"La muerte es algo terrible en aquellos
para quienes con la vida se extingue todo,
pero no lo es para los que no pueden morir
en la estima de los hombres"
para quienes con la vida se extingue todo,
pero no lo es para los que no pueden morir
en la estima de los hombres"
Cicerón - [Paradoxa 18]
La idea o noción de inmortalidad, se construye e interpreta de
diferentes formas a lo largo de la historia. Muchas veces la cuestión no se
encuentra explicita en el desarrollo del pensamiento universal, pero he aquí,
que leyendo entre líneas aparece clara y precisa en varias disertaciones. En
una parte importante de la obra filosófica de María Zambrano, podemos asir o
sentir con sutilidad la esencia de tal representación: el camino hacia la
inmortalidad en el Ser, comienza en el despertar del hombre a un sueño creador.
El Ser en animales y naturaleza, refiere o cumple su función sin un pleno uso
de conciencia o un mínimo de reflexión sobre su propósito. En cambio, el Ser en
la humanidad oscila entre una cuestión múltiple de voluntad, trascendencia y
exigencia de razón poética ante el inmenso horizonte de su libertad (de ahí la
metáfora del sueño complementando a la conciencia). Bajo esta visión, la
historia humana es entonces, un ciclo de nacimiento y muerte (con todo lo que
conlleva y hay enmedio de estos dos conceptos) por lograr que nuestro Ser renazca
en los puntos trágicos de la vida, se sobreponga a la angustia de su liberación
y explote todo el potencial. Es mudar de piel de manera perentoria a través del
espacio-tiempo (pues con la muerte física no acaba el ciclo), y descubrirse en
la inmortalidad de todo aquello que define y contiene en los hombres.
Vemos así en este ejemplo que la
idea abordada, es también la lucha contra la pura supervivencia, contra lo
incivilizado o involutivo, y contra la simple ausencia de directrices. No solo
es la superación de un estado instintivo, es también la forja de un destino o
la consecución de otro mejor. Empero, la noción debe entenderse mas como
consecuencia y no como un lugar al cual llegar (misma situación con la felicidad,
para infortunio de los optimistas). No hay un manual de la inmortalidad, así
como no lo hay para la alegría eterna. Tanto en el plano metafísico como en el
conflicto por ser recordado y soslayar el olvido (ver DISTOPÍA No. 4 http://distopiasensacionaldecultura.blogspot.mx/search/label/El%20Olvido) el asunto
trata sobre perdurar o vivir de alguna u otra forma, ya sea en la memoria
colectiva o en la transmutación del alma (reencarnación), indefinidamente.
Sin embargo, no todos estamos
llamados a entrar a ese cielo, ya que la mayoría de las veces es producto y
contingencia de una coyuntura clave en la historia, o dicho de otra forma... se
exige un sacrificio (en la mitología los héroes no lo son porque si). La hazaña
o proeza es un acto desinteresado, desesperado en un sentido de acuciante
necesidad y finalmente amargo. La verdadera epopeya es una lección didáctica de
valentía (u otros tipos de virtud) frente a un momento difícil en el cual se
jugaba el todo por el todo para mantener con vida un pueblo, un ideal o
sencillamente por evitar que un mal mayor se extendiera. Los inmortales
tuvieron que pagar un precio alto a cambio de la salvación de sus congéneres
mortales. Es por ello, que su antítesis o enemigo, muchas veces pierde su
nombre y es prohibido o borrado (o negado como a Lucifer) de las narraciones
posteriores a la gesta heroica (queda lo innombrable para no dar alguna
posibilidad de que a futuro otros traten de imitarlo o formen un culto). En
contraparte, la proeza se mitifica y representa infinitum con el fin de reproducirla en posteriores situaciones de
fatalidad e inspire a otros a trascender.
Vemos por consiguiente, que la
condición de inmortalidad no se elige voluntariamente, ni se audiciona para
ella, los Dioses tampoco mandan la invitación (no cae del cielo y mucho menos a
cualquiera), y si bien podemos identificar elementos incidentales y
espontaneaos (y a veces fortuitos), lo inmortal solo se alcanza mediante cierta
entereza de carácter y pureza de intención (de ahí se explica precisamente lo
casual y natural aunque más bien se trata de honestidad). De esas actitudes tan
humanas se llega a lo divino, del temor inicial y la duda interior, al servicio
de algo más grande que la vida misma (personal o espiritual o sin remitente
pues a veces solo existe el sentimiento). Es así en la actividad creadora lo
que nos convierte en Dioses: una obra inmortal y de ahí el nombre en letras de
oro. Caso contrario en las religiones monoteístas (no todas), la inmortalidad
como zanahoria a cambio de buen comportamiento. Sobre esto, el escritor Gerhard
Herm apunta: “La religión es, entre otras
cosas, un medio para que la gente se resigne al hecho de que algún día ha de
morir, ya sea prometiéndole que tendrá una vida mejor después de la muerte, que
renacerá, o ambas cosas.”
Es así que en la fe, lo corpóreo
perece pero nuestra alma persiste con los valores ganados en vida. La visión
platónica de la inmortalidad del alma no pudo encajar mejor con el judaismo,
cristianismo e Islam, dando así (a una buena parte del mundo) un placebo ante
el trance de la muerte. En el caso de las doctrinas reencarnacioncitas como el
hinduismo, budismo, taoísmo y otras similares de antiguas civilizaciones, es el
karma lo que le da cierto sentido al ciclo de la rueda de la vida: inmortalidad
a partir de la redención. En todos los casos posibles (credos, mitos,
contingencia histórica, ambición de superar a los coetáneos y otros) podemos
inferir la obsesión por la inmortalidad, por vencer a la nada. Es un camino a
la iluminación tanto como lo puede ser hacia la locura, y al final, quedan siempre
los enigmas de lo oculto y esotérico: “El
que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el
último día” - Jesucristo... ¿Parábola, verdad o conocimiento cifrado gnóstico
solo para iniciados? He ahí otra línea de investigación a seguir que se pierde
en la noche de los tiempos. Sería interesante saber que hay detrás de esa
criptica sentencia, pues hasta ahora lo único palpable que ha perdurado de
nosotros (y perdurara por siempre como rasgo inmortal) es nuestra simple y
llana estupidez.
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