“We can walk our road together
If our goals are all the same.
We can run alone and free
If we pursue a different aim.”
Son los propios integrantes de la
banda; Neil Peart, Geddy Lee y Alex Lifeson los que relatan en “Rush: Beyond
The Lighted Stage” (Dunn & McFadyen, 2010), que después de haber creído
vencer la siempre existente batalla por un estilo y sello propios, se
presionaron a tal modo durante el proceso creativo de lo que sería su sexta
entrega de estudio, que decidieron jamás volver a hacerlo.
Y es que lejos de ser uno de los discos más encantadoramente
densos en la discografía de la banda (junto a “Caress Of Steel” y “2112”), así
como uno de los más gustados por sus fehacientes más cercanos, el trabajo
excesivamente detallista y pulcro de las piezas a componer vendrían a ser de un
esfuerzo tal, que los miembros de la agrupación contundentemente aprendieron la
sutil diferencia entre la calidad de una obra y el exacerbado dominio para con
ésta. Una lección que otras agrupaciones, de mayor o menor riqueza que la
propia asociación canadiense, jamás han estado cerca de tener.
“Hemispheres”, entonces, resulta ser un parteaguas
en la historia de Rush. En el alejamiento a ciertas composiciones (responsables
de todo un lado del álbum) para con sus consecuentes entregas. En un giro a la
madurez de sus temas recurrentes; sus inquietudes, y a su atmosfera –tan
peculiar en esta primera etapa de su historia– que marca un fin a ciertos preceptos
estilísticos que naturalmente divagaron en el laberíntico recorrido autocrítico
del “¿quienes somos?”, “¿a qué sonamos?”, pero que a su vez fundaron una
escuela para las futuras generaciones, de la cual bebieron tanto músicos como
los de “Primus” como los de “Dream Theater”.
Contextuada gráficamente en los hemisferios
del cerebro humano (bella portada diseñada por Hugh Syme), el álbum nos relata
en su primera parte la creación de una civilización bajo ciertas aproximaciones
libres de algunos relatos griegos. Dionisio y Apolo entregan a los hombres el
arte, la risa, el conocimiento, las lagrimas, la verdad y demás valías
desatando así la batalla entre la razón y el corazón. Una batalla que concluye
hasta que el equilibrio se entiende a
partir de la ambivalencia misma de la creación.
Para su segunda parte, y en un tono más
autobiográfico por parte de Neil Peart (escritor de todas las letras del
álbum), la cotidianidad de una meta no alcanzada encuentra su efugio en la propia
inocencia como escape de la realidad. Asimismo, en un segundo corte, los Arces
y Robles de un bosque imaginario desatan una batalla –incluso sindical– por
obtener el mayor sol posible, misma que concluye pésimamente para todas las
criaturas que lo habitan… Aunque interpretada erróneamente en distintas
ocasiones por sus connotaciones políticas y sociales, la canción originalmente
fue inspirada en una caricatura.
Y basada en varias pesadillas de Alex Lifeson,
una de las piezas fundamentales del rock instrumental se da paso con su
incandescente energía en la conclusión de los propios hemisferios del álbum. Es
Incluso el mismo Portnoy (ex-baterista de Dream Theater) él que afirma que
todos aquellos músicos que se vanaglorian de poder ejecutar otra de las piezas
emblemáticas de la banda, “YYZ”, no deberían de hacerlo sino hasta intentarlo
con ésta. Su energía y cambios de estilos –jazz, blues, rock, flamenco e
inclusive una inserción del tema “Powerhouse” de “Raymond Scott”– marcan su
legado.
Hemispheres, entonces, resultar ser uno de
esos discos que no figuran, tal vez, entre los más representativos de una
discografía básica. Pero es sin lugar a dudas uno de los que guardados, e
incluso hasta silenciosamente
escondidos, guardan ese polvo de añejamiento que sólo la historia es capaz de
brindarle a los más gratos ecos del pasado. Es una extraordinaria experiencia
musical. Una experiencia de pura energía, puro talento, y sobre todo, puro Rock
puro.
Tracklist:
I.- Hemispheres
(18:04)
II.- Circumstances
(3:40)
III.- The Trees
(4:42)
IV.- La Villa
Strangiato (9:35)
Sobre
el autor: En ocasiones reservado, en otras tantas un poco más (si es que no se
aparece una Botella), músico de cuarto (sólo toco en lugares cuadrados),
escritor por patología (en el sentido de terapia automedicada), ocurrentemente
fotógrafo y realizador audiovisual; para no dejar de lado eso también. Rock and
ronero de alma y corazón: me gusta el grunge, el jazz, el progresivo clásico,
así como el cine, los periodicos y las revistas gruesas. Odio a los políticos y
a los que creen en ellos. Soy pacifista, callado y un poco (o tanto) bohemio.
Soy reliquioso (de reliquia) y un tanto modesto - y un tanto no. Ambivalente
como cualquier humano, y como bien dijeran los tacubos: (…) "me gusta
aventar piedras, me gusta recogerlas, me gusta pintar bardas y después ir a lavarlas.
Y en las tocadas la neta es el slam, pero en mi casa sí le meto al tropical."
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