En el panorama musical, puede
decirse que la esencia es comunicarse con otros y poder exaltar esos
sentimientos que nos provoca la naturaleza, el contacto con nosotros y hasta el
contacto con los dioses. Por eso no fue extraño que mucha de la música compuesta
entre los siglos IX y XIX estuviera dedicada, por mucho, a la esencia del dios
judeocristiano y, en otras culturas, a los dioses correspondientes, incluso, a
no dioses; dando el canon de la forma ideal de música: melodías hermosas y
evocadoras, tiempos acompasados y educados, que fueron formando un concepto
musical muy manoseado hasta la fecha: “clásico”. Por tanto, ese fue el sonido
ideal por muchos años.
En ese contexto, la música
llamada contemporánea (de inicios del siglo XX) comenzó a gestar revolucionarios
conceptos musicales con Webern, Cage, Tchaikovsky, Varese y otros tantos, donde
las técnicas de composición y ejecución iban de lo excéntrico (audiocintas
reproduciéndose constantemente, tenedores en las cuerdas del piano) hasta lo
filosófico (las técnicas zen de John Cage y su 4:33 es lo más conocido a un
concepto amalgamado de música y filosofía). Los revolucionarios sesenta y
setenta dejaron constancia en la popular música del rock, variantes
inquietantes.
A nivel musical Faust, Can y The
Mothers of Invention de Frank Zappa pudieron resultar la contra de todo lo
establecido. En concreto, con el genio de Baltimore, podemos pensar en que la
glorificación de lo feo, lo grotesco y lo absurdo acompañado de un academicismo
musical, buscaba reventar la liga empujando todo lo aceptado por la sociedad
estadounidense en el rock, convirtiéndolo en uno de los primeros punks de la
historia. Y en efecto, cuando el punk surgió, fue una movida enfocada a
rechazar a las instituciones musicales, a los nuevos dinosaurios del rock como
Pink Floyd o Genesis.
Quizás la distopía musical por
excelencia sea el ruido. Incluso existe un subgénero del rock llamado noise que
consiste en alcanzar todas las disonancias posibles ya sea con guitarras,
voces, saxofones o pedales de efectos. Un gran ejemplo de esto puede ser la
obra de Keiji Haino como uno de los más delirantes espectáculos de
estridentismo musical, donde los gritos, el destrozo de las cuerdas de la
guitarra, que son grabados y reproducidos constantemente (técnica conocida como
loop). I Said this is The Son of Nihilism y Tenshi No Gijinka pueden ser
grandes muestras de lo tétrico, ruidoso y bello que pueden ser sus
demostraciones.
Existen los power electronics que
son paredes de sonido de intermitentes y a veces inacabables guitarrazos,
scratcheos, gruñidos y golpes, como lo del más que undeground Richard Ramírez o
Masonna, o el famoso Merzbow; japoneses de vanguardia con el ruido como música
escuchable. Este tipo de manifestaciones musicales buscan mostrar el lado menos
explorado de la música comúnmente comercializada y transportarnos a
perspectivas distintas. En otro aspecto, se recordará que a finales de los
ochenta, el sonido nihilista y perturbador del metal, irrumpió como otra
bofetada en donde la agresividad y la frustración eran desatadas en notas
rápidas y contundentes, en melodías tarareables pero furiosas y con letras de
inconformidad. El extremismo distópico, surgió con el black metal noruego y
finlandés, donde los festines terroríficos y paganos dieron pie al satanismo
declarado en el rock. La visión de un mundo donde lo establecido diera paso a
una forma pervertida de la sociedad y los cultos, fueron la bandera de bandas
como Burzum, Mayhem, Emperor y Countess.
Pablo Sinuhé es psicólogo e
investigador, lo cual no le ha servido de mucho. Ha publicado en distintos
periódicos como Rotativo en una columna de opinión, en el suplemento cultural
Subterráneos, de distribución nacional en recomendaciones musicales, artículos
de investigación en revistas y en un libro, también ha sido colaborador en un programa de radio y varias
páginas webs, blogs y otras trincheras electrónicas. Participó en una
compilación de cuentos entre preparatorianos como premio por ser el único en
saber el significado de la palabra “hilarante”. A nadie le gustó su cuento.
También es alcohólico.
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