jueves, 27 de marzo de 2014

LATITUDES


"La vida de cada hombre es un camino hacia sí mismo, el ensayo de un camino, el boceto de un sendero."

Hermann Hesse

    Navegar la vastedad cotidiana con la impronta de un desagraviado o la “convicción” pueril del arquitecto de nuestras vidas, son polos donde aparcamos constantemente, oscilando entre cúmulos de decisiones y un sinfín de situaciones fuera de nuestro alcance. Sin embargo, en la multiplicidad de posibilidades que el transcurrir nos arroja, los accidentes hacen acto de presencia y se nos presentan como descalabros donde podemos medir el termómetro de nuestra existencia.

Si bien podemos atribuirle a una colisión entre autos, trenes, aviones, resbalones en la ducha, atropellamientos, ser madreados por algún salvaje o borracheras que traen consigo hijos no deseados como accidentes categóricos; también nos encontramos a diario -sin notarlo- con el reflejo de nuestros actos, cuestionando tras bambalinas  si nuestro peregrinar es mero producto de la casualidad o una proteica “actitud” a la Miguel Ángel Cornejo. Así como el distrito federal es la imposibilidad de llegar siempre a tiempo, desde mi actual circunstancia, confirmo que el amor es la ausencia que nos coloca en el lugar donde estamos actualmente. Vivenciamos batallas perdidas desde el inicio.

Frente a Hipotermia percibo ese halo accidentado al interior de sus cuentos. Álvaro Enrigue nos lleva por desplazamientos geográficos al puro ritmo existencial mediante un vaivén bastante emotivo y gratificante, que va desde afrentas con los hijos hasta el intercambio de fluidos corporales en un carnaval de placeres al final de la lectura en “Retorno a la ciudad del ligue”. En sus páginas encuentro una renovada forma de llevar la escritura a la experiencia autoficcional en todas sus aristas. Mediante relatos cortos aparentemente inconexos, el discurso va tejiendo escenarios donde la constante es el desasosiego en sus personajes, aderezado con la incomprensión cabal de sus destinos.

Ser extranjero en tierra de nadie, resulta ser espacio común para quien o quienes nos encontramos lejos del terruño, tal como lo manejan éstas breves líneas “No somos un imperio, ni una república, ni una monarquía ni nada: cada quien para su santo porque nadie quiere pertenecer al mundo de las segundas oportunidades. Somos lo que se escurrió por las rendijas de la historia, una pura ambición sin compromisos ulteriores, un amasijo de piratas. Somos gringos y nos urge una terapia nacional. No se ría. Piénselo como una oportunidad de negocio y verá que tengo razón.”

Hipotermia parte de la idea de estar y no estar en el presente categórico. Comezón perpetua de la insatisfacción. En “Saliva” por ejemplo: un oficinista venido a más derivado de montar a la esposa de un superior, dialoga cerca de un año después con quien fuera su camarada de oficina en el comedor de la empresa, narrando al compinche su travesía en el cochambroso escalafón. “…es un mensaje que se pasa con saliva, contestó. Y te puso de hinojos, completó Malik levantándose de la mesa, y abrió tu boca y dejó caer sobre tu lengua una gota de sus aguas sagradas. Es una forma lírica de ponerlo. El Sirilanqués miró el reloj y dijo: No me tengo que ir, pero de verdad no quiero escuchar más.”

El libro se desdobla en la incomodidad de la vida, el desarraigo, la no pertenencia. Los personajes no conciben estar en paz con las  condiciones de vida que exige nuestra actualidad postmoderna. La sensación de hastío, de no estar en el lugar correcto es casi claustrofóbica. Los cuentos de este compendio frecuentemente tienen al padre y al hijo como protagonistas de las historia, como ocurre en “La pluma de dumbo” cuando el hijo dinamita al padre con un intercambio de verdades instalándolo a fumar como energúmeno sentado en la tasa del baño, o  en “Ultraje” al narrar la metamorfosis de un camión recolector de basura en un barco pirata, producto de una foto del National Geographic encontrada dentro de una bolsa. Este último un cuentazo por donde se le vea.

Pasando por un electricista fracasado que se deleita espiando tras la ventana el edificio de enfrente, el cual, es sorprendido por la voz al interior del baño de un restorán en “Inodoro”. Cuentos en verdad desoladores como en “Salida de la ciudad de los suicidas” donde un cocinero es invitado a un concurso gastronómico en Lima convirtiendo la experiencia en una bitácora de viaje bastante tristona y elocuente. En el apartado de grandes finales encontramos a Tuone Odina el último de los dálmatas que es rescatado para vivir en un museo en “Extinción del dálmata” y a Ishi un indio que nunca desenmascara su nombre, él simplemente es un hombre en “Sobre la muerte del autor”. Darnos un viaje por la literatura contemporánea Mexicana, es encontrar a Enrigue por mero accidente cotidiano o curiosidad entre los estantes de la librería y disfrutar del panorama que nos ofrece con la exquisitez de su trabajo.

"Es algo que hacía desde niño: pretender que tengo una vida secreta a la que nadie se puede asomar. Estoy como un ciego que sale en la Biblia: aunque se curó de la vista tenía que fingir que no veía nada porque Jesucristo en persona se lo ordenó."


Álvaro Enrigue


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