Dicen que lo retro está de moda, la eterna añoranza por ese pasado que
nunca va a retornar, resurge de entre las cenizas, una combinación peligrosa en
estos tiempos modernos en los que la otra cara de la moneda, la era digital,
avanza a pasos agigantados. Muchas veces surgen híbridos que a muchos pueden
parecer grotescos como las fundas retro para iPhone o los relanzamientos de
grandes autos norteamericanos como el Challenger con toda la carga tecnológica
disponible al momento. Las re-ediciones de grandes obras cinematográficas con
todas las innovaciones existentes (audio de 7 canales, en formato blue ray,
escenas adicionales, etc.), esto por mencionar algunos cuantos de la inmensa
vastedad de productos retro que encontramos en el mercado; lamentablemente no
todas las cenizas de la hoguera donde se incineran los recuerdos resurgen para
triunfar.
Algunos de ellos, como los formatos de video Beta y VHS, están a punto
de ser considerados objetos de museo. No creo que algún niño de 6 años quiera
andar cargando cinco enormes cassettes VHS, incluidas sus cajas, si puede ver
el mismo número de películas sin siquiera cargar nada, todo desde la comodidad
de su hogar teniendo una conexión a internet y una computadora, o una de las
llamadas “Smart TV”. Una vez cumplidos los requisitos terrenales tiene que
cumplir con los requerimientos virtuales, siendo el más importante de todos el
billete plástico conocido como tarjeta de crédito, sin ésta, el pequeño no
podrá acceder al catálogo ofertado por Netflix. Claro, Video o cualquier otro
prestador de estos servicios digitales que ofertan una gran cantidad de todo
tipo de películas: malas, buenas, regulares, de acción, de ciencia ficción,
dramas, comedias, e incluso series de televisión, con la novedad de contar con
algunas exclusivas para este formato, creando una base de datos con los gustos
del infante para poder sugerirle en base a éstos el material que les puede
interesar.
Con estas virtudes el pequeñito disfruta sin siquiera salir de casa a
rentar una película en compañía de sus padres o amigos, dejando atrás los
emocionantes viajes a un video club para los niños ochenteros, recorrer
pasillos llenos de grandes cajas que invitaban a todos los críos a ser
reproducidos en las obsoletas videograbadoras Beta o VHS; algunos de estos
establecimientos formaban parte de las cadenas nacionales que perecieron a
finales de los noventa o inicios del dos mil. Videocentro y su subsecuente
agigantamiento en forma de Macro Videocentro, Video Visión y su imagen muy
parecida a la de Televisa, las tiendas de Comercial Mexicana contaban con un
video ubicado en el interior, podías comprar tu despensa y salir con alguna
película rentada; lamentablemente la buena cara de la economía no sonríe todo
el tiempo para ciertas empresas (o personas) y estas tres tuvieron que
desaparecer, producto de las contantes crisis financieras a las que muchos
mexicanos se han acostumbrado con el paso del tiempo.
A estos video clubs nacionales se sumaban también los locales, muchos
de ellos han logrado sobrevivir y seguir el ritmo del implacable paso de la
historia, otros siguieron la suerte de los desaparecidos gigantes del mercado,
más aún con la llegada de grandes consorcios yanquis como Blockbuster; los que
continúan en esa lucha por tener suscriptores y rentas han visto su triunfo con
catálogos que van de lo exquisito a lo kitch, en el primer rubro podríamos
ubicar aquellos que ofertan películas de “arte” y en el segundo a los que
gusten del “video home”, con películas difíciles de encontrar.
El niño “dos milero” al que hacía mención al inicio de esta columna
tiene otras opciones de entretenimiento, puede salir y comprar la figura de un
Ewok, personaje que aparece en el sexto capítulo de la saga Star Wars, con la
misma caja de aquellos que lanzó Keener a mediados de los ochenta, figuras que
contaban con cinco puntos de articulación ubicados en cabeza, brazos y piernas,
el mismo diseño del juguete pero actualizado, un regalo ideal de un padre
nostálgico que duda entre quedarse con el añorado artículo que remite a un
pasado lleno de felicidad y satisfacción, o entregarlo a su hijo y ver su sueño
perpetuarse en su retoño; sin embargo, el futuro de ese niño avanza también de
la mano de la tecnología, el muñeco puede dejar de ser funcional cuando el
pequeño sepa que puede echar un partido de football en su consola con algún
chavo que viva al noreste de Pakistán o del extremo sur del continente
americano encarnado en un pibe de Mar de Plata.
