lunes, 13 de enero de 2014

LOCURA


     Me alegra profundamente que se hable de la locura, puesto que es un término, que hasta el día de hoy, creo, no está bien definido. Desde la noche de los tiempos ha habido locos y lo único que ha variado es qué se entendía por tal. La locura ha sufrido transformaciones: desde aquellas maniobras “sobrenaturales” o “demoníacas” de la Edad Media hasta “determinados comportamientos que rechazan las normas sociales establecidas” del siglo XIX hay mucho camino recorrido y, no obstante, profeso que no queda claro qué es la locura. Yo que soy muy necia y que debería embarcarme en la nave de Brant tengo una visión un tanto absurda –como la locura misma – de lo qué es la locura.

Distingo entre locura y enfermedades mentales; quizás estén muy unidas, pero sí me parece que hay una delgada línea que las separa. Desde mi ignorancia, supongo que toda enfermedad mental está causada por una serie de desarreglos químicos provocados por condiciones naturales (genética) o artificiales (abuso de drogas, mala alimentación, locura, etc.); por así decirlo, cosas que no se pueden evitar aunque sí se pueden subsanar de algún modo y nada tienen que ver con el deseo del individuo.

No obstante, la locura está estrechamente ligada a la voluntad del ser, a la aceptación y a la adaptación de ciertas pautas y comportamientos, los cuales entiendo que no suponen el rechazo de las normas sociales, como se ha defendido. Más bien creo que la locura presume adoptar esas normas sociales. Aclarado esto, ¿qué es la locura?

Locura es dejar de ser uno mismo porque lo que uno es y representa no es aceptado por la sociedad. Locura es levantarse al alba para recorrer una ciudad infestada de almas en pena para llegar a un trabajo que no complace, tan siquiera económicamente. Locura es renunciar a la comida, torturarse con dietas dignas de Auschwitz-Birkenau. Locura es convivir con el sufrimiento; con la muerte interna. Locura es vivir por el qué dirán. Locura es luchar contra los propios instintos. Locura es hacer de tu vida Facebook, Twitter, Hi-5 o cómo se llame la red del momento. Locura es que tu vida dependa del antro, del número de “amigos”, de la marca de la botella, de la línea de coca, de las metanfetaminas, de la mariguana, de los ácidos, del gimnasio, del diseñador que te (des)viste. Locura es vivir en la miseria de la tristeza. Locura es creer a pies juntillas en lo que se diga en Internet o en la Televisión.

Locura es pretender que el hecho de tener un título, “licenciado X”, “ingeniero Z” o “arquitecto Y,” te va hacer mejor persona. Locura es pensar que debes estar casado a los 25 o ya valiste. Locura es traer al mundo niños sin pensar en cómo mantenerlos, o lo que es peor, cómo educarlos. Locura es no querer salir a la calle por miedo a lo que te puedan hacer o lo que puedas hacer. Locura es mirarse al espejo y desconocerse. Locura es tener 25 años y ser muy joven para ser candidato a un puesto de trabajo o tener 54 y ser demasiado viejo para poder optar por un trabajo digno. Locura es que los impuestos sean mayores que los ingresos del ciudadano promedio. Locura es tener miedo a crecer. Locura es soñar. Locura es que el mundo se rija por la ley del más fuerte. Locura es la deshumanización del ser (in)humano. Locura es la avaricia.

Locura es querer cambiar el sistema cuando el sistema nos está cambiando. Locura es flagelarse por los errores cometidos, no aprender de ellos y reiterarlos. Locura es no vivir, limitarse a sobrevivir. Locura es abandonar todo por un sueño, que el sueño se quiebre ante tus ojos, frágil cual vidrio, y seguir luchando por algo que ya no existe. Locura es no aceptar el cambio. Locura es el consumismo. Locura es el comunismo. Locura es buscar un lugar en este mundo diferente al asignado y locura es conformarse con lo estipulado. Locura es querer ser y no poder ser. Locura es ser consciente y vivir inconscientemente. Locura es la genialidad del momento y la sencillez del segundo. Locura es no gozar de los pequeños gestos: una sonrisa, una caricia, un rayo de sol, el ronroneo de un gato, la voz de un niño, el silencio. Locura es vivir en la opulencia y no gozar de nada. Locura es el amor, es el odio. Locura es la guerra de medios, la guerra de física, la guerra contra uno mismo. Locura es el desvanecimiento de la tolerancia. Locura es desear ver con los ojos cerrados. Locura es saltar al borde del abismo. Locura es aferrarse a la idea del mundo del bienestar.

En definitiva, locura es todo lo que nos obliga a no ser. La locura es la negación del yo y su aceptación. Es la sumisión y el autorechazo con fines de autocomplacimiento, máscaras de una pretensión por contentar a una sociedad que jamás estará conforme porque está erigida por seres profundamente insatisfechos, ya que se niegan para llegar a SER lo que no SON. La locura es el desagrado general, la marginación colectiva en aras de un bienestar inexistente, negado por nosotros mismos. La locura es el Dasein, ser-en-el-mundo.

En palabras de Nietzsche, «la demencia en el individuo es algo raro; en los grupos, en los partidos, en los pueblos, en las épocas, es la regla.»



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