Si uno se atreve a buscar el
secreto encerrado en esta palabra se asombrará de lo que puede encontrar. La
palabra “accidente” deriva de la palabra accĭdens, -entis cuyo significado es
“suceder”, por lo tanto nos indica acción. Un accidente sucede, valga la
redundancia, de tal forma que no se puede evitar, es por ello que es un
accidente; si no, sería otra cosa: un atentado, un ataque… Así que en la
palabra “accidente” conviven la actividad y la pasividad de manera que la
palabra implica acción y no-acción ya que no hay voluntad de que eso suceda.
Esto quiere decir que esta palabra es armónica puesto que, en su lexema y en su
connotación, conviven dos opuestos: actividad e inactividad. Pero esto no es
todo, además, esa armonía existente entre los significados se ve rota por el
caos que sugiere la palabra accidente. Así pues, hay una doble oposición en
esta palabra: actividad y pasividad; armonía y caos.
Como decía, la palabra
“accidente” encierra entre sus letras muchos secretos, visibles para aquellos
que lo deseen. Existen dos opuestos. Dos es un número primo y todos ya sabemos
lo individuales que son los números primos. De hecho, el 2, es uno de los dos
números que en su representación decimal no acaba en 1, 3,7 ó 9. Así que no es
de extrañar que Aristóteles, siendo científico como era, tomara esta mágica
palabra para romper el dilema que se había establecido años antes entre cambio
y permanencia. Haciendo un resumen: Heráclito defendía que todo estaba en
movimiento, que todo es cambiante y no estático; Parménides, sin embargo, que
no existía el devenir, que todo era estático. El primero defendía que la verdad
es consecuencia del devenir y por lo tanto hay diferentes formas de alcanzarla;
el segundo, que sólo había un camino hacia la verdad. Visto esto, para
Heráclito el ser puede ser y no ser ya que todo es cambiante; pero Parménides
no cree que el ser sea cambiante; siguiendo este hilo, para Heráclito la
esencia del mundo no se puede captar, ya que siempre está cambiando mientras
que para Parménides sí se puede captar… (largo etcétera). Platón, que fue
maestro de Aristóteles, trató de resolver estas diferencias mediante la
dialéctica en su Teoría de la Razón, pero no pareció convencer a todos con eso
del mundo sensible y el mundo de las ideas en donde combinaba la filosofía de
Heráclito y de Parménides —por cierto, Platón era discípulo de Heráclito—.
Así que, “accidente” es un
concepto metafísico que otorga que las determinaciones de la sustancia pueden
cambiar permaneciendo en ésta. Aristóteles distinguía entre dos tipos de
accidentes (he aquí de nuevo al número 2). Los cambios sustanciales y los
cambios accidentales. Los cambios sustanciales son aquellos en los que aparece
o desaparece la sustancia y solo pueden ser dos — ¡otra vez el dos!—:
generación y corrupción. Los cambios accidentales, por su parte, son aquellos
que se producen en la sustancia sin que su forma cambiara; estos accidentes son
locales, cuantitativos y cualitativos.
Así pues, el nacimiento de una
persona sería un cambio sustancial por generación. Si esta persona nace en
Sinaloa y se muda a Veracruz sufriría un accidente local, es decir, cambiaría
su ubicación sin que esto permutara su esencia pues sigue siendo persona. Si
esta persona perdiera peso, sufriría un cambio cuantitativo, pero no dejaría de
ser. Finalmente, si esta persona decidiera teñirse el cabello o tatuarse
sufriría un accidente cualitativo. Cuando llegara el día de su muerte, ésta
sería por corrupción —sin que esto se mal interprete— y sería su último cambio
sustancial.
Esta diferenciación entre
sustancia y accidente permitió a Aristóteles solucionar el dilema que había
quedado expuesto en la Teoría de las Ideas entre cambio y permanencia. Los
accidentes sólo pueden suceder en la sustancia, por lo tanto existen en tanto
que existe la sustancia y su ser es analógico. Yo lo que todavía no llego a
entender es la repetición constante del dos, ¿realmente se puede explicar o si
se trata simplemente de un «accidente»?
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