“No existe el deber de recordar, sólo tenemos el
derecho al olvido”
El elogio del
amor de Jean- Luc Godard.
El problema del olvido suscita una cierta ambivalencia fenomenológica.
Por un lado, tenemos el rescate obsesivo de una gran gama de productos de la
cultura popular (provenientes de diversas épocas), a través del internet por acusar algo en la inmediatez. Lo
que empezó siendo una moda retro se ha vuelto un estilo de vida y también una
necesidad acuciante: la de recuperar un pasado en común. Sobre esa misma
arista, la antropología aficionada, o la arqueología pop, busca en el hallazgo
y en la compra de viejos objetos, el apaciguamiento de la marea interna de la
nostalgia: viniles imposibles con su arte intacto, juguetes de una infancia
soñada o imaginada, consolas o videojuegos de arcadia con aventuras sui generis
y un sinfín de piezas más en un mercado de antigüedades ad hoc para explorar y
devorar. Volviendo a lo digital: música descatalogada, cine y películas
perdidas, libros en desuso, historietas, dibujos animados, imágenes icónicas,
videos (VH1 es prácticamente un canal de los 80's) programas de tv en general,
todo aquello que en algún momento hubo caído en el ostracismo, nuevamente
vuelve a circular con viejos y nuevos seguidores.
No solo la infancia y la juventud se reconstruyen desde otra óptica,
la historia misma de las artes se trastoca con nuevos exponentes que en su
momento no fueron valorados, o en su defecto no tuvieron la oportunidad de ser
conocidos más allá de sus fronteras. Vivimos entonces (en el aspecto de la
añoranza), en los tiempos del Revival, incluso como ideología (los viejos ismos
también vuelven a ponerse de moda y se reciclan). Personas y amistades también
se recuperan gracias a las redes sociales (el amor sufre una reinvención con
las fotografías del antes y el después). Nuestro mundo emocional no olvida (el
olvido es naturaleza del hombre) y sin embargo a nivel político e histórico,
nuestra memoria se vuelve cada día más endeble, en tanto que a nivel individual
nos hace ver como seres desdibujados.
Del otro lado de la moneda, frente al diluvio de información y
acontecimientos, tenemos una comprensión muy nula de la secuencia en la cual se
presentan estos sucesos. Un evento sustituye velozmente al anterior, y debido a
la rapidez en la que se intercalan, no hay
posibilidad de entender plenamente el significado de ambos en el mapa
global. Y en cuanto a nosotros como espectadores, aguardamos el siguiente
escándalo o la próxima tragedia al igual que un espectáculo de consumo más
(infoentretenimiento o Reality Show). Tratamos las noticias como hechos
aislados, nunca nos damos la oportunidad de explicarlas a fondo porque otra
cuestión ya está ocupando su espacio en nuestro radar. Resultado, nuestra
conciencia histórica e individual está en crisis permanente.
En consecuencia podemos reconocer el olvido en dos momentos: el olvido
como un proceso natural, un filtro de nuestros pesares, de nuestra infinita e
incesante gama de recuerdos, o como “analgésico” de propiedades “liberadoras”,
intercambiables por memorias compartidas, ideales o en resultados de un olvido
determina el no volver a mirar atrás.
En este número decidimos lo contrario, el equipo de colaboradores da un sentido pleno de la evocación. Roberto
Juanz en sus Líneas Flotantes nos describe los pormenores en la naturaleza del
olvido, surcando de su desmedida e
incontrolable arbitrariedad y contrariedad: “Olvidamos lo que no queremos
olvidar y a la par olvidamos que queremos olvidar”. Para contrapuntear –aún
más- recurre al desvanecimiento, la nada de la remembranza que le define como la mandamás de lo que llamamos
locura. Dos cosas no son prestas al olvido: el dolor y el amor nos dice, la
simple simetría de la memoria. La propiedad del objeto como retrospección, como
el requisito “terrenal” que nos avala en una creación de necesidades
sobrevaloradas, de valor en sí mismo.
José Huerta en su sección el Séptimo Sello nos detalla esto en un
recorrido alegórico (videoclubes, consolas, cartuchos). Aludiendo la
sincronización del tecne lúdico: del cartucho al cine (o viceversa en últimas
fechas), concierto, acetatos, remasterización de películas son antes y ahora el
futuro, son añoranza inscrita en el presente.
