jueves, 18 de julio de 2013

INMORTALIDAD


      Memento mori, ars mori. ¿Vida eterna? ¿Una existencia indefinida que engañe a la muerte? Eso es una condena a cadena perpetua; lejos de ser una respuesta al miedo que supone la pérdida de la vida. Desde el mismo momento en que nacemos, caminamos hacia la muerte. El destino del ser humano no es otro que morir. ¿Qué sentido tiene aferrarse a una vida que no nos ofrece más que miserias y dolores? ¿Por qué querer permanecer en este mundo? La muerte es un acto liberador: ya no hay hambre, dolor, angustia, hastío, inconformidad, necesidades… todo se desvanece. Acaso, ¿es mejor la idea de permanecer en este mundo cada vez más injusto, cada vez más sucio y cada vez más corrupto a enfrentarse a lo desconocido? Borges decía: «No tengo miedo a la muerte. He visto morir a muchas personas. Pero tengo miedo a la inmortalidad. Estoy cansado de ser Borges. » [Borges 1981; cf. Stewart 1993]

Realmente, se me hace repugnante la idea de vivir por siempre jamás. ¿Puede nuestro cuerpo resistirlo? Envejece, se desgasta y degrada. ¿En qué condiciones se supone que debemos llegar hasta el fin de los días del universo?¿Habrá la Ciencia descubierto nuevos planetas y universos en donde habitar o, curiosamente, moriremos a pesar de ser “inmortales” porque no hay en dónde estar?

No obstante, quizás sería recomendable hablar de la idea relativa de la inmortalidad. Me explico. Nuestro cuerpo sí fallece, pero no nuestra idea, nuestra esencia (llámalo alma, si gustas). Permanecemos vivos gracias al recuerdo que de nosotros guardan nuestros allegados. Nuestra esencia remanece viva, nuestra voluntad ahí queda, somos divinidades en miniatura, por ello, inmortales.

Desde la noche de los tiempos, la inmortalidad está a debate: muerte física versus muerte del yo. Obviamente, son planteamientos opuestos uno es la inmortalidad de la vida, el otro de la supervivencia del “yo”. ¿Se alcanza la inmortalidad pasando a la Historia? ¿La Historia de quién? Siempre escriben la Historia los vencedores, jamás los vencidos. Sólo se pasa a la Historia a través de los intereses de los que rigen. Si no se está de ese lado, ¿de qué sirve haber combatido, haber inventado, haber descubierto? En definitiva, ¿de qué sirve haber trascendido si nadie lo recuerda? La inmortalidad está al alcance de todos o de ninguno; todo depende del prisma desde el que se observe. Por mi parte, dejadme morir y dejadme en paz; que nadie me recuerde, que de mí no se hable. Me gusta ser mortal.



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