viernes, 14 de junio de 2013

ARCHIVAR, BORRAR, ARCHIVAR, BORRAR… ESCRIBIR…


¡Tan duro de sobrellevar,
esos dos días pasados!
¿Cómo pude vivir
los años anteriores?
Sei Shonagon.
El libro de la Almohada.

           Cuando la dama de la corte de la Emperatriz Sadako, Sei Shonagon empezó hacer listas sobre las cosas que quería recordar a través de un cuaderno de notas informales que guardaba  en los cajones de las almohadas de madera, no se dio cuenta que había descubierto una forma de cargar el pasado o si se quiere de llevar el mundo a cuestas. Archivarlo todo para poder sobrellevarlo, no se trata pues de una mera compulsión melancolía, ni de una mera obligación de recordar a través de inscribir todas nuestras vivencias pasadas o elaborar una lista memorable sobre lo cotidiano; archivar sólo es posible porque existe también un deseo de olvidar, un cierto mal de archivo.

Se cree ciegamente que en los objetos coleccionados, en las frases inscritas, en las fotos tomadas para no olvidar hay una presencia del pasado, es como si todo lo recopilado fuese una ley que garantiza lo vivido, es el archivo lo que valida pero también lo que da forma a nuestros recuerdos. Buscamos el archivo para la confianza definitiva, para decir “sí, eso está ahí como prueba del pasado”. Pero hay algo que siempre se niega a ser archivado, resistencia que hace imposible el recuerdo pleno, el hacerlo venir a presencia nuevamente tal y como fue, la imposibilidad de hacer de una(s) memoria(s) un monumento, en todo caso, nuestros monumentos serían sólo una especie de delirio conmemorativo que cierra las historias a una única Historia.

El trabajo del archivo no consiste sólo, entonces, en la posibilidad y la obligación de guardarlo todo bajo el lema de que “hay que tener memoria” sino en el derecho a la muerte de lo vivido, el derecho al olvido y a la re-escritura. Pensar el archivo, crear un archivo no puede suponer un “recordar por recordar”, por la mera nostalgia, la memoria supone una política y una responsabilidad de cargar esa ausencia que ya no está, una obligación al olvido que implica un llamado a recordar de otras maneras, no un duelo posible atrapando y escondiendo lo que ya no está sino duelo imposible que nos haga recordar que el pasado siempre se está leyendo y reescribiendo nuevamente.

La obra del artista alemán Thomas Demand cobra importancia en el contexto en el que estamos leyendo aquí el trabajo con el archivo. Demand opera con el pasado, con ciertos acontecimientos de la historia de su país y de algunos otros más globales de una historia que comúnmente llamamos reciente, sin embargo, su acercamiento carece y se aleja, como bien comenta el crítico de arte Fernando Castro Flórez, de una preocupación dramática o conmemorativa del pasado. Como Shonagon, Demand utiliza el soporte de las maquetas y de las fotografías para inscribir acontecimientos que él mismo ha vivido de primera mano o muchos otros que sin haberlos experimentado (como las anécdotas que cuenta la japonesa sobre otras personas o acontecimientos) lo han tocado de alguna manera.

Lo particular de su obra consiste en su forma de proceder y en hacer evidente esa ausencia de lo que resiste a ser archivado y que apela a una nueva forma de memoria. Demand juega con el modelo y con algo que podríamos llamar un cierto “vaciado” de la memoria, por medio de sus maquetas lo que hace es recrear el escenario, el lugar de un acontecimiento pasado sin ninguno de los personajes que intervienen en él, por ejemplo, Badezimmer (1997) donde utiliza la foto del político Uwer Barschel que fue encontrado muerto en la tina de un hotel y cuya noticia conmocionó a Alemania Occidental en 1987. Después de la recreación del escenario a pequeña escala en una maqueta, el artista toma una fotografía que se convierte en el producto final destruyendo el modelo a partir del cual la realizó.


O en su trabajo Fotoecke (2009) donde rehace una estancia de la prisión de Gera en la cual fotografiaban diariamente a los presos y que tiempo después se descubre que detrás de la pared blanca había un aparato de rayos X utilizado sin lente que emanaba una radiación constante que fue seguramente la causa de la leucemia de muchos reclusos.




En la obra Kinderzimmer (2009), Demand juega con sus propias memorias personales haciendo alusión a un escenario de su niñez, recreación de memoria, en la cual al observar la fotografía se hace presente eso a lo que tanto hemos apelado como condición del recuerdo, la necesidad de una memoria que hace presente no un pasado sino su ausencia, la responsabilidad de que eso no está ahí, la necesidad de reescribirlo constantemente. Y es que volver a escribir, a modelarlo, a vaciarlo y darle sentido es lo único que nos permite llevar a cuestas el mundo, cargarlo y hacernos responsables de un pasado histórico, nueva forma de recordar sin el lastre de la monumentalidad y de una herencia acrítica, ya no nostalgia sino derecho de olvidar, en donde olvido quiere decir hacernos cargos de nuestras memorias y de nuestro porvenir. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario