lunes, 13 de enero de 2014

EPISODIO 5: ¡MUERTE Y DESTRUCCIÓN!


Hace unos años

Ashley Crawford es el ícono de la moda actual. No hay prenda de renombrado diseñador que no haya modelado, ni perfume, automóvil o producto de internacional fama que no haya peleado por su exclusividad comercial como su rostro representante. Para Ashley Crawford el dinero no es problema, tampoco le es negado el hombre que ella guste. Regalos, comida, drogas, sexo, en abundancia y exceso es lo que adorna su mundo. Ashley Crawford es una mujer aburrida.

En los círculos en los que se mueve no es extraño encontrarse mentes extravagantes, en el hastío del delirio provocado por similares excesos y con los que se identifica. Así, de una invitación a otra, explora las cavidades más oscuras del aparato mediatizado, ése que surte el engranaje básico para que la maquinaria automatizada que es la industria del espectáculo, la política y la riqueza (porque la riqueza en sí, es un negocio), ande con eficiencia y destacada puntualidad en el desequilibrio de las luchas de clases, la estupidez autoinducida por drogas sintéticas, naturales y aderezada por la cultura voyeur del reality show, la información de velocidad luz inyectada en venas de fibra óptica, adelantando el futuro con el chip de nanoelectrodos que darán a la humanidad su canal favorito con sólo un parpadeo y, para las masas intelectuales, lo mismo pero en la evolución hiperbólica de la comunicación de sus pretenciosas cabezas con lo último en redes sociales, donde podrán expresar su sapiencia rascuache y sus escritos pseudoartísticos, activando la alienación de la que se pretenden ausentes, convirtiéndose tan absortos y sumisos en su Twitter y Facebook, como los obreros de la generalización de ideas masiva de la televisión.

Ashley Crawford ve este mundo y quiere formar parte de él. Pero no, no lo hará.- “Esto que ves es nada, Ashley” – le susurran al oído – “esto que ves siempre ha estado ahí, estamos por pasar al siguiente gran paso” – Ashley sostiene una copa de absenta con el aderezo de girasoles polinizados por una especie alterada genéticamente de abeja, que, en resumen, da tres cuartos más potencia y funciona como defibirilador al término de una onza de líquido alcohólico. “el futuro de la cultura de occidente se construye a cada respiro tuyo y el de la cultura oriental se aferra al pasado, pues viven de los devenires de la economía mundial, los ideales y la espiritualidad nada tienen que ver con eso en realidad, pero eso no es exactamente lo que querrás saber. No, el futuro no provee de lo que tú necesitas. La mujer que todo lo tiene no necesita más aburrimiento en su vida. Necesita cambiar drásticamente”. Todas las voces combinadas le dicen a Ashley ese mensaje de una u otra forma. Ella les rechaza “crees que me convertiré en alguna porquería de Mahatma Gandhi, idiota, no dejaré todo lo que me he ganado hasta hoy”, “No, no – dicen – sin duda no dejarás nada. Sólo llegas a un punto de inflexión y necesitas deconstruirte, reinventarte, dejar de ser tú”. Ashley Crawford de repente siente que puede ceder mientras sigue siendo testigo de la maquinaria bestial, del engranaje renovable del que surten las tierras más pobres y la clase media, la más importante que sigue siendo el aceite que hace que rueden esos engranes. Las voces siguen, son insistentes, rodean su mundo:

El cambio. Renace. Deconstruye. Living la vida loca. Tú puedes hacer que suceda. Deja de ser tú. Quien más tiene, más pierde. Avón llama. Sé alguien más. Todo o nada. Sobrevive siendo otra.

El sube y baja del trago de absenta, regurgitando en sus deseos irrefrenables. La súper modelo accede. Las voces cesan.

