lunes, 13 de enero de 2014

DISTOPÍA PRESENTA: LOCURA


Riddler: "Mmm... Cuando el mundo está contra ti ¿Donde es el lugar más seguro para esconderse?"
Joker (sonriendo siniestramente): "... el lugar más seguro para esconderte... es en la cordura"

Joker de Brian Azarello - Fragmento

    Muchas veces, calificamos erróneamente de locura actos que se originan en la idea del mal en sí mismo o en la deliberada perversidad. Innumerables criminales con el fin de escapar de una larga condena alegan demencia, o dicho de otra forma: pretextan no haber estado consientes cuando ejecutaron la transgresión de la normalidad. Un trastorno o un desequilibrio en la química cerebral puede ser el causante de una multiplicidad de conductas antisociales, sin embargo, todos sabemos que el detonante de la delincuencia responde a otros motivos y circunstancias (igual caso para el placer egoísta de la maldad). De ahí el confuso problema de discernir entre los que realmente se encuentran locos, los que son visionarios o genios y aquellos quienes quebrantan la ley por una cuestión de provecho personal o por un asunto de meditada disidencia (entre otras categorías como la de las adicciones u homicidios premeditados).

Y es que la estigmatización de lo anormal también ha sido históricamente otra arma recurrente del poder para excluir supuestos comportamientos disfuncionales (como las preferencias sexuales o la simple libertad de pensamiento o credo), mientras los detentores de tal privilegio, dan rienda suelta a su insania tratando de ejercer un control omnímodo y tiránico sobre los demás (recordemos a la inquisición con su controvertido Malleus Maleficarum, el régimen nazi y su solución final o la actual guerra contra el terrorismo y su vigilancia orwelliana). Empero, esto último tampoco formalmente es ensimismada alienación, sino puro instinto de dominación ¿Qué es entonces la locura? ¿Cuándo es pertinente usar la expresión: "Volverse loco"? Estas preguntas cuyas respuestas van cambiando dependiendo del momento cultural en el que nos encontremos, nos dan un esbozo de lo difícil que es asir el significado exacto de tal noción.

Desde este presente, podemos diseccionar/identificar las infinitas formas de delirio que el hombre ha creado a lo largo del tiempo, y a pesar de ello, la demencia y paranoia que inundan con fobias toda la estructura social (a partir de la sobrecarga de inseguridad y desasosiego de nuestras desarticulaciones sistémicas); éstas son totalmente ignotas en su tipo e inéditas en esta o en cualquier otra época aunque las comprendamos a mayor profundidad. Basta con recordar casos como el de Anders Breivik (el asesino de Noruega)[1], o en México a Luis Felipe Hernández Castillo (el asesino del metro Balderas, diagnosticado por cierto, con "trastorno de ideas delirantes")[2] para saber de qué estamos hablando. Pareciera que hay una relación directa entre el diseño hipermoderno del mundo actual y el boom de desordenes mentales que la industria boyante de los fármacos "antidepresivos" apenas puede mitigar.

La nueva centuria es ya de inicio lo opuesto al siglo de la razón, pues nunca antes habíamos estado tan cerca de estimar la "normalidad", únicamente como la máscara que da legitimidad al caos. La frontera entre la razón y la psicopatía, en esta era se ha vuelto dramáticamente translucida y el festín de los tontos llevará su celebración hasta muy tarde en la noche de los tiempos ¿Estamos acaso atrapados sin salida en el vacío? Pero...

Hay que mencionarlo también: sería injusto satanizar las exploraciones de esos estados de éxtasis maniático. Por ejemplo, al servicio del arte y otras manifestaciones lúdicas (cuando aun desbordada, logra supeditarse al genio) la vesania nos ha otorgado la multidimensionalidad de todo aquello que percibimos. Nos ha revelado los mundos detrás del mundo y en la modalidad de imaginación, nos ha dado la posibilidad de pisar otros terrenos que difícilmente bajo el dominio exclusivo de la razón podríamos siquiera atisbar. Sin embargo, muchos artistas y escritores han tenido que pagar un precio mayor al de la incomprensión o el desdén de sus contemporáneos en el mejor de los casos. Los que han logrado advertir algo más allá del tejido de lo real, cayeron en un punto mental del no retorno. No todos los locos son genios (o viceversa y de ahí otra conocida cuestión "¿Dónde termina el genio y empieza la locura?"), pero en el recorrido libre de ese "camino amarillo", ha estado la clave del hallazgo y la diferencia.

Estas son las opiniones de nuestros anormales colaboradores:
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Hansel Toscano en Goodbye Cruel World expone la condición de la locura desde la perspectiva que a todos arropa, la modernidad. Describiendo del cómo van creándose nuevos estados, nuevos padecimientos, manías atiborradas en una gran lista de versus en las que nuestra existencia lucha por no perder la razón en un mundo alienado, el nosocomio tecnológico le llama. Además que como en otras tantas entregas de este espacio nos deja un dulce mal sabor de boca (en el mejor de los sentidos) de nuestras conductas ¿Irracionales?, ajá, esas como la acumulación, la sensualidad y la violencia como regular sublimación de tanta “cordura”. Leamos y seamos incorrectos al entender.

