La locura ha sido retratada de varias formas en el cine, sus formas
pueden ir desde lo contemplativo, el asistir como invitados a un hospital
psiquiátrico a través del personaje de Jack Nicholson en “Atrapado sin salida”
(Milos Forman, 1975), nos da cuenta de ello; esta misma estancia la tiene Bruce
Willis en “12 monos” (Terry Guilliam, 1995), después de viajar desde el futuro
para intentar impedir el funesto destino de la humanidad. Otras concepciones de
este mal psicológico son adentrarnos en la torcida mente de quien lo padece,
las alucinaciones provocadas por la esquizofrenia las podemos ver de forma
“normal” en algunos filmes, como las padecidas por John Nash, interpretado por
Russell Crowe, en “Una mente brillante” (Ron Howard, 2001).
Otras cintas retratan los mismos padecimientos de forma más
disparatada o grotesca, como los delirios que tiene Trevor Reznik, interpretado
por un flacucho Christian Bale, en “El
maquinista” (Brad Anderson, 2004), con una plástica que ha prevalecido en torno
a películas que tratan este tipo de trastornos mentales: con una parte visual
cargada de elementos que pueden resultar desagradables a la vista (cuerpos
putrefactos, alimentos enmohecidos o agusanados, paredes sucias, cochambre y
grasa por doquier), y que sirven para demostrar la trasnochada personalidad de
quien habita o circula por esos terrenos maltrechos. Una estética que surge en
buena medida del video clip y que fue utilizada hasta el hartazgo por estrellas
del rock como Marilyn Manson en la segunda mitad de la década de los noventa.
Entre estas alucinantes y desgarradoras cintas encontramos una de uno
de los grandes maestros del viaje psicodélico en 35 mm, el creador de la psico
magia, Alejandro Jodorowsky, creador de varias películas que han causado todo
tipo de críticas y comentarios, basta recordar el psicodélico viaje que
emprendió, junto con los “Beatles” (quienes produjeron el film) con “La montaña
sagrada” (1973), para tener un parámetro de lo que este chileno venía haciendo
por ese entonces; pero es su penúltimo largometraje, “Santa sangre” (1989), el
que da pie a hacer esta breve reseña de la locura de un niño traumatizado.
“Santa sangre” se desarrolla en una urbanizada y súper poblada ciudad
de México, a la cual llega un circo norteamericano; pareciera como si el
director nos dejara ver con ello la eterna dependencia que tiene México de los
Estados Unidos. El espectáculo de carpa viene acompañado de varias atracciones
y las orgullosas, e infaltables, banderas gabachas. Entre los integrantes de
dicho show viene una desafiante mujer tatuada de pies a cabeza, interpretada
por Thelma Tixou, que tiene un amorío con el dueño del circo, quien a su vez es
encarnado por Guy Stockwell, personaje que tiene una fijación por la armas
punzo cortantes, la sumisa esposa de éste, interpretada por Blanca Guerra, es
una devota religiosa que pierde el piso con tal de mantener su adoración por
sus ídolos de barro; producto de la relación entre esta pareja nace un pequeño
que viaja con ellos en las giras circenses, su nombre es Fénix (interpretado
por Axel Jodorowsky, hijo del director).
A Fénix le tocó atestiguar, a muy temprana edad, los desplantes e
infidelidades de su padre con la mujer tatuada, así como presenciar un hecho
que lo marcaría de por vida, la muerte de su madre a manos de su padre; este
suceso es el detonante para crear una historia llena de vericuetos emocionales
y psicológicos, a partir de ese momento, Fénix pierde su inocencia la cual se
ve interrumpida con el traumatizante evento que lo lleva a convertirse en un
poseso de la avasallante personalidad de la madre, intolerante feligrés que le
dicta como actuar, llegando a desarrollar un perturbador espectáculo en donde
da vida a una marioneta femenina de su tamaño, la cual anima con sus movimientos
de manos, como si sus brazos no respondieran a sus decisiones sino a los de su
madre muerta, una dictadora del más allá que reina y gobierna la mente del
perturbado joven.