Hoy

¡Basta! – Musita la Gran Bertha mientras agarra a uno de los militares por el cuello, poniendo su otra mano en las nalgas del hombre y comenzando a apretarlo encorvándolo, haciéndolo una pelota. – No aguantaré más esto, militares imbéciles – A la par de esto, las vísceras del soldado revientan haciéndolo escupir sangre, Bertha imprime un poco más de fuerza y consigue reventar su columna para hacerlo una verdadera bola de boliche verde. El soldado se retuerce, sus ojos se han saltado, regurgita sangre y manotea con sus brazos extendidos semejando un simio – pelota. El jefe de la operación ordena a los otros milis que apunten a Bertha, Mandril-o y Chacal-o observan a la distancia, sorprendidos. Bertha sonríe y arroja al agonizante soldado bola hacia los otros militares que comienzan a dispararle a la vez que son barridos por su compañero circular. El soldado en jefe se queda pasmado. Bertha le indica a los horrendos mutantes que dejen de servir a esos verdosos o ella misma los matará. Mandril-o podrá ser un pendejo a prueba de pendejos pero sabe lo que le conviene, bajando de la pila de escombro de la destruida guarida de la Liga. Mandril-o tarda un poco pero hace lo mismo. Algunos soldados en pie disparan a Bertha. Ella se aburre, odia esa sensación, es a prueba de balas, es algo que no era. Golpea fuertemente el piso y provoca un ligero terremoto que desconcentra a los soldados y barre con ellos brincando y golpeando. Más de 900 kilos puestos al servicio de la limpieza de militares. Finalmente, arrinconado el jefe, nomás con los ojos pelones no sabe qué hacer.

-  Sé que eso es lo que quieres hacer. Romperlo totalmente. Pero no te servirá de mucho así. De hecho, estás en un error Ashley. Éste militar sólo está cumpliendo órdenes, las cuales tienen un propósito concreto: Evitar el peligro de que Sinuhé, tu jefe y esa bola de perversos hagan suyo el mundo en un intento de dominación y locura. Tú sabes que buscar dominar el mundo es algo incorrecto.

La voz pertenece a Luis Miguel que ha salido de la tienda de campaña donde tienen preso al Hombre Puerta. LuisMi carraspea un poco la voz y avanza hacia ella acomodándose su moño, continuando con la gala de su poder verborreico que hace creer a la gente en cada una de sus palabras – Eres una mujer que, aunque haya tomado un camino equivocado alguna vez, lo recompuso y busca equilibrar las cosas ahora. Éste hombre que intentas matar forma parte de esa balanza equilibrante y por lo tanto tú no deberías formar parte de eso - .

Bertha duda, se detiene, mira de reojo a LuisMi, comienza a caer presa del encanto de sus palabras. El discurso de LuisMi aderezado con hormonas y un agudo poder de lógica en medio de todo el disparate de esta historia, la empieza a ablandar. El verde vidrioso de sus ojos de cuarentón negado la envuelve. Bertha sabe que es verdad lo que él dice. Cuando ella cedió al cambio que la hiciera dejar de ser la mujer que lo tenía todo, no pensó que necesariamente sería convertirse en una obesa de media tonelada. Ahora ella podía comer todo lo que quisiera burlando la realidad de millones de mujeres vanidosas y enloquecidas por sus lonjas, brazos de garnachera, papada incipiente y chaparreras ocultas con faldas gigantes, pero también, podía controlar su densidad molecular con sólo el pensamiento. Es por eso que las balas no le hacen daño.

La velocidad con la que es proyectado el plomo representa nada para la fisiología de su cuerpo redondo, brillando ahora por la grasa más que por el brillo del sol en sus torneadas piernas. La Gran Bertha era la mujer que poseía todo… nuevamente, aún cuando buscaba el derrumbe de su mundo plástico. Ella había negado el camino entrando a una pateticidad increíble, sabiendo que era eso precisamente lo que le hacía falta. Ella era tan perfecta y tan llena de todo, que el error que conllevaba la fechoría la complacía. Por eso, cuando dejó la carrera de maleante para unirse al equipo de la Liga de Perdedores, fue porque supo que no tenía que ser perfecta, que de hecho, su imperfección era apreciada y así podía dejar su cabeza tan llena de pecados perfectos, en otro lado. Así que la intimidación de estos militares ya le estaba sobrando. Si iba a ser aprehendida, seguramente sería con un río de sangre de por medio.

LuisMi se le acerca, retando a su convicción: "Tú eres bella Ashley, no necesitas ese cuerpo de gorda para ser heroína, tú ¡¡¡esdafghhhrrrgghh!!!” El puño de Bertha se desprende de una pared donde quedó estrellado el bonito rostro de LuisMi, el cráneo aplastado, roto, los rubios cabellos de engominado lustre están pegostreados ahora de sangre que es impulsada por un chorro de una otrora cavidad nasal. Bertha ve su puño ensangrentado con un globo ocular verdoso de LuisMi y musita: Mi nombre es Bertha.

