Nuestro destino después de la
vida siempre seguirá siendo un enigma. La filosofía de la muerte en muchas
culturas, al asumir entonces este misterio, revalorizan el tiempo vital (y
específicamente el presente) como el sitio idóneo y único donde vale la pena
vivir. Fuera de ello, sólo existe inquietud. Sin embargo, la curiosidad y el
deseo de asomarnos al otro plano, no desaparecen de nuestras obsesiones más
conspicuas a lo largo del tiempo. Comunicarnos con los que ya se han ido,
hacernos de una imagen "espacial" del más allá, son ideas (entre
muchas otras relacionadas) que nos han fascinado desde el mundo antiguo hasta
nuestros días. Los secretos del espiritismo en todas las épocas siguen causando
controversia y especulación. Shamanes que bajo el influjo de ciertas sustancias
alucinógenas viajaban al reino de los muertos en busca de conocimiento, hoy son
considerados como los primeros necronautas.
Por otro lado, las sesiones con
mediums, a pesar haber sido terreno fértil para la charlatanería y la
superstición, han dejado extraños tratados de su doctrina sorprendentemente
coherentes. Quizás la creencia en estas y otras prácticas, se deba más a la predisposición
firme de que hay algo que atraviesa de lado a lado el umbral de nuestra
dimensión (quien cree puede ver lo que quiera). El ocultismo y el esoterismo
han sido todo un compendio sobre los otros mundos detrás del nuestro. A pesar
de ello ¿Qué es la muerte hoy en día? Pareciera que la pulsión de Eros nos
produce más angustia que en anteriores décadas ¿Vivimos más rápido porque
estamos más consientes del fallecimiento? ¿O acaso mucho menos y de ahí nuestra
velocidad? Fantaseamos con muchas cosas al hablar del después "de…",
pero pocos se preparan o conciben el morir bien. La buena muerte se traduce en
un simple morir sin deudas, morir con dignidad.
¿Cómo imaginamos ese momento?
¿Cómo nos preparamos para él? No hay manera fácil de abordarlo porque el presentimiento
no basta para entender lo qué viene: sólo dejamos que suceda. En algún punto de
la vida se tendrá la necesidad de conocer las concepciones de otras sociedades
sobre el fin de esta existencia. Cada palabra será como agua prístina en
nuestra turbia incertidumbre y aun así, nos quedaran las dudas ¿Es un asunto de
entereza u otra batalla más? ¿Personalmente cómo lo afrontaremos? En otras
palabras ¿Cómo queremos morir? Resulta temerario planearlo y cada asunto en su
momento, pero quizás visualizarlo nos ayude a comprender lo relevante del
dilema ¿De cuánto tiempo disponemos para hacer y deshacer? Para llorar, para
olvidar, para amar nuevamente o para levantarnos las veces que sea necesario es
menester tenerlo en mente.
Somos apenas un nanosegundo en el
universo y no hay manera de evitar la lenta evaporación de nuestra memoria. En
un parpadeo, como en aquella vieja canción del grupo Queen, todo habrá pasado:
"These Are The Days Of Our Lives". Finalmente "¿Quién quiere vivir
para siempre?"... Si cambiamos el mundo o la vida de los demás,
prolongaremos los minutos, sino, será como si nunca hubiésemos existido.
Prepararse entonces para la muerte es más allá de cumplir nuestros anhelos,
vivir lo más posible y sobreponerse al absurdo kafkiano ¿Qué es morir entonces?
¿Cuándo aun con vida nos dejamos marchitar? Sobre lo único seguro de esta
existencia, y nuestro lento deceso desde el momento en que nacemos, es lo que
hay en medio lo que da sentido al fin y viceversa. Decidir de qué manera
terminar, es una cuestión que se resuelve con nuestra mejor forma de
resistencia ante los embates de hoy. Desde el ahora resolvemos nuestra muerte
posterior, de pie o aplastados, satisfechos o alienados, porque al final, la
vida también es parte de la muerte... vegetar, jamás (la verdadera
autodefunción).
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