jueves, 27 de marzo de 2014

ESPECTADORES DE LO ACCIDENTAL


El interés de la gente por la desgracia ajena se debe principalmente a dos cosas: al morbo natural que los humanos tienen por lo grotesco y lo prohibido, y porque sirve como un aliciente para los jodidos. Hay mucha gente que es pobre, que no tiene dinero para comer, pero que al ver una revista como Alarma! dice: ‘pues no estoy tan jodido, este güey está peor, porque está muerto. El otro está peor justamente porque ya no está’

Miguel Ángel Rodríguez (Q.E.P.D), ex-director de la revista ALARMA!

     Accidentes, muertos, mutilados, ver como quedo la víctima y ahora usando nuestros dispositivos tecnológicos ¡Sacarnos una foto con el cadáver cual si un rockstar se tratase! (Tomar video o hacer un selfie también "se vale"). El otro rostro de los imprevistos mortales es el gran mercado dispuesto a consumir los detalles sensacionales (¿Fueron los asesinatos de Jack el destripador los que dieron el pitazo de salida a esta tendencia?) ¡Los accidentes venden! Esto último es una obviedad, pero la cultura del vouyerismo morboso siendo moralmente reprobable, en masa es socialmente aceptada. "¡Asu! ¡Como quedo del choque! Se le salieron los... " Ante el hecho, la falta se diluye y todos entramos en comunión. Es simplemente cerciorarnos de que nosotros, no somos ese cuerpo ahí tendido sobre el pavimento, o aquel otro prensado en el metal de la maquina... y luego de estas verificaciones, sentirnos vivos. Es buscar al otro día en las secciones policiacas de los periódicos, si acaso no fue algún conocido o alguna persona que nos caiga gordo con el fin de alegrarnos el día. Los accidentes gráficos son la mejor manera de saborear la muerte sin morir ¡Y entre más trágicos mejor!

Nos encanta ver fenecer a los ídolos populares, pero cuando es en incidentes catastróficos ¡La colectividad entra en funesto jolgorio! Las emociones desatadas terminan siendo más fuertes que el siniestro mismo donde falleció la estrella ¡El mundo entero pierde la cabeza! Desde Lady Di hasta llegar a Jenny Rivera (y todo lo que hubo atrás, en medio y a futuro) el culto a la celebridad nos vuelve tribales y cavernarios a la enésima potencia. Nos convertimos en info-zombies devorando la vida privada del fetiche hasta que no queden ni los huesos: canibalismos mediáticos - antropofagia del espectáculo. Como el perro de Pavlov, las imágenes de la hiperralidad nos hacen salivar. Estamos a la perenne expectativa del próximo choque, avionazo o explosión, y si hay en ello famosos o figuras de la farándula ¡Uff y recontra uff! Las horas de solaz esparcimiento y sana diversión se encuentran aseguradas.

El accidente va de la mano del infortunio, olvidemonos  de los títulos en las comedias románticas ("amantes por error", "matrimonio cayó del cielo" o "por venir pendejeando me encontré dinero", etc.), los accidentes son cosas muy jodidas que nos cambian la vida y sirven tristemente para dar de que hablar a los demás. Tampoco entra mucho a colación la historia de los inventos, pues más bien se trata de la casualidad, o de lo que se conoce desde los 90's como hacer un Homero Simpson: triunfar a pesar de la idiotez. Quedar desfigurado o inválido, es una sucia jugarreta del cochino azar, algo que no estaba en nuestros planes pero al mismo tiempo ya estaba escrito que así sucediera. No hay explicación valida (ni la del suceso ni del porque), la respuesta debe nacer del interior y posterior a la desgracia, pues un accidente personal es muchas veces una cuestión en la cual no vale la pena detenerse demasiado tiempo a analizar. 

De un descuido pueden surgir infinidad de cosas (inspiración creativa, historias, canciones e ideas nuevas), pero en casos así, hablamos de excepciones a la regla: hacer cagadas no es señal de genialidad sino todo lo contrario. El mundo tiene más que aprender de Chernobyl o del desastre de British Petroleum que de los talleres de improvisación teatral. No es tanto en los diseños tácticos o en los planos de ingeniería donde se encuentra el origen de los graves accidentes, sino en las motivaciones o directrices que buscan llevar a cabo ciertos objetivos. Cuando la ambición monetaria se desborda, tenemos todo tipo de mierda, menos maravillas como el Eurotunel. Cuando el racionalismo técnico es dominado por la dinámica económica del libre mercado y se cae en el desequilibrio (ya sea por maximizar o ahorrar), señores, es la hora de salir corriendo (los diques rotos del huracán Katrina). ¿Que son entonces los accidentes? Pan y circo a través de una pantalla, el destino riéndose en nuestra cara y pérdidas financieras para bribones de cuello blanco ¿Las victimas? Que en paz descansen.



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