Mandril-o y Chacal-o están pasmados y casi se mean cuando Bertha les dice que vayan por Hombre Puerta. Salen corriendo a la improvisada tienda de campaña donde estaba siendo torturado por los encantos de LuisMi y Bertha se dirige al militar que yace todo obrado del miedo en el piso. Bertha sin hablarle lo toma del traje, el tipo saca una pistola y se la dispara en la cara. Bertha, al despejarse el humillo de la pólvora, sólo toma el arma y la arroja lejos. Luego azota al tipo en el piso. Bertha mira a su alrededor. Sabe que hoy huele a muerte y no sólo por LuisMi, hay más mierda que se desangrará hoy. Las voces siguen calladas.

Colima, México, hace un año

El demonio de la destrucción observa su obra. Todo es ahora claro para él. Si entiendes que hay un motivo para las cosas en la vida de cualquiera, el de este demonio es todo acerca del delirio, desesperanza y destrucción. El asunto es que, entre toda esta desgracia, nota que hay algo más que ese círculo del que salió. Los jipis le dieron una guía sin querer: los recuerdos de su cuerpo poseído. Bien y sin héroes y militares que lo estén importunando, puede crecer y atacar a la población de ese desértico y triste lugar. Con una sonrisa avanza, pero se percata de alguien que se levanta. Imposible no darse cuenta de hecho. La mujer de casi una tonelada se levanta de entre sus compañeros y observa al demonio, éste se da cuenta de que ella lo mira y avanza decidido y sonriente. Bertha camina hacia él también con rostro serio. Arriba, el helicóptero en el cielo comienza a caer y Bertha brinca sorpresivamente hacia el aparato, partiéndolo pero llevando entre sus brazos a dos delirantes pilotos y al espumeante hocico de su líder. Los deposita en la tierra y al voltear, nota que el demonio se ha ido. Se acercan al lugar patrullas, autos, agentes del gobierno, encubiertos, policía, medios: es un caos. Bertha observa al horizonte, realmente esperaba conocer la destrucción del demonio. Más tarde escucha en el comunicado por mera lástima que le dan a Sinuhé acerca de que el demonio se esfumó, pero el objetivo había sido cubierto con cierta notoriedad al haber rescatado unas piedras preciosas en poder de los jipis. No hubo más.

Ginebra, Suiza, el muelle. Hoy

Tres confundidos enmascarados salen del muelle. Increíble, piensan, que Oolong el cambia formas haya demostrado tanta oposición a su captura. Uno de ellos se retira la máscara. El bigote ralo, la incipiente calva y unos ojos inyectados de furia y rojo culerón, alza su machete mostrando encajada la oreja de un cerdo: Pues como dijeran en mis tiempos, ¡oreja y rabo! Como buen torero, deberían sacarme en hombros ¡cómo no abuelita, hombre! Hijo de María Morales debía ser… El hombre del sable medieval también se quita la máscara, quejándose del calor, sudoroso, su calva refleja el inusual sol de Ginebra y acomoda sus canos cabellos: Mierda, os digo, que este aire del mar es tan ligero que colma mi pecho de fuerza. Por eso es que vuestra colección, Pedro, se complementa con esta rica pata de chancho. Exigiré sea servida para vosotros en una justa celebración de nuestra victoria mutilante sobre el enemigo. Así lo decide Miguel Hidalgo y Costilla. El tipo de la navaja suiza se quita la máscara y se coloca unos lentes de círculo, suelta su largo y desaliñado cabello y sonríe cínico: nunca habría pensado lo divertido que es esto. No hay más que decir compañero, dale una oportunidad a la paz, pero si hay que degollar a un maldito cerdo mutante, John Lennon se volverá tu colaborador indicado. En ese momento, Lennon sostiene en alto la cabeza cercenada de Oolong. Los tres se dirigen fuera del lugar sonrientes.

Mientras en el desierto de Libia el pobre cabrón de Sinuhé sigue tirado boca abajo en la arena. Qué poca, a ver si ya nos acordamos de él en la próxima.



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