Comenzando año y comenzando nueva sección. Iniciamos en este número con Cereal Quilers a cargo del maestro Jesús Orlando García Ortíz. ¿De qué irá esto? Sencillo, de asesinos seriales, asesinos en masas, sociópatas, psicópatas, psicóticos, desequilibrados, etc. Aprenderemos a diferenciar entre cada uno de estos lindos rubros, y lo mejor, conoceremos un sinfín de personajes del globo tratando –quizá- de entender el porqué de sus cuestionables comportamientos y a la par, respondiendo y satisfaciendo nuestra incuestionable necesidad de saber cuánto se sepa de estas estrellas de la sangre y el sometimiento. Sírvanse ahora en término medio o crudo.

Lorena Rivera en SPQR nos dice que la locura es la contrariedad del yo, es decir la negación y la aceptación de éste. El balanceo de esta afirmación no las va dando en situaciones tan regulares de nuestra vida en los que parecieran o, en la que queremos que parezca que la locura es punto y aparte. Advenimiento, aceptación, rechazo e imposición de la sociedad es una de las muchas máscaras de la locura; legitimada en los otros, en los medios, en las actitudes reprobables, censurables o “adecuadas” de una sociedad ligada a la –no- voluntad del ser; eso quizá sería lo más “sano”. Nuestra colaboradora les pondrá el espejo en donde podrán verlo.

En Onomatopeya de Agustín Güiris nos dejamos de nueva cuenta llevarnos por la condición y la “locura” del pasado; de la nostalgia aquella de ácido, psicodelia y alucinación estrafalaria hecha música y actuación. Las cabezas ardían en el progreso y en el progresivo, del cual nuestro colaborador traslada la teatralidad y el genio de la música en antesala de grupos que pudieran parecernos descabellados por su singular presentación, atuendo y ejecución (Kiss, Cooper y demás). Arthur Brown y su banda son el antecedente, y Agustín da cuenta de ello en dos oposiciones musicales: la música Sinfónica y el Blues ¿Qué locura, no?

La caja de abolorios defiende –y compartimos- la idea de que la literatura, las letras mismas viven y regocijan en el despreocupado mundo de la genialidad y el trastorno, vamos, que en muchos casos la propia lucubración, la divagación pueden llevarnos a un entero espacio de sinceridad. La sinceridad en las letras recae en eso, en la expresión libre del pensamiento, sin restricción, como si del diario de un loco se tratara. Paco Payán nos trae al autor Lu Hsun que en su compendio “Diario de un loco” (que a título lleva esta obra) en donde la alineación y el mundo se convierten en la figuración de la locura). Ya sea en el problema de la existencia o en la contradictoria ilusión del renacer y decaer.

El cine es un espacio también para la irracionalidad, al ser espejo de la vida difícilmente podría  separarse de sus “males”. Sin embargo habría que atender a quienes por merito han llevado a las pantallas discursos inverosímiles con mucha veracidad. El séptimo sello no quiso dejar pasar la oportunidad para hablar de uno de ellos, nos referimos al señor Alejandro Jodorowsky, y nuestro colaborador José Huerta toma una de sus obras icónicas (Santa sangre), una de las cuales tiene mucho sabor a México y en tanto a sus deseos, sus traumas y sobretodo su ferviente folclor y religiosidad (alucinante).  De plástica en este tipo de cine, de emociones, de histrionismo, abusos y resoluciones psicoanalíticas nos encontraremos aquí. Porque todo es santo, hasta la locura.

Las líneas flotantes abordan el concepto de la locura desde su sentido más racional, es decir el de los dictámenes sociales y los tratados que le conforman, le alinean. A sabiendas de que cualquier comportamiento atípico, en efecto, aquél que rompa con la armonía concebida, la concepción de la llamada “salud mental” será censurado, castigado y eximido.  Roberto Juanz nos describe que su “etimología” está inscrita en nuestra naturaleza,  psicogénesis, en tanto la llamada sinrazón podría ser un acto natural que discrepa entre los placeres y los displaceres; y no sólo eso, resulta que la propia civilización es el medio favorable de la locura, se concibe en ésta, a veces de manera oculta, melancólica, vacía, agresiva, alucinante o perversa, nos concedemos en ellas la posibilidad de fuga del estribo de la represión.  Les invitamos a que averigüen porqué es sano perder la razón de vez en siempre.

La liga de los perdedores busca (y encuentra) en la polaridad de una mujer el medio idóneo para hablar de frivolidades, banalidades, sí, esas cosas de mujeres que hacen y que tanto nos gustan: ser sensuales pero deliberadas, ser frías pero ardientes en sus pasarelas. Ay los placeres de la vida, la crítica a la misma de tanto avangard espiritual, de tanta estupidez en las redes sociales y en el camuflaje de los soldados. Incompetencia y seriedad son los sinónimos de este equipo. Ser mujer, inteligente, triunfante y enorme no es tarea fácil, así no lo hace saber este –no- desperdiciante episodio de la liga favorita de las televisoras, de México, de Sinuhé y hasta de sus héroes (hay una linda y canosa sorpresa por ahí). Además Luismi, sus ojos verdes, un Beatle y las lonjas de Bertha ¿Perdértelo? Sería una locura. 

Queda entonces a su disposición el timón distopico de nuestra nave de insania ¡Que sea de su total agrado! 



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