viernes, 14 de junio de 2013

DEL OLVIDO AL NO ME ACUERDO


    Dicen que lo retro está de moda, la eterna añoranza por ese pasado que nunca va a retornar, resurge de entre las cenizas, una combinación peligrosa en estos tiempos modernos en los que la otra cara de la moneda, la era digital, avanza a pasos agigantados. Muchas veces surgen híbridos que a muchos pueden parecer grotescos como las fundas retro para iPhone o los relanzamientos de grandes autos norteamericanos como el Challenger con toda la carga tecnológica disponible al momento. Las re-ediciones de grandes obras cinematográficas con todas las innovaciones existentes (audio de 7 canales, en formato blue ray, escenas adicionales, etc.), esto por mencionar algunos cuantos de la inmensa vastedad de productos retro que encontramos en el mercado; lamentablemente no todas las cenizas de la hoguera donde se incineran los recuerdos resurgen para triunfar.

Algunos de ellos, como los formatos de video Beta y VHS, están a punto de ser considerados objetos de museo. No creo que algún niño de 6 años quiera andar cargando cinco enormes cassettes VHS, incluidas sus cajas, si puede ver el mismo número de películas sin siquiera cargar nada, todo desde la comodidad de su hogar teniendo una conexión a internet y una computadora, o una de las llamadas “Smart TV”. Una vez cumplidos los requisitos terrenales tiene que cumplir con los requerimientos virtuales, siendo el más importante de todos el billete plástico conocido como tarjeta de crédito, sin ésta, el pequeño no podrá acceder al catálogo ofertado por Netflix. Claro, Video o cualquier otro prestador de estos servicios digitales que ofertan una gran cantidad de todo tipo de películas: malas, buenas, regulares, de acción, de ciencia ficción, dramas, comedias, e incluso series de televisión, con la novedad de contar con algunas exclusivas para este formato, creando una base de datos con los gustos del infante para poder sugerirle en base a éstos el material que les puede interesar.

Con estas virtudes el pequeñito disfruta sin siquiera salir de casa a rentar una película en compañía de sus padres o amigos, dejando atrás los emocionantes viajes a un video club para los niños ochenteros, recorrer pasillos llenos de grandes cajas que invitaban a todos los críos a ser reproducidos en las obsoletas videograbadoras Beta o VHS; algunos de estos establecimientos formaban parte de las cadenas nacionales que perecieron a finales de los noventa o inicios del dos mil. Videocentro y su subsecuente agigantamiento en forma de Macro Videocentro, Video Visión y su imagen muy parecida a la de Televisa, las tiendas de Comercial Mexicana contaban con un video ubicado en el interior, podías comprar tu despensa y salir con alguna película rentada; lamentablemente la buena cara de la economía no sonríe todo el tiempo para ciertas empresas (o personas) y estas tres tuvieron que desaparecer, producto de las contantes crisis financieras a las que muchos mexicanos se han acostumbrado con el paso del tiempo.

A estos video clubs nacionales se sumaban también los locales, muchos de ellos han logrado sobrevivir y seguir el ritmo del implacable paso de la historia, otros siguieron la suerte de los desaparecidos gigantes del mercado, más aún con la llegada de grandes consorcios yanquis como Blockbuster; los que continúan en esa lucha por tener suscriptores y rentas han visto su triunfo con catálogos que van de lo exquisito a lo kitch, en el primer rubro podríamos ubicar aquellos que ofertan películas de “arte” y en el segundo a los que gusten del “video home”, con películas difíciles de encontrar.

