas del accidente salen
ilesos y la pareja Ballard se conmociona y excita después de ver las retorcidas
mentes de todos los involucrados en dicho evento.
A partir de aquí la película gira en
torno a las perversiones que tienen los protagonistas del film, las
recreaciones de los accidentes siguen, algunas incluyen muertos, la relación
del matrimonio Ballard se ve alterada por la irrupción de Helen y Vaughan,
quienes los llevan a explorar su sexualidad a niveles que ellos no conocían,
incluso a probar el deseo carnal entre personas del mismo sexo como la
enfermiza escena homosexual entre Vaughan y James, arrastrándolos en un espiral
que los lleva a una constante pulsión de muerte.
La película, como muy buena parte del trabajo del director, es para
personas con mente amplia, la explicites de sus escenas puede incomodar a más
de uno, aún cuando no se trata de un film porno, la frontera entre uno y otro
parece no estar tan lejana dada la plástica tan cruda de Cronenberg, cosa que
no es de extrañar conociendo el trabajo de este director; sin embargo, vale la
pena mencionar que no nos encontramos ante un mal film, la trama se desarrolla
bien, el matrimonio Ballard se inmiscuye en el oscuro mundo de las depravadas
mentes norteamericanas ávidas de emociones fuertes y sexo rápido, su caída es
tan vertiginosa que llega un momento en que se sienten acorralados y no saben
como salir, su deseo sexual se trastorna conforme conocen a Vaughan y su
relación se deteriora conforme su deseo de muerte crece; las actuaciones son
buenas, sin llegar a ser sobresalientes o dignas de algún premio, Vaughan
cumple con su función de transgresor sexual, un embaucador de emociones
fuertes, un muerto en vida con el único deseo de pasar al más allá a toda
velocidad en un accidente brutal; la fotografía de Peter Suschitzky, un asiduo
de Cronenberg, esta llena de momentos oscuros que ayudan a meternos en el bajo
mundo donde celebran las sanguinolentas recreaciones, el vestuario corre a
cargo de la hermana del director, Denisse Cronenberg, y el departamento musical
bajo la batuta de Howard Shore.
A grandes rasgos la película es buena, transgrede los canones que
tenía la industria fílmica al momento de su estreno causando gran polémica, es
atrevida, sexual y visceral, Cronenberg con este film nos muestra un poco de
las patologías y parafilias que existen en el mundo (no tan) desarrollado, el
como las mentes enfermas se encuentran de forma accidental para sumergirse en
las turbulentas aguas del goce y el placer, como un idílico sueño que termina
por transformarse en la peor de las pesadillas, de la cual no se puede
despertar, viajando en un auto a toda velocidad, sufriendo brutales accidentes
para renacer y volver a caer en la penumbra del deseo enfermo con unas brutales
ganas de matar la inocencia de vivir en paz.
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