En la sección "Goodbye Cruel World" se nos plantea el cómo el mundo nos va olvidando y del como nosotros no olvidamos de él al morir; parece ser que el único sobreviviente en tal caducidad es el conocimiento, visto como una retransmisión absorbida por la realidad que no olvida. El ciberespacio como el referente de lo que somos, el mainstream como refractario de nuestros recuerdos, de lo que somos, la debilidad de la conciencia nostálgica, esto y más nos dice Hansel Toscano.
La recopilación como la garantía de lo vivido, el archivo como la confianza definitiva del pasado; aunque existen circunstancias que se niegan, se resisten a ser atesoradas, es entonces el derecho a la muerte de lo vivido, difícil tarea nos exhibe nuestra colaboradora Nadia Cortés en su sección "Bisagras" y lo contribuye diciendo los siguiente: “una obligación al olvido que implica un llamado a recordar de otras maneras, no un duelo posible atrapando y escondiendo lo que ya no está sino duelo imposible que nos haga recordar que el pasado siempre se está leyendo y reescribiendo nuevamente”. El olvido se construye en responsabilidad.
En la sección "Goodbye Cruel World" se nos plantea el cómo el mundo nos va olvidando y del como nosotros no olvidamos de él al morir; parece ser que el único sobreviviente en tal caducidad es el conocimiento, visto como una retransmisión absorbida por la realidad que no olvida. El ciberespacio como el referente de lo que somos, el mainstream como refractario de nuestros recuerdos, de lo que somos, la debilidad de la conciencia nostálgica, esto y más nos dice Hansel Toscano.
La recopilación como la garantía de lo vivido, el archivo como la confianza definitiva del pasado; aunque existen circunstancias que se niegan, se resisten a ser atesoradas, es entonces el derecho a la muerte de lo vivido, difícil tarea nos exhibe nuestra colaboradora Nadia Cortés en su sección "Bisagras" y lo contribuye diciendo los siguiente: “una obligación al olvido que implica un llamado a recordar de otras maneras, no un duelo posible atrapando y escondiendo lo que ya no está sino duelo imposible que nos haga recordar que el pasado siempre se está leyendo y reescribiendo nuevamente”. El olvido se construye en responsabilidad.
Nuestro colaborador Pablo Sinhué da inicio a una de las sagas más
delirantes que hasta este momento no se había escrito por el mero olvido, sin
embargo él tuvo a bien el recordarle y contarle en “voz” de un grupo que de
ganador no tiene nada, pero que de absurdo y delirante se escurre por todos
lados. Adviertan el nacimiento de La Liga de Perdedores, les podemos apostar
que no la podrán olvidar.
El olvido de las fechas y el apremio de la satisfacción, mientras que el yo se empolva en nuestro interior, por tanto pierden todo valor. Desafectados estamos y sin posibilidad alguna de recordarnos nos menciona Lorena nuestra colaboradora que se integra en este número con su sección llamada SPQR.
Cerrando Agustín Güiris nos describe la historia de un héroe musical olvidado (Cold Fact, Rodriguez). La historia de Rodriguez es una historia emotiva, en tanto que llega a conformarse en la emotividad de un pueblo; 1970 es el año en el cual no sitúa nuestro colaborador para contarnos una historia que con seguridad atesoraremos; son de ese tipo de historias que te gustaría escuchar en cualquier tiempo y momento, además de hacernos ver que ni la posibilidad de la muerte llega a enterrar en totalidad un legado.
El olvido de las fechas y el apremio de la satisfacción, mientras que el yo se empolva en nuestro interior, por tanto pierden todo valor. Desafectados estamos y sin posibilidad alguna de recordarnos nos menciona Lorena nuestra colaboradora que se integra en este número con su sección llamada SPQR.
Cerrando Agustín Güiris nos describe la historia de un héroe musical olvidado (Cold Fact, Rodriguez). La historia de Rodriguez es una historia emotiva, en tanto que llega a conformarse en la emotividad de un pueblo; 1970 es el año en el cual no sitúa nuestro colaborador para contarnos una historia que con seguridad atesoraremos; son de ese tipo de historias que te gustaría escuchar en cualquier tiempo y momento, además de hacernos ver que ni la posibilidad de la muerte llega a enterrar en totalidad un legado.
Habrán notada que no olvidamos y que del registro nos consumamos. Les
invitamos una vez más a ser parte de estas remembranzas, parte del pasado en el
que ahora mismo se sitúan, pasado al que le otorgamos en nuestras letras y en
sus lecturas la imposibilidad alguna a la amnesia pandémica a la que
burlaremos. Recordemos.
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