El niño “dos milero” al que hacía mención al inicio de esta columna tiene otras opciones de entretenimiento, puede salir y comprar la figura de un Ewok, personaje que aparece en el sexto capítulo de la saga Star Wars, con la misma caja de aquellos que lanzó Keener a mediados de los ochenta, figuras que contaban con cinco puntos de articulación ubicados en cabeza, brazos y piernas, el mismo diseño del juguete pero actualizado, un regalo ideal de un padre nostálgico que duda entre quedarse con el añorado artículo que remite a un pasado lleno de felicidad y satisfacción, o entregarlo a su hijo y ver su sueño perpetuarse en su retoño; sin embargo, el futuro de ese niño avanza también de la mano de la tecnología, el muñeco puede dejar de ser funcional cuando el pequeño sepa que puede echar un partido de football en su consola con algún chavo que viva al noreste de Pakistán o del extremo sur del continente americano encarnado en un pibe de Mar de Plata.

Las posibilidades parecieran ser infinitas para este niño, difuminados en el espeso y pantanoso pasado quedaron las antiguas consolas caseras como el Nintendo o la Genesis de Sega, que tuvieron como padre al Atari 2600 que contaba con un control que disponía de una palanca y un botón, los juegos eran bastante simples, su programación era muy sencilla, por este motivo salieron muchísimos títulos entre ellos adaptaciones de películas como “E. T. el extraterrestre” o los Muppets, que los niños ochenteros pudieron disfrutar y a su vez, ver como uno de sus grandes héroes dio el salto de la T.V. a la pantalla grande. Me refiero a la adaptación de la serie animada “He-Man y los amos del universo” (héroe ochentero por excelencia entre los niños de esa época), tristemente la película fracasó y los Amos del Universo nada pudieron hacer para darle la grandeza que merecía a Eternia y sus dos castillos: Greyskull y la montaña tenebrosa.

Más adelante a principios de los noventa, un héroe de videojuego tuvo su aparición en la pantalla grande: Mario Bros, lamentablemente la traslación fue pésima, esto tampoco quiere decir que el juego tenía méritos propios para crear un argumento interesante, la sencilla premisa del héroe (encarnado por un plomero en este caso) rescatando a la princesa de una malvada tortuga gigante fue alterada en un bizarro accidente dimensional que posibilita al malvado Koopa a invadir la tierra, el resultado de la película es desastroso; sin embargo, los intentos de llevar una historia de videojuego al cine no quedaron ahí, las consolas han aportado a la industria cinematográfica jugosas franquicias que han explotado en todos los sentidos, como sucede con el juego “Resident Evil” y sus múltiples versiones, que no necesariamente son buenas pero sí bastante redituables.

De esta manera, parte del pasado pareciera acercarnos a nuestro presente creando una sensación de bienestar y confort gracias al simple recuerdo, o ¿por qué no?, tal vez a través de uno de los denominados artículos retro, no tendría nada de malo comprar algún acetato nuevo y reproducirlo en un moderno equipo de sonido que tenga la consola para esto (muchos de los cuales tienen ese aire retro también), tampoco sería erróneo ir al cine a ver la remasterización de la gran obra de Fracis Ford Coppola, “El Padrino”, o ir a ver el concierto “Celebration Day” de Led Zepellin al mismo complejo; la memoria no nos deja escapar de ese pasado, que puede ser tormentoso o feliz. Mi niño ochentero sigue ahí perdido en alguna cavidad de mi cabeza, jugando y riendo en algún rincón de mi mente, creando el eco de un ayer que no volverá; el niño “dos milero” está allá afuera, escuchando el susurro de ese eco que resurge invitándolo a jugar con los héroes que algún día a mí me hicieron volar e imaginar.

Reparto:
El niño ochentero
El niño “dosmilero”
El regreso del Jedi (Richard Marquant, 1983)
E. T. el extraterrestre (Steven Spìelberg, 1982)
El gran golpe de los muppets (Jim Henson, 1981)
Los muppets toman Nueva York (Frank Oz, 1984)
Los amos del universo (Gary Goddard, 1987)
Super Mario Bros (Annabel Jankel, Rocky Morton, 1993)
Resident Evil (Paul W. S. Anderson, 2002)
El Padrino (Francis Ford Coppola, 1977)
Led Zeppelin: Celebration Day (Dick Carruthers, 2012)


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