Las posibilidades parecieran ser infinitas para este niño, difuminados
en el espeso y pantanoso pasado quedaron las antiguas consolas caseras como el
Nintendo o la Genesis de Sega, que tuvieron como padre al Atari 2600 que
contaba con un control que disponía de una palanca y un botón, los juegos eran
bastante simples, su programación era muy sencilla, por este motivo salieron
muchísimos títulos entre ellos adaptaciones de películas como “E. T. el
extraterrestre” o los Muppets, que los niños ochenteros pudieron disfrutar y a
su vez, ver como uno de sus grandes héroes dio el salto de la T.V. a la
pantalla grande. Me refiero a la adaptación de la serie animada “He-Man y los
amos del universo” (héroe ochentero por excelencia entre los niños de esa
época), tristemente la película fracasó y los Amos del Universo nada pudieron
hacer para darle la grandeza que merecía a Eternia y sus dos castillos:
Greyskull y la montaña tenebrosa.
Más adelante a principios de los noventa, un héroe de videojuego tuvo
su aparición en la pantalla grande: Mario Bros, lamentablemente la traslación
fue pésima, esto tampoco quiere decir que el juego tenía méritos propios para
crear un argumento interesante, la sencilla premisa del héroe (encarnado por un
plomero en este caso) rescatando a la princesa de una malvada tortuga gigante
fue alterada en un bizarro accidente dimensional que posibilita al malvado
Koopa a invadir la tierra, el resultado de la película es desastroso; sin
embargo, los intentos de llevar una historia de videojuego al cine no quedaron
ahí, las consolas han aportado a la industria cinematográfica jugosas
franquicias que han explotado en todos los sentidos, como sucede con el juego
“Resident Evil” y sus múltiples versiones, que no necesariamente son buenas
pero sí bastante redituables.
De esta manera, parte del pasado pareciera acercarnos a nuestro presente
creando una sensación de bienestar y confort gracias al simple recuerdo, o ¿por
qué no?, tal vez a través de uno de los denominados artículos retro, no tendría
nada de malo comprar algún acetato nuevo y reproducirlo en un moderno equipo de
sonido que tenga la consola para esto (muchos de los cuales tienen ese aire
retro también), tampoco sería erróneo ir al cine a ver la remasterización de la
gran obra de Fracis Ford Coppola, “El Padrino”, o ir a ver el concierto
“Celebration Day” de Led Zepellin al mismo complejo; la memoria no nos deja
escapar de ese pasado, que puede ser tormentoso o feliz. Mi niño ochentero
sigue ahí perdido en alguna cavidad de mi cabeza, jugando y riendo en algún
rincón de mi mente, creando el eco de un ayer que no volverá; el niño “dos
milero” está allá afuera, escuchando el susurro de ese eco que resurge
invitándolo a jugar con los héroes que algún día a mí me hicieron volar e
imaginar.
Reparto:
El niño ochentero
El niño “dosmilero”
El regreso del Jedi (Richard Marquant, 1983)
E. T. el
extraterrestre (Steven Spìelberg, 1982)
El gran golpe de los muppets (Jim Henson, 1981)
Los muppets toman Nueva York (Frank Oz, 1984)
Los amos del universo (Gary Goddard, 1987)
Super Mario Bros (Annabel Jankel, Rocky Morton, 1993)
Resident Evil (Paul W. S. Anderson, 2002)
El Padrino (Francis Ford Coppola, 1977)
Led
Zeppelin: Celebration Day (Dick Carruthers, 2012)
No hay comentarios:
Publicar un comentario