jueves, 27 de marzo de 2014

UN PENSAMIENTO ACCIDENTAL


     Si uno se atreve a buscar el secreto encerrado en esta palabra se asombrará de lo que puede encontrar. La palabra “accidente” deriva de la palabra accĭdens, -entis cuyo significado es “suceder”, por lo tanto nos indica acción. Un accidente sucede, valga la redundancia, de tal forma que no se puede evitar, es por ello que es un accidente; si no, sería otra cosa: un atentado, un ataque… Así que en la palabra “accidente” conviven la actividad y la pasividad de manera que la palabra implica acción y no-acción ya que no hay voluntad de que eso suceda. Esto quiere decir que esta palabra es armónica puesto que, en su lexema y en su connotación, conviven dos opuestos: actividad e inactividad. Pero esto no es todo, además, esa armonía existente entre los significados se ve rota por el caos que sugiere la palabra accidente. Así pues, hay una doble oposición en esta palabra: actividad y pasividad; armonía y caos.

Como decía, la palabra “accidente” encierra entre sus letras muchos secretos, visibles para aquellos que lo deseen. Existen dos opuestos. Dos es un número primo y todos ya sabemos lo individuales que son los números primos. De hecho, el 2, es uno de los dos números que en su representación decimal no acaba en 1, 3,7 ó 9. Así que no es de extrañar que Aristóteles, siendo científico como era, tomara esta mágica palabra para romper el dilema que se había establecido años antes entre cambio y permanencia. Haciendo un resumen: Heráclito defendía que todo estaba en movimiento, que todo es cambiante y no estático; Parménides, sin embargo, que no existía el devenir, que todo era estático. El primero defendía que la verdad es consecuencia del devenir y por lo tanto hay diferentes formas de alcanzarla; el segundo, que sólo había un camino hacia la verdad. Visto esto, para Heráclito el ser puede ser y no ser ya que todo es cambiante; pero Parménides no cree que el ser sea cambiante; siguiendo este hilo, para Heráclito la esencia del mundo no se puede captar, ya que siempre está cambiando mientras que para Parménides sí se puede captar… (largo etcétera). Platón, que fue maestro de Aristóteles, trató de resolver estas diferencias mediante la dialéctica en su Teoría de la Razón, pero no pareció convencer a todos con eso del mundo sensible y el mundo de las ideas en donde combinaba la filosofía de Heráclito y de Parménides —por cierto, Platón era discípulo de Heráclito—.

Así que, “accidente” es un concepto metafísico que otorga que las determinaciones de la sustancia pueden cambiar permaneciendo en ésta. Aristóteles distinguía entre dos tipos de accidentes (he aquí de nuevo al número 2). Los cambios sustanciales y los cambios accidentales. Los cambios sustanciales son aquellos en los que aparece o desaparece la sustancia y solo pueden ser dos — ¡otra vez el dos!—: generación y corrupción. Los cambios accidentales, por su parte, son aquellos que se producen en la sustancia sin que su forma cambiara; estos accidentes son locales, cuantitativos y cualitativos.

Así pues, el nacimiento de una persona sería un cambio sustancial por generación. Si esta persona nace en Sinaloa y se muda a Veracruz sufriría un accidente local, es decir, cambiaría su ubicación sin que esto permutara su esencia pues sigue siendo persona. Si esta persona perdiera peso, sufriría un cambio cuantitativo, pero no dejaría de ser. Finalmente, si esta persona decidiera teñirse el cabello o tatuarse sufriría un accidente cualitativo. Cuando llegara el día de su muerte, ésta sería por corrupción —sin que esto se mal interprete— y sería su último cambio sustancial.

Esta diferenciación entre sustancia y accidente permitió a Aristóteles solucionar el dilema que había quedado expuesto en la Teoría de las Ideas entre cambio y permanencia. Los accidentes sólo pueden suceder en la sustancia, por lo tanto existen en tanto que existe la sustancia y su ser es analógico. Yo lo que todavía no llego a entender es la repetición constante del dos, ¿realmente se puede explicar o si se trata simplemente de un «accidente»?


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