La estética de la película es parecida a otras películas del
imaginario del polémico director, la destreza y habilidad con que nos sumerge
dentro de la trama para después darnos un cambio radical, desde el cual ya
contemplamos el conflicto desde fuera y no desde adentro del personaje, hace
que la película transcurra a muy buen ritmo. El trastorno mental que sufre el
pequeño a raíz de su trauma nos adentra en lo que será su atormentada juventud,
de la mano de una payasita muda, la cual conoce desde niño y que viene a
reventar su locura al enfrentarlo con la realidad. Jodorowsky nos muestra con
esta cinta lo difícil que resulta una pérdida, más aún cuando las condiciones
en las que se da ésta pueden desembocar en cambios psíquicos, muchos de los
cuales no tienen marcha atrás, y es en este laberinto mental en el que nos
sumerge, como ya lo había hecho en sus cintas anteriores, en un mundo lleno de
color, angustia, desesperación, dolor y desazón, en el que los bizarros y
extraños personajes que habitan en su mente (una especie de derivado de
Aleister Crowley, quien se autodenominaba “La bestia” y firmaba sus tarjetas de
presentación con el número 666), sirven para hacer más turbias las aguas
cerebrales en las que nos sumerge.
“Santa sangre” se coloca como la película que busca adentrarse más en
el inconsciente de su protagonista, podría decir que su postura psicoanalítica
la encontramos aquí, todo emerge de las teorías freudianas, la mamá, el papá,
la infancia y el sexo, elementos que logra combinar de forma exitosa con su
peculiar estilo. Las actuaciones no han sido la parte medular de su trabajo
como director en su filmografía, más nunca han quedado a deber, más bien
mantienen una linealidad, oscilando con sus personajes entre lo absurdo y lo
grotesco, lo rígido y lo predispuesto, en este tenor tenemos a la mujer tatuada
y al padre de Fénix, y en segundo lugar a su madre y a él mismo, y aún cuando
la carga emocional tiene fuerte presencia en este film, es la parte visual la
que juega el papel preponderante, como lo ha sido con sus otras cintas.
Jodorowsky ha recurrido poco a tener grandes actores dentro de sus
obras, apuesta más por tener a un actor conocido y apostar el resto a actores
venidos del teatro, de los cuales se notan más por lo exagerado de su
movimientos corporales, como sucede con algunos personajes de “La montaña
sagrada”. Aún con este “inconveniente” (si es que así se le quiere ver, como
muchos de sus detractores lo han hecho notar), el cine de este director se
levanta por su atrevida apuesta visual, que es punto fundamental en su obra, al
grado de convertirse en un personaje más dentro de la trama principal, no
podemos analizar la obra de este genio sin considerar aquellos elementos que lo
han llevado a convertirse en un director de culto para muchos, su obra está
repleta de éstos y requiere un buen tiempo desmenuzar su intención, y cuando
por fin se descubre ésta es un deleite a la vista la conjunción actoral y
estética.
“Santa sangre” se levanta como el único abono ochentero que Jodorowsky
hizo a esa década, con una historia delirante desde su concepción circense
hasta su final liberador, en el que coinciden diversos factores de la realidad
mexicana como el feroz imperialismo yanqui, la Ciudad de México como la única
ciudad del país, la cegadora devoción religiosa, capaz de someter a la mente
racional del hombre, a su intolerante forma de relacionarse con quien no piensa
igual, y por si estos elementos fueran pocos, la película se grabó en su
totalidad en idioma inglés. Con esto en mente, no queda más que aplaudir el
atrevimiento de un director que por mucho tiempo fue satanizado en este país,
en donde las propuestas fílmicas eran encabezadas por la “India María” y
“Cantinflas”, que de nada contribuían a eso que se ha denominado como el nuevo
cine mexicano, y aún cuando el arsenal de ambos personajes anda rondando la
friolera de las 100 películas, cuando Alejandro como director únicamente tiene
8 y una próxima a estrenarse (“La danza de la realidad, 2013), la cual será una
especie de biografía y relatara sus andanzas por su país natal Chile.
Jodorowsky ha recorrido un largo e intenso camino para posicionarse
con su trabajo, el trayecto de un hombre que no sólo se ha dedicado a hacer
cine, sino que ha escrito relatos para comic, mismo que han sido dibujados por
grandes maestros de ese medio como Moebius, también a dado giras dando charlas
sobre la “psico magia”; un artista incomprendido que busca su lugar, sea en el
raciocinio o la locura que siempre ha acompañado a su obra, y es que hay
enfermedades que no se curan, como las mentales, y muchas veces con el cine de
Jodorowsky pasa lo mismo, uno no queda igual después de ver uno de sus films,
como si una chispa de irracionalidad despertara de su letargo en alguna cavidad
interna para nunca volver a